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José Ingenieros y el Hombre Mediocre
Los cimientos morales de la paz social y la concordia humana deben ser la justicia social y la solidaridad
José Ingenieros y el Hombre Mediocre

Por formidable que sea la resistencia  del capitalismo (y nadie puede poner en duda que lo es), el resultado será el mismo, más tarde o más temprano, después de tremendas represiones y de vengativas violencias.

José Ingenieros – Caras y Caretas – Mayo 2009 – Ilustración Alfredo Sábat

José Ingenieros, el Hombre que Miraba al Futuro
“Solo habrá justicia cuando sea imposible la explotación del hombre por el hombre, cuando el derecho a la vida tenga por condiciones ineludible el deber del trabajo: solo habrá solidaridad cuando desaparezcan las clases parásitos, cuando todos los seres humanos se sientan hermanados en la dignidad del trabajo”

El siciliano Giuseppe Ingegneri, que había nacido el 24 de abril de 1877 en Palermo, llegó muy joven a la Argentina, donde castellanizo su nombre a José Ingenieros. En 1897 se recibió de farmacéutico y en 1900 de médico. Fue discípulo del pionero de la neurología José María Ramos Mejía, quien seguramente lo influyó para que se  especializara en psiquiatría y patologías mentales. Su tesis La simulación de la locura obtuvo medalla de oro en la Academia Nacional de Medicina y fue premiada en la de París. Con sólo 23 años ingresó a la catedra de neurología de su maestro y, de inmediato, el Servicio de Observación de Alienados de la policía porteña. En 1908 fundó la Sociedad de Psicología y escribió el primer libro de enseñanza de esa disciplina que hubo en el país. Ingenieros también asumió la dirección del Instituto de Criminología de la Penitenciaria Nacional de Buenos Aires. En su madurez dijo: “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de donde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van” y la frase lo pintó de cuerpo entero: Ingenieros fue médico, criminalista, el incursiono en la sociología, en la literatura y en la política. En 1913 publicó La sociología argentina y, más tarde, La evolución de las ideas argentinas, una colección de grandes pensadores argentinos. En 1918 fue elegido vicedecano en Filosofía y Letras y en 1919 dejó sus cargos docentes y comenzó su lucha política. Fundó la Revista de Filosofía y publicó obras de sociología, la principal, El hombre mediocre. Ingenieros, hombre del pensamiento positivista, fue uno de los fundadores del socialismo en la Argentina, aunque no participó en la actividad partidaria. Murió el 31 de octubre de 1925 a los 48 años.

– ¿Cómo definiría el sistema capitalista?
-El capitalismo se encuentra en el caso de un enfermo incurable que dispone de fabulosos recursos para costearse médicos y drogas que puedan prolongar sus días, o que, simplemente, se lo prometan. La paz social es irrealizable sin satisfacer la justicia económica reclamada hoy por las clases productoras. La extinción del parasitismo social es, pues, incompatible con el régimen capitalista que lo ha centuplicado. Por formidable que sea la resistencia  del capitalismo (y nadie puede poner en duda que lo es), el resultado será el mismo, más tarde o más temprano, después de tremendas represiones y de vengativas violencias. Los intereses creados por el régimen capitalista están de pie, abiertas sus fauces insaciables. ¿Qué anhelan? Asegurar su parasitismo y mantener a las clases trabajadoras en la servidumbre económica. ¿Qué piden los parásitos vencedores? Beneficios, privilegios, intereses, dinero. ¿Qué defienden los parásitos vencidos? Beneficios, privilegios, intereses, dinero. Ese conjunto de aspiraciones contrarias a la Justicia se refleja en la mente de los beneficiarios como un todo sistemático y coherente. Es la vieja conciencia moral que no vacila ante los medios más reprobables para obtener sus fines delictuosos: perpetuar los privilegios de los parásitos, mantener la explotación del trabajo ajeno, impedir la concordia humana.

