Corrían los días de 1932 y esos versos fueron escritos por la primera mujer que se atrevió a “cometer” letras de tango, María Luisa Carnelli, que firmaba con el seudónimo “Luis Mario”. El protagonista de esa letra es un hombre arrepentido del matrimonio.
Ilustración Miguel Ángel Lucero – 2000
“¡Quiero Papita!”
Despuntaba este siglo qua ya amenaza con irse cuando Ernesto Ponzio compuso un tango retozón y compadrito – como los que caracterizaron su impetuoso estilo guardIaviejista- al que tituló “¡Quiero papita!”. Tal título, pícaramente metafórico, delataba una génesis prostibularia: recuérdese que por aquellos tiempos, como música de moda, el tango había hallado buena acogida entre los conjuntos que amenizaban los bailes de burdel. Algún anónimo bardo le adaptó, por entonces, una copla cuyo doble sentido es evidente: “¡Quiero papita!”/ ¡Papita, tesoro!/ ¡Dame papita, / papita pa’l loro!”.
Francisco García Jiménez evoca que este tango se contó “entre los primeros embajadores de la melodía porteña que recibió París en el comienzo de los años diez” y en 1913, Rubén Darío que se hallaba en París- escribía acerca de las orquestas de zíngaros que amenizaban cafés y restaurantes con “sus valses, sus cakewalks, sus czardas y su hoy indispensable tango argentino; por ejemplo: “¡Quiero papita!””.
Pasó el tiempo, los días del éxito parisiense quedaron en el recuerdo y próxima a eclipsarse su vida. Ponzio tuve la idea de hacer versificar su viejo tango Por supuesto, con una letra decente, acaso porque aquellos títulos prostibularios pertenecían