Yo no querría avergonzarme, no quiero tornarme piedra, no quiero fingir que soy buena persona. Yo estoy vivo, y quiero regocijarme de felicidad, quiero impartir todo de maravilloso que he recibido de la vida. Y, en tu caso, ¿Estás vivo o ya estás petrificado?
Un Programa de Trabajo… Hacer y Callar
¿Qué hemos hecho nosotros durante nuestra caminata por la vida? ¿Cuál ha sido nuestro propósito espiritual? ¿En que hemos empeñado los talentos que hemos recibimos?
¿Cuántas de estas muestras de amor al prójimo realizas en tu día a día?
Muchas veces pasamos días, meses y años diciendo que somos buenas personas, pero, nunca brillamos como luz del mundo. ¿Cómo es nuestro despertar si nos encontramos frente a un delicioso desayuno realizado con amor para nosotros.
Cuando nos invitan a una reunión empresaria, aceptamos con mucho gusto. Cuando nos convidan a un «paseo misionero», somos los primeros a decir «sí».
Cuando nos buscan para un paseo para comer helado, una noche de pizza, una cena de enamorados, exultamos de goce y decimos: «Sí, sí, sí». Cuando, rumbo nuestro trabajo, con respeto nos saludan y, ya en el mismo, algún colega reconoce nuestro esfuerzo y nos felicita en público, respondemos con honestidad y alegría nuestra felicidad.
Pero, no todo es así; cuando somos convocados para un día comunitario en cualquier lugar o bien en la plaza principal, estamos ocupados, estamos cansados; buscamos excusas como que el día está muy caluroso, está lloviendo, o decimos que tenemos otros compromisos… Nuestras vidas espirituales están petrificadas, nuestros corazones están petrificados; nuestra lámpara está sin aceite, apagada, nuestra vida está petrificada… Y es así que nuestra vida se torna triste y no podemos ser llamados «buenas personas».
Yo no querría avergonzarme, no quiero tornarme piedra, no quiero fingir que soy buena persona.
Yo estoy vivo, y quiero regocijarme de felicidad, quiero impartir todo de maravilloso que he recibido de la vida. Y, en tu caso, ¿Estás vivo o ya estás petrificado?
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio
© Valerius