En la Ciudad de Salta los corsos son numerosos y se preparan durante meses para los desfiles de carnaval. Las comparsas salteñas llevan carros alegóricos y los bailes representan diferentes escenas o temas de la vida cotidiana. Los asistentes a los desfiles juegan con agua como se hacía desde el siglo XIX.
Las comparsas llevan a cabo bailes tradicionales, muchos de ellos influenciados por la cultura boliviana, donde se destaca los caporales, tinkus, diabladas. Entre ellas compiten por el premio a la mejor comparsa de la ciudad.
El retumbar de las cajas, tumbadoras y bombos de las comparsas, lo más tradicional de los desfiles, comienza entre noviembre y diciembre. Hay grupos que han cumplido 40 años de trayectoria y es notable el trabajo previo, que incluye diseñar el disfraz, componer los cantos con ritmo de vidala y baguala, y elegir los bailes de cuidadosa coreografía.
El primer corso se celebró un domingo 8 de febrero de 1891, alrededor de la plaza principal, hoy llamada Plaza 9 de Julio y fue organizado por familias aristocráticas de la ciudad.
“Salta tuvo hasta 3 o 4 corsos al unísono en un mismo año, en diferentes lugares, con diferentes circuitos u organizadores y respondían a pautas políticas sociales; las murgas artísticas, ingresan en la década del 60 con un brasilero, los caretones es una neta manifestación europea; y las carrozas son una inclusión tardía, recién las tuvimos en 1905, en el corso de la plaza con Ramón Barbarán, el primer carrocero”, afirmó el poeta e historiador salteño, Miguel Ángel Cáceres.
Claramente que la geografía variada de la provincia van desde zonas selváticas a la altura de La Puna y por los Valles Calchaquíes, por eso las diferentes características de la celebración.
En las localidades del interior de la provincia de Salta, el carnaval también se festeja. En la puna y en los cerros, las celebraciones tienen una fuerte influencia de los pueblos originarios. Se celebra pero de formas diferentes, y responde a un marco cultural, la visión del hombre respecto del país y el mundo.
En Rosario de Lerma y Campo Quijano, cerca de esta capital, se realizan ceremonias ancestrales como el Topamiento de Comadres, que evoca el reencuentro de las mujeres que habitan en parajes aislados de los cerros y confluyen en los festejos después de meses sin contacto. La reunión es una fiesta. Después sigue el Desentierro del Carnaval, que tiene reminiscencia de los ritos de veneración a la Pachamama. Luego de bailes y cantos se procede a extraer el muñeco, que se eleva en un palo por el aire y se arroja papel picado, flores y bebidas.
Debido a esta diversidad geográfica, Salta cuenta con el Carnaval más alto del Mundo, se festeja en el Viaducto La Polvorilla, a 4.220 metros sobre el nivel del mar, a 20 kilómetros de San Antonio de los Cobres, hasta donde llega el Tren de las Nubes.
Con esta escenografía de fondo, una verdadera belleza de ingeniería, se celebra este carnaval desde el 2017. Aquí también se venera a la Pachamama y con mucha presencia de las comunidades colla, wichí, toba, tapieté, chané, chorote, chulupí, diaguita-calchaquí y guaraní.
Estos ritos se reiteran en otras zonas andinas, y en el Mercado Artesanal de esta ciudad, el 21 de febrero. Lógico complemento y sin perder el espíritu fiestero, el Entierro del Carnaval se cumple puntualmente al finalizar las celebraciones, que en algunos casos se extienden hasta el Carnaval Chico, el fin de semana posterior al Miércoles de Ceniza