“Se van, se van y nunca volverán”, coreaba la multitud entusiasta en Plaza de Mayo el día que Héctor Cámpora asumía la presidencia; era el primer presidente constitucional desde 1966.
El estribillo tenía un destinatario obvio: el poder militar saliente.
Ninguno de aquellos miles de festejantes, ni el más pesimista, podía imaginarse lo que sucedería menos de tres años después. La vertiginosa etapa política transcurrida entre el 25 de mayo 1973, cuando asume Cámpora y el 24 de marzo de 1976 cuando se consuma el golpe de estado, es harto conocida, pero vale la pena recordar los puntos salientes de esa etapa decisiva.
Cuarenta días después de asumir la presidencia Cámpora y el vice Solano Lima, renuncian a sus cargos abriendo el camino a la futura presidencia del General Perón. Los reemplaza Lastiri como presidente interino. En junio sucedió la llamada masacre de Ezeiza y comienza la pérdida de espacios de los sectores radicalizados del Peronismo. La extrema izquierda no peronista continúa su estrategia violenta y en septiembre de 1973, Perón es elegido presidente.
Lo acompaña en la vicepresidencia su esposa María Estela Martínez. Dos días después es asesinado Jose Rucci, jefe de la CGT. Perón intenta reeditar el esquema distributivo y de desarrollo autónomo que caracterizó sus gobiernos anteriores. Días antes, el gobierno socialista de Allende en Chile es derrocado por un sangriento golpe militar. Argentina queda rodeada por dictaduras.
En 1974 crece la violencia política, ahora intensificada por el accionar de grupos de extrema derecha. La economía comienza a resquebrajarse y crece la inflación y el desabastecimiento de algunos productos de consumo masivo. El 1° de mayo se sincera el enfrentamiento del líder justicialista con los sectores juveniles. El 12 de junio Perón habla por última vez y anuncia que su “único heredero es el pueblo”. El 1° de julio muere y lo reemplaza María Martínez.
A partir de allí, se agudizan los enfrentamientos. Los Montoneros reanudan la lucha armada y López Rega se convierte en el hombre fuerte del gobierno. Una inflación galopante desmadra la economía mientras se suceden los cambios de gabinete. En Tucumán aparece la guerrilla rural del ERP. Se encomienda la represión al Ejército, el año 1975 cierra con unas 900 muertes por violencia política.
Un alzamiento militar focalizado en el aeroparque porteño, funciona como ensayo de lo que vendrá.
El 24 de marzo de 1976 la Junta de Comandantes integrada por Videla, Massera y Agosti, deponen a Isabel Martínez. El discurso golpista apela a todos los lugares comunes de sus antecesores. Invocan el Ser Nacional, el Occidente Cristiano, etc.
En la práctica se implementa una política económica liberal, se divide al país en zonas de ocupación y comienza la represión indiscriminada.
Los grupos armados de izquierda son rápidamente desarticulados. Comienzan las desapariciones y las ejecuciones de represalia ante cada nuevo atentado guerrillero que son cada vez más esporádicos y violentos. Se suceden los “enfrentamientos” con bajas casi siempre de un solo lado.
El mundo empieza a enterarse de lo que sucede en nuestro país y el presidente norteamericano Carter aplica sanciones a la Argentina. El Mundial de fútbol es capitalizado por la dictadura.
Mientras tanto, Videla asegura que “el desaparecido no existe, no está muerto ni vivo; no tiene entidad”. A fines de ese año, el gobierno desconoce el fallo del arbitraje inglés por el canal de Beagle. Se está a un paso de la guerra con Chile porque la ceguera es la misma a ambos lados de la cordillera. Nos salva la mediación papal. A Videla lo sucede Viola y éste es desalojado por Galtieri. Crece el endeudamiento externo y las denuncias por desapariciones suman miles.
En abril de 1982 se recuperan las islas Malvinas. Dos días antes el gobierno reprimió duramente una movilización obrera que reclamaba “Paz, pan y trabajo”. El desastre militar en las islas arrastra a la dictadura. Se van dejando una deuda externa colosal, una guerra internacional perdida y miles de desaparecidos. Volvió la democracia y con ella los juicios a las juntas militares; siguieron las leyes del perdón a esos responsables y finalmente los indultos a los que todavía estaban presos. Con el gobierno de Kischner, se revisó ese pasado a través de nuevos juicios. Fue hace cuarenta y cinco años, pero el desgarramiento sigue vivo.
Del Libro Pintadas Puntuales – Roberto Bongiorno – Angel Pizzorno