Los cimientos morales de la paz social deben ser la justicia social y la solidaridad. Sólo habrá  justicia cuando sea imposible la explotación del hombre por el hombre, cuando el derecho a la vida tenga por condición ineludible el deber del trabajo; solo habrá solidaridad cuando desaparezcan las clases parasitas, cuando todos los seres humanos se sientan hermanados en la dignidad del trabajo.

José Ingenieros – Caricatura de Atlántida – 1937

-¿Cómo se imagina o sueña el porvenir de nuestro país?
– Creo posible que nuestros hijos miren como cosas corrientes muchos de los ideales que nuestros padres consideraban utopías irrealizables: el nuevo régimen tributario, la desaparición de los privilegios de clase, los derechos de los trabajadores, la capacidad política y civil de la mujer, la asistencia social por el Estado, los tribunales de arbitraje en materia internacional, la eugenesia, la supresión de las burocracias parasitarias, la igualdad de las iglesias ante el Estado, la educación integral. Ciegos, los que no lo ven, paralíticos, los que no se preparan a adaptarse a ese nuevo régimen social, que irá surgiendo naturalmente de los sucesos. Y para no ser ciegos ni paralíticos en un mundo que será movido por nuevos ideales, no conocemos, hasta ahora, sino una profilaxia segura: la educación ideal de Sarmiento, tal como él lo concibió y lo practicó durante toda su vida, por vocación y por principio, una educación para el porvenir, libre de las mentiras del pasado.

-¿Qué importancia le da a la educación en las concreciones de ese porvenir?
-Merecen más confianza los maestros de escuela que los hombres políticos. Pertenecemos a una nueva raza que ha sabido llenar de mieses opinas y de haciendas magnificas las llanuras desiertas de esta parte del mundo, consiguiendo los laureles que nacen del trabajo, primera virtud que nace de los pueblos nuevos; pero no olvidar la segunda virtud, la cultura, que da a los pueblos otras glorias más nobles, permite saber para prever, ayuda a distinguir los ideales de las supersticiones, enseña a no confundir con auroras los crepúsculos. Esta labor, que no pueden iniciar los gobiernos deudores sin que les corte el crédito el gobierno acreedor, podría ser la misión de la juventud latinoamericana. ¿Qué consideraciones diplomáticas impedirían que los intelectuales más representativos de varios países iniciaran un movimiento de resistencia moral a la expansión imperialista? No olvidarnos que muy nobles y previsores gritos de alarma, lanzados por distinguidos escritores, no han tenido eco ni continuidad por falta de cohesión. ¿No podría aprovecharse la experiencia y dar organización a tanto esfuerzo que se esteriliza por el aislamiento?

-Usted fue un testigo directo de uno de los primeros combates entre la Iglesia y el Estado en la Argentina. ¿Qué puede decir al respecto?
-La lucha entre la Iglesia y el Estado es uno de los motores subterráneos de toda la política del siglo XIX, en las naciones donde la religión católica es profesada por el pueblo o auspiciada por el gobierno. Los cambios constitucionales e inconstitucionales no la suprimen ni resuelven en momento alguno; debajo de los intereses propiamente nacionales se mueve un partido político internacional, admirablemente organizado, más eficaz porque opera a la sordina, con un programa sencillo: mantener la preeminencia de la Santa Sede en todas las naciones y hajo todos los regímenes. El concepto básico de la religión de Estado no fue propio del cristianismo primitivo desde ese punto de vista la política católica, consecutiva al triunfo temporal de su Iglesia, implica la negación de las originarias aspiraciones cristianas. Mientras las creyentes en Cristo fueron perseguidos por las autoridades políticas, su programa fue reclamar la libertad de conciencia y la libertad de cultos, de esos principios renegó la Iglesia en cuanto pasó a ser oficialmente protegida por el Imperio, convirtiéndose en opresora de las conciencias y perseguidora de los demás cultos. Desde Constantino se inicia el régimen encaminado a suprimir toda religión que no sea la del Estado, y la Iglesia católica ha crecido a favor de esa complicidad, sin perjuicio de reñir diariamente la tiara y la corona sobre lo que a cada una correspondería en la materialidad del reparto. Entre los beneficiarios de la sociedad feudal ninguno tuvo una importancia comparable a la Iglesia católica. Su fuerza, antes que en la fe de los creyentes, residió en su organización política internacional, que le permitió sacar ver tajas de las discordias entre las dinastías, bendiciendo a unas, excomulgando a otras, levantando en cada país facciones apoyadas desde el extranjero, y, en suma, comprometiendo en todas partes la vida nacional en beneficio del poder cosmopolita que tenía su cabeza visible en la Santa Sede pontificia. Esa fue, en vísperas de la Revolución Francesa, la causa primordial de la guerra promovida en todos los estados católicos centra la Compañía de Jesús, erigida en milicia de la Sele Apostólica

