El bolsillo no daba ni para cal. Hasta que un día surgió la solución salvadora: ¡Azul para lavar la ropa! Por moneditas, podía proveerse de unos cuantos de aquellos cubitos azules que servían para blanquear las prendas al enjuagarlas.
Ilustración de Carmen Goñi -2000
Cuartito Azul
Mariano Mores (Mariano Martínez) no era todavía la relevante figura de la música de Buenos Aires que después conocimos. Sin embargo, tenía ya una pequeña trayectoria artística. Se había iniciado pulsando las teclas del piano del ya olvidado Bar Vicente, en plena calle Corrientes, y del Balneario Municipal, cuyas salas de varieté habían visto pasar a figuras ya legendarias como Paquita Bernardo y Ernesto de la Cruz.
Acompañó, luego a La Cuyanita, integró nada menos que la orquesta de Roberto Firpo y conformó el Trío Mores. Como compositor, su milonga “Estampa de varón” y su canción “Gitana no habían logrado llevar aun su nombre a la popularidad”.
Pero fue en 1939, mientras se encontraba musicalizando la película “Senderos de fe”, cuando el éxito lo tocó con su varita mágica. Ignacio Corsini acababa de llevarle al disco precisamente, el 17 de julio de ese año- el tango “Cuartito Azul”, que había compuesto con versos de Mario Batistella, un letrista que lo aventajaba en 22 años y en muchísimas páginas de repercusión: “Al pie de la santa cruz”, “Desdén”, “Medallita de la suerte”, “Sueño querido”, “Melodía de arrabal”, “Me da pena confesarlo”, “Estudiante”, “Criollita de mis amores” (muchas de ellas a medias con Alfredo Le Pera), etcétera.
Mores tenía entonces apenas 17 años. Después vendrían mil y una composiciones de antología, como “Uno”, “Taquito militar”, “Cafetín de Buenos Aires”, “La Calesita”, “Bailonga”, “Adiós, pampa mía”, “Tanguera”, “ ¿Por qué la quise tanto?”, “Frente al mar”… En fin, ¿para qué seguir enumerando? Pero, seguramente ninguna de sus obras debe ser tan clara a sus recuerdos como “Cuartito Azul”.
Por aquellos días en que compuso su primer éxito, tenía un bulincito en Villa del Parque, más precisamente en Terrada 2410. Todavía no se daba, entre otros lujos, el de fumar puros. Si, en cambio, la mishadura lo tenía a maltratar. Tanto, que le resultaba imposible renovar la descascarada pintura de las paredes…
El bolsillo no daba ni para cal. Hasta que un día surgió la solución salvadora: ¡Azul para lavar la ropa! Por moneditas, podía proveerse de unos cuantos de aquellos cubitos azules que servían para blanquear las prendas al enjuagarlas. Un balde con agua, varias muestras del providencial producto, un pincel y las paredes quedaban como nuevas; completamente azuladas.
El inconveniente era que el color duraba unas contadas semanas y los muros volvían a estar como antes. Entonces, ¡a volver a comprar azul y a volver a pintar!
Menos trabajo que colorear las paredes le dio componer aquel tango al que, no por nada, tituló “Cuartito Azul” y al que Batistella doto del romanticismo necesario a fin de que no dejara traslucir el elemento de enjuague para la ropa que le dio origen.
Roberto Selles
San Benito En La Noticia álbum RETROCEDIENDO AL PASADO – Facebook
Azul para la Ropa
También lo conocíamos como añil y servía para darle un blanco inmaculado a toda la ropa blanca. El proceso era largo, primero se remojaba la ropa para sacarle el polvo, luego se lo hervía en una lata de aceite, seguidamente se sacaba para escobillarla y en el último enjuague se echaba el azul brasso. Como si eso fuera poco, finalmente a esta ropa blanca se planchaba con plancha de carbón.
Chiclayo De MIS Amores – Facebook – 16-07-18
Cuartito Azul
Cuartito azul, dulce morada de mi vida,
fiel testigo de mi tierna juventud,
llegó la hora de la triste despedida,
ya lo ves, todo en el mundo es inquietud.
Ya no soy más aquel muchacho oscuro;
todo un señor desde esta tarde soy.
Sin embargo, cuartito, te lo juro,
nunca estuve tan triste como hoy.
Cuartito azul
de mi primera pasión,
vos guardarás
todo mi corazón.
Si alguna vez
volviera la que amé
vos le dirás
que nunca la olvidé.
Cuartito azul,
hoy te canto mi adiós.
Ya no abriré
tu puerta y tu balcón.
Aquí viví toda mi ardiente fantasía
y al amor con alegría le canté;
aquí fue donde sollozó la amada mía
recitándome los versos de Chénier.
Quizá tendré para enorgullecerme
gloria y honor como nadie alcanzó,
pero nada podrá ya parecerme
tan lindo y tan sincero
como vos.
Tango – 1939
Música: Mariano Mores
Letra: Mario Battistella