Al Pie de la Letra
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Novecientos
Relato de Pablo Diringuer vaciando vasos con los muchachos y las trivialidades de siempre
Novecientos

Él estaba muy contento con semejante resolución de su parte; no debía cumplir horarios ni hacer llamados ni regalos ni invitaciones a ningún evento, ni salidas de teatros o de cines o recitales ni nada. Él iba al punto y listo… “Novecientos”.

Novecientos
Rafca –uno de mis mejores amigos junto a Lems- me decía que ya estaba un poco saturado de las relaciones para con las mujeres y que, desde hacía un tiempo a esta parte había optado por no enroscarse más con alguna femenina que le hiciese “perder el tiempo”. .. “Perder el tiempo”… sonaba como cierto apuro de su parte por aprovecharlo de mejor manera, y en su caso en particular, cada nueva situación alrededor del sexo opuesto, ya casi como que le molestaba de antemano; “no se puede estar tranquilo” –me decía- “siempre te buscan la vuelta para entorpecer-entorpecerte lo bueno que se está desarrollando”…

En parte estaba de acuerdo; pero él volvía a su “novecientos”…  Rafca se había habituado a frecuentar un pequeño sucucho en Ramos Mejía en donde una mina con la cual hablaba toda la noche mientras se escabiaban juntos, le cobraba un adicional de novecientos pesos, además de los tragos repartidos durante esas horas compartidas; claro, semejante tarifa incluía el -acostarse-tocarse-enfiestarse-decirse-dormir… etc.

Él estaba muy contento con semejante resolución de su parte; no debía cumplir horarios ni hacer llamados ni regalos ni invitaciones a ningún evento, ni salidas de teatros o de cines o recitales ni nada. Él iba al punto y listo… “Novecientos”. Cada vez que nos encontrábamos los tres amigos, luego de hablar esos temas inherentes de varones, en algún momento, inevitablemente saltaba casi como automáticamente el famoso número de su apego insoslayable de apetencias necesarias y femeninas de su inquietud puramente sexual.

Los tres éramos totalmente distintos alrededor de las mujeres, y cada vez que nos encontrábamos, reflejábamos notoriamente esas diferencias: Lems –por ejemplo- era un tipo completamente enamoradizo ante cada situación que se le presentase; Rafca era todo lo contario, para él, las mujeres, sólo había que hacerles el circo para intimar y nada más, luego había que tomarse el barco hacia otra isla en donde muy probablemente otra vez se repetiría la escena con una nueva usadora-embustera; finalmente mi persona de ese trío que no era como Lems ni como Rafca; en mi caso en particular podía llegar a tener algo de ellos dos, pero básicamente mi observación previa sobre a quién tenía enfrente, hacíame tomar conciencia que, si bien nada vendría de arriba y completamente regalado, no desembolsaría para nada ningún “novecientos- ni me enamoraría a primera vista ni usaría ni dejaría ser usado como una simple lata de tomates. Y en cada uno de esos encuentros de re-amigos que nos emborrachábamos hasta las lágrimas siempre surgían esas diferencias de criterios con respecto al comportamiento a desarrollar frente a las femeninas; nunca nos poníamos de acuerdo y Lems siempre trataba de convencernos que lo mejor era conceder primariamente lo que ellas querían para luego establecer un solapado equilibrio en donde ni ellas ni nosotros estaríamos en condiciones de imponer nada, pero sí marcar esa cancha de ambos equipos naturales a los que pertenecíamos desde nuestro nacimiento. Igualmente a Lems, nunca le resultaban las cosas tal cual las pensaba, casi siempre –por no decir todas- sucedía algo que tiraba por tierra todas esas elucubraciones de su parte; por algo resultaba ser que nos veíamos de manera seguida en ese bar de mala muerte y nos confesábamos los desatinos individuales. Y en esta última oportunidad, le hubo de tocar a Rafca y entre vaso y vaso fue aflojando su esperma mental y alcohólico: -Ella -“Laky” se llamaba- era la mina que había consensuado con Rafca esos encuentros en ese burdel del oeste y en esos encuentros semanales o quincenales él se empecinaba en declararnos muy seguro de sí mismo que él no quería nada con ella, pero no bien salía el tema Rafca se compenetraba y destinaba gran parte de la conversación en exaltar la personalidad verdaderamente atractiva de Laky que hasta en alguna oportunidad lo llamó para preguntarle si ese fin de semana se encontrarían otra vez; luego se hacía el boludo entre nosotros y disimulaba cambiando el ángulo de la información y nos apretaba para el lado nuestro para ver “en qué andábamos” tanto Lems como yo; pero eso duraba unos instantes nada más para, nuevamente – como disimuladamente lo hacía- aparecer el tema de Laky sobre la mesa por enésima vez.

Sin embargo, ese día sábado, raramente, Rafca estaba con nosotros, entonces le preguntamos si andaba escaso de guita, que si era eso, nosotros podíamos enviarle avioncitos de billetes, cosa que descartó de plano para, inmediatamente sacar a relucir su biografía inmediata de acontecimientos reales al instante; él dijo acompasado por sus vahos salpicados de diminutas gotitas de tinto: -La evidencia me enfrasca en esa especie de callejón que me evidencia, Laky venía a un ritmo conmigo que… ya nos habíamos acostumbrado no solamente a vernos y sabernos de nuestros olores y gustos… hasta les puedo decir que, de alguna manera algo había entre nosotros que nos intuíamos en las contestaciones que nos invadirían en nuestros próximos diálogos… pero…

Rafca pareció quedarse tildado y prendió un cigarrillo, Lems amenazó con reírse y yo… simplemente contagiarme… pero nos contuvimos y los labios casi como que sangraban de las auto mordeduras que nos provocábamos para evitar alguna carcajada, luego Rafca que continuó con un casi monólogo sobre su famosa Laky, entre pitada y pitada el humo enturbiaba sus estiradas frases de tipo desconcertado: -¿Sabés qué pasó? –nos decía-

Y luego, el tabaco y el alcohol mezclados de indefinición nos hacía cruzar miradas casi risueñas con Lems mientras esperábamos alguna página no escrita de sus dichos; así fue durante unos 5 u 8 minutos sin respuesta hasta que me cansé y le dije que se dejara de hinchar las pelotas, que dijera algo, y entonces apareció el despecho y hasta algo del enojo del tipo como él que no quería saber nada de nada con la construcción de ningún edificio emocional con ellas, las mujeres, e imprevistamente se despachó, y con su voz borracha de vacío dijo: -La fui a buscar al burdel para estar como siempre, toda la noche, y me dijo el fiolo, que no está más allí, que cayó un tipo nuevo de mucha guita y que se la llevó a Centroamérica y que no vuelve más… ¿A vos te parece? ¡Había hablado con ella ayer a la noche y me dijo que estaba todo bien, que tenía muchas ganas de verme y estar conmigo y la hija de puta hoy se fue a la mierda! ¡La muy guacha me mandó cualquiera! ¡Igual yo no quería tener nada con ella… pero…!

Lems no quería mirarme y… yo… tampoco a él…

Rafca seguía vaciando vasos y las trivialidades entre nosotros afloraron tan sólo para distender…

Imágenes contrapuestas o mezcladas entre nosotros y, de alguna manera sorpresivas ante el embrujo inesperado de Rafca.

El gordo del mostrador acercó una nueva botella a nuestra mesa, pareció  ser a propósito por la etiqueta del mismo, pero yo preferí pensar en una simple coincidencia no vaya a ser cosa que Rafca asociara una vez más con su indescriptible e inédito estado de ánimo.

Por Pablo Diringuer

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