-¿Usted cree que entre la universidad y la sociedad debe haber un contacto permanente y que la iniciativa debe partir de las casas de estudio atentas a los problemas y padecimientos populares?
-En las naciones civilizadas contemporáneas, la universidades para a ser el laboratorio donde se plasma la ideología social, recogiendo todas las experiencias, auscultando todas las aspiraciones, elaborando todos los ideales. Ningún problema vital para la sociedad puede serle indiferente; si pensar bien es la única manera de obrar con eficacia, la universidad debe ser una escuela de acción social, adaptada a su medio y a su tiempo. Las corrientes ideológicas no se forman al azar. Los hombres de genio las comprenden antes que otros o las expresan mejor que los demás, pero no las determinan arbitrariamente, llegan hasta ellos desde a experiencia social misma, encendiéndolos, como la invisible corriente eléctrica se torna luminosa cuando atraviesa el carbón insensible de una lámpara. Cada sociedad, en cada época, engendra «sistemas de ideas generales» que influyen de manera homogénea sobre la conciencia colectiva y son aplicados a la solución de los problemas que más vitalmente la interesan.

-¿Cree usted que existe una argentinidad, una mentalidad argentina?
-La nacionalidad argentina se está constituyendo como pro- ducto de causas distintas de las que determinaron la formación de las naciones orientales y europeas: otro es el medio y otra es la amalgama inicial. La naturaleza, los elementos étnicos refundidos en nueva raza, los orígenes de su cultura, la evolución de los ideales directivos, todo lo que converge a caracterizar una mentalidad nacional, difiere en mucha parte de los modelos conocidos. Por eso la renovación de las ideas generales incesante en la humanidad, aunque distinta en cada punto del espacio o momento del tiempo se operará entre nosotros con diversos ritmos y acentos que en las naciones formadas o dirigidas por tradiciones que no son las nuestras. No tendremos el trabajo de olvidar que es lucha agotadora para los que viven del recuerdo. De la experiencia contemporánea tomaremos lo que sirva, todo lo que sirva, sin lástima cualquiera filtración medieval que la contradiga; lo que sea futuro, en el mundo de la experiencia y del ideal, podremos sembrarlo en nuestra virgen mentalidad argentina, libre de errores hereditarios que en nombre de ideales muertos nos impidan entregarnos a idea- les vivos. Cuando esa hora llegue -que llegará, en años o en siglos- nuestra nacionalidad tendrá un pensamiento propio e inconfundible. Y será su filósofo aquel genio que sepa expresar en fórmulas nuestro sentido nuevo para plantear los problemas que en otros tiempos y en otras razas constituyeron el contenido de toda filosofía.

Las Respuestas de Ingenieros Provienen de:

-José Ingenieros. La Universidad del Porvenir – Editorial Inquietud, Buenos Aires – 1956.
-José Ingenieros. Obras Completas – Editorial Elmer – Buenos Aires – 1956.
-José Ingenieros. La Evolución de las Ideas Argentinas – Editorial Elmer – Buenos Aires – 1956.
-José Ingenieros. Las Direcciones Filosóficas de la Cultura Argentina – Eudeba – Buenos Aires -1963.
-José Ingenieros. El Hombre Mediocre – Longseller – Buenos Aires – 2004.

Caras y Caretas – Mayo 2009 – Por Felipe Pigna – Ilustración Alfredo Sábat

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