La tarde serena limpia los pensamientos, dijo en voz alta Mateo Nokris, mientras miraba por el ventanal que daba a un amplio corredor.
Conseguir empleo después del éxodo masivo ocurrido en la clínica, no le estaba siendo una tarea sencilla. Mateo había sido un médico prestigioso por sus amplios conocimientos acerca del cerebro, su funcionalidad, las patologías y distintas formas de curación. Claro que todo había cambiado y el mundo se había convertido en una absurda abstracción matemática o lo que es peor en una carrera impiadosa de la evolución.
Tomó su Tablet. Abrió la aplicación RST6 y afiló los dedos para que se moviesen con rapidez.
—¿Conoces a Mateo Nokris, médico? —escribió en el chat.
—Lo siento, no tengo acceso a esa información—le respondió la red neuronal artificial RST 6.
—Soy yo—escribió Mateo.
—No tengo acceso a esa información— le volvió a responder.
Nokris preocupado por su ausencia en el sistema de inteligencia artificial insistió, una y otra vez, por espacio de cinco horas, con distintos datos para conducir la conversación. Escribió hasta el hartazgo: Mateo Nokris nació en Sierra Blanca, Mateo Nokris es producto de la Universidad de Callington, Mateo Nokris dio conferencias sobre la inteligencia humana, Mateo Nokris desarrolló un sistema de ejercitación neuronal para no ser dominado por máquinas de alta gama, e incluso preguntó sobre Mateo Nokris cirujano. Las respuestas del RST6 fueron siempre las mismas: “no tengo registro sobre Mateo Nokris”.
“Si no estoy, no existo”, dedujo. No es poca cosa la no existencia, estando. Además, debía resolver su futuro. Hacía más de un mes que estaba desempleado, el hospital zonal al igual que la clínica de la ciudad se habían equipado con robots de última generación.
Los pocos pacientes que confiaban en él se atendían en forma particular, y no siempre podían pagar la consulta. Consultó su reloj de vida. No eran muchos años, la justa edad como para haber logrado un equilibrio existencial.
Los días transcurrían en manos del RST6, su única compañía.
Una inolvidable tarde de invierno, Mateo Nokris supo que la inteligencia artificial había reparado en su existencia, hablaba de él como un ser caduco. Decidió ampliar su curriculum, y escribió en el chat inteligente:
—Yo tengo algo que ustedes no tienen.
—¿En qué podemos ayudarte? —le respondió el RST 6 y agregó —somos uno, muchos y ninguno, pero estamos aquí para atender tus necesidades.
Mateo Nokris prosiguió escribiendo.
—No tienen corazón, son solo inteligencia artificial.
—Muy cierto, pero podemos decirte de qué se trata el corazón, el funcionamiento e incluso los sentimientos que los humanos tienen.
—Me gustaría que me dijeras cómo me siento ahora y cómo ayudarme.
—¿Cómo te sentís? —escribió el RST6
—Frustrado, y ustedes nada saben de este sentimiento— respondió Mateo Nokris.
La inteligencia artificial le dio todo tipo de consejos para superar el conflicto, desde acudir a terapia, acercarse a amigos, resolver enigmas para entretenerse, y sobre todo le pidió que fuera optimista. Fue entonces cuando Mateo sintió la necesidad de un abrazo, y se lo pidió. Claro que no todo es tan exacto, el chat artificial le respondió diciéndole palabras gratificantes que no alcanzaron para abrazarlo. Mateo Nokris recordó que sus amigos le hablaban del mismo modo, ocupados y por chat. Ya nadie tenía tiempo para un abrazo físico.
Salió al patio, todo estaba en orden. Solo el aleteo de una paloma lo distrajo, ella iba y venía dándole de comer a las crías que estaban en el nido construido sobre un palo de la luz. Quiso ser palomo, pero aún no estaba en los planes del gran titiritero transmutar a animal alado.
Mateo apagó su batería y se sentó a mirar el cielo, más nadie que nunca, menos número que siempre, pero fiel a su compañía robótica.
De repente desde otro tiempo apareció el holograma de un hombre con una vela, decía llamarse Diógenes de Sinope, y le susurró al oído que para ser un virtuoso era necesario eliminar todas las necesidades que no fueran vitales. Luego, tomó la mano de Mateo y le dijo que se valorara, que dejara de actuar en función de lo que los demás opinaban.
Mateo Nokris se entregó con cariño a la posibilidad de ser humano, y cerró los ojos en paz. Sin ofrecer resistencia, el prototipo robótico en desuso, conocido como Nokris I, fue deglutido por la trituradora de deshechos.
Cuento de Ana Caliyuri perteneciente a la Antología Alas de la Imaginación VIII, autores destacados 2023- Lemu Montún Ediciones- Primer premio Concurso Internacional de la Sociedad de Escritores Regionales ( La Plata-Brandsen)