De quien hablamos cuando criticamos, del criticado o de nosotros mismos. El periodista Jorge Lanata, que esta como un globo que revienta, con un pie adentro y otro afuera, se refirió a Cristina Fernández hace un tiempo, en unos de sus exabruptos, “Usted sin nada, es una pobre vieja enferma, sola, peleando contra el olvido, y arañando un lugar en la historia que ojalá la juzgue como la mierda que fue”
Lo mismo me paso cuando escuche a Mirtha Legrand, que desde que hizo los almuerzos dejo de trabajar como actriz, que lo único que protagonizó fue en el 2012, en “La dueña”, que significó su retorno a la actuación televisiva después de 46 años, donde mostro muy pocas dotes para actuar en televisión, referirse a la ex mandataria como: «Cristina es una actriz frustrada».
Por otra lado, vemos a ciertas personas referirse a otras como ignorantes, vagos y/o ladrones, cuando uno los observa y parecieran formar parte de lo que critican.
He escuchado a periodistas que se refieren a un jugador o a un técnico y lo llaman “fracasado”, como si un partido de futbol o campeonato definiera la trayectoria o la vida de una persona, a decir verdad, si sopesáramos a ambos se llevarían una sorpresa.
También, lo vemos reflejado en la vida cotidiana con ciertas personas al referirse a otros con imperativos juicios categóricos y definitivos.
Entonces me pregunto, ¿De quién hablamos cuando somos exageradamente fustigadores?, hablamos de ellos o hablamos de nuestros propios defectos que queremos ver reflejamos en ellos, como una forma de sublimación de nuestras propias frustraciones, es decir, ver lo peor de uno en la gente que repelemos y de esta forma exorcizar nuestros propios pecados.
Hay una novela del escritor checo Milan Kundera que se titula “La insoportable levedad del ser”, a veces se nos hace insoportable sobrellevar lo que somos, por más bienes patrimoniales, por más fama o reconocimiento que se tenga. El mismo autor sentencia: «El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores.
Utilizar muchos adjetivos calificativos, pareciera que es inversamente proporcional a la fundamentación de argumentos, cuanto menos argumento más adjetivos calificativos.
La vida es un devenir permanente, entiendo que hay que ser más comprensivo, nuestros viejos decían: “no hay que escupir para arriba”, “la vida es una rueda”. La empatía radica en tratar de comprender, es un hábito que es posible practicar, sin dejar de ser uno mismo. Hay que mutilar el odio, eso no quiere decir dejar de reclamar justicia, me refiero al odio gratuito u oneroso, porque también es real que a veces esta fomentado para crear un clima de incertidumbre.
Podemos darnos cuenta, que hay cosas que adquirimos tan solo porque nutren a nuestro encono, sin importarnos la veracidad, lo hacemos solo porque alimentamos nuestras emociones, refuerza nuestra mirada, nuestras heridas o miedos, también porque nos permite sentirnos parte del grupo de pertenencia o al que aspiramos ser.
Al decir de Mateyco:: Digo, de pronto, me parece.