El mundo se diseña a la altura de la vida interior, ese camino que se nutre día a día, y está colmado de actos que nos recuerdan que no somos únicos ni estamos solos.
En este imperfecto siglo, no más o menos imperfectos que otros, o sí, habitan humanos de todo calibre y toda espesura. Es la palabra entonces, la dueña de casa, la que relata con conmoción los fragmentos de las particulares intimidades, la que define la osamenta del pensamiento, la que invita a la certeza de comunicarnos.
No dejan de sorprenderme las almas que pulsan, entre sus manos, el sudor, el desamor y hasta las pesadillas de la existencia misma. Pero aún es peor llenarse de odio por el odio mismo. Salir de ese sentimientoes una ardua tarea individual.
Las puertas de la vestidura interior se abren, entreabren o cierran, de acuerdo a las perplejidades del día que transitamos, pero nada es definitivo. Somos eslabones de un mundo cambiante que nos exige nuevos saberes, nuevos desafíos, y quizá un espejo más grande para espejarnos en forma colectiva. Siempre es bueno partir de una coincidencia que no tiene su antagónico: somos una necrológica latente…, todos, el cementerio está lleno de imprescindibles. Cuando pienso en ello sé que construir colectivamente es también construirme o reconstruirme para un hoy que goza de ser fugaz con vistas a un mañana que también lo será, pero es necesario creer en la inmortalidad para proyectar y proyectarnos en la vida, aún a sabiendas de que la rueda siempre gira …
La Existencia del Alma
“La mejor manera para convencer a un incrédulo de la existencia del alma es rompíendosela”
Leopoldo Marechal