La poesía es ese infinito mundo que, con resignación, sé que es como un mar que jamás abarcaré, como sería imposible abarcar todas las sensaciones, vivencias y sentires durante una sola existencia. Podremos hablar de metonimia, metáfora, oxímoron, de poiesis, inspiración, odas, lírica y mucho más, pero siempre será necesario recurrir a la Grecia clásica para ir más lejos, a la fuente.
En el caso de las poetas mujeres destaco a Safo de Lesbos y Nosside de Locri. Una supo ponerle el corazón profundo a las palabras que eran cantadas con la lira, la otra se la reconoce por los epigramas, entre otras cosas.
El epigrama como su nombre indica en griego, era una inscripción que se ponía sobre un objeto, una estatua, un regalo o una tumba; los epigramas sobre las tumbas formaron clase aparte y se denominaron epitafios.
Nósside, dirigiéndose a un hipotético visitante, le recuerda que es poeta «Fui querida por las Musas», y luego añade: «… mi patria es Locri… y mi nombre es Nósside…”, a su vez sabemos poco, casi nada, sobre la poetisa Nósside, e incluso lo poco que sabemos sigue siendo objeto, incluso hoy, de extensas y apasionadas discusiones. Y me pregunto, desde mi humilde lugar del anonimato qué diría hoy una mujer ante cualquier visitante que amase la poesía, es entonces cuando creo que la eternidad poética existe, quién no desearía decir que ha sido querida por las Musas, mencionar su nombre y el nombre de su patria o quién se atrevería a desconocer que no hay nada más dulce que el amor.
“Nada más dulce que el amor. Todas las dichas en segundo lugar quedan. De mi boca escupí hasta la miel.”
Nósside
¿Pondríamos un epigrama en un regalo o el regalo es el epigrama? ¿Valoraríamos a otra poeta mujer del mismo modo en que se valoraban mutuamente en la antigüedad? La respuesta más cercana es Sí, afortunadamente hoy, las mujeres que saben de sus vuelos reconocen los vuelos de las demás.
“Extranjero, si navegas hacia Mitilene de bellos coros para coger la flor de las gracias de Safo, dile que una mujer de Lócride, cara a la Musas y también a ella, dio a luz otros cantos parecidos y que mi nombre es Nosis.”
Y es entonces cuando el epigrama se hace fuerte, porque nos nombra, porque nombramos, porque nos identifica, porque identificamos, porque convertimos y nos convierte. El ayer es un parpadeo y garabateo el obsequio de este trazo:
No es estéril
la luz
que abre paso
somos aquello que nos nombra
y también lo que nombramos
por los siglos de los siglos
mientras pasamos.
Ana Caliyuri