Personajes en el Tango
Fecha de Publicación:
La Morocha Argentina
Del Libro Personajes en el Tango – Roberto Bongiorno – Editorial Unilat – 2010
La Morocha Argentina

Hay una imagen idealizada del Ser Argentino, al  que no es ajeno el hecho de ser morocho.

“Da el tipo argentino”, se suele decir de alguna modelo publicitaria si tiene ojos y cabello oscuro. Es difícil determinar el “tipo argentino” ya que si de modelos se trata, las hay rubias, castañas, morenas. En la población femenina en general, la costumbre de cambiar el color de los cabellos tiende a confundir aún más la definición.

Es probable que la creencia se consolidara en los años de inmigración europea masiva, ya que hubo épocas que en la ciudad de Buenos Aires la población extranjera superaba en número a la nativa.

Prueba de ello es el tango más célebre que se ocupa de esa cuestión; La Morocha, de Angel Villoldo y Enrique Saborido, escrito en 1905. La letra ingenua, donde la protagonista (La Morocha), se jacta de una serie de virtudes entre las que descuellan la fidelidad a su compañero, la alegría, el amor a la patria; autocalificándose de morocha. No es casual que esas inocentes estrofas exaltaran valores nacionales y locales, diferenciándose del extranjero.

También, la letra recatada, tendría que ver con la necesidad de que las partituras de tango entraran en los hogares porteños, ya que por ese principio de siglo XX, el tango era muy mal visto en las casas “decentes”. Y era frecuente que en las casas de clase media, las niñas aprendieran a ejecutar el piano y se tentaran con esos tangos que emanados desde algún organito atorrante, se filtraban en las salas donde las jovencitas estudiaban música.

Nada más lejos de aquella Morocha de Saborido y Villoldo, que Milonguita, La Rubia Mireya y otras célebres mujeres que reinaron en el tango y su mundo prohibido.

Pero en esa línea de Morocha Argentina, transitaron artistas notables como Sofía “Negra” Bozán;  Tita Merello;  Isabel Sarli; por citar sólo a las más conocidas.

Aunque la galería podría completarse con el Morocho Argentino por excelencia:

Carlos Gardel.

Esa condición de morocho como virtud se trasladó al tango, donde un personaje que luego será víctima del infortunio por su desgraciada aventura de aprendiz de gigoló, enumera sus capacidades:

“Con tres cortes de tango sos millonario,
morocho y argentino
¡Rey de París…!

Se ilusiona el protagonista del tango ¡Araca París!

La mezcla racial que desde hace muchos años caracteriza a La Argentina, dificulta una definición física de la mujer nativa; pero no cabe duda que La Morocha fue un modelo muy difundido, a tal punto, que hasta mediados del siglo XX se utilizó como apelativo o sobrenombre de muchas mujeres.

La Morocha

Yo soy la morocha
la más agraciada,
la más renombrada
de esta población.

Soy la que al paisano
muy de madrugada
brinda un cimarrón.
Yo, con dulce acento,
junto a mi ranchito,
canto un estilito
con tierna pasión,
mientras que mi dueño
sale al trotecito
en su redomón.

Soy la morocha argentina,
la que no siente pesares,
y alegres pasa la vida
con sus cantares.
Soy la gentil compañera
del noble gaucho porteño,
la que conserva la vida
para su dueño.

Yo soy la morocha
de mirar ardiente,
la que en su alma siente
el fuego de amor.
Soy la que al criollito
más noble y valiente
ama con ardor.

En mi amado rancho,
bajo la enramada,
en noche plateada,
con dulce emoción
le canto al pampero,
a mi patria amada
y a mi fiel amor.

Soy la morocha argentina,
la que no siente pesares,
y alegre pasa la vida
con sus cantares.

Soy la gentil compañera
del noble gaucho porteño,
la que conserva el cariño
para su dueño.

Tango – 1905
Letra: Angel Gregorio Villoldo
Música: Enrique Saborido

El Patio de la Morocha

Patio de la morocha
que allá en el tiempo
tuvo frescor de sombras
como el alero.
Sobre tu piso pobre
ladrillos viejos,
junto a mi pecho triste
sus ojos negros
diciendo adiós…
diciendo adiós…

Con el recuerdo de este tango
vuelvo a verla.
Con el recuerdo de este tango
juguetón que me habla de ella.
Tal vez el patio y el cedrón
que me llamaba.
Y su carita de ilusión que se asomaba…
Y en el jirón de alguna
linda medialuna, su cara bruna
que me miraba…

Feliz pasaje la vida que duele
como una herida.
Pobre retazo de sueño que acaso
no tenga dueño.
Si estaba el alma en pedazos…
cómo ingratos sus ojazos, cuando
más amor pidieron se me fueron.
Muchacha criolla del tiempo aquél…
Tango dulzón y orillero
que el corazón le reprocha cruel
la ausencia de la Morocha
y el viejo patio que quiero.

Tango – 1951
Letra: Cátulo Castillo
Música: Mariano Mores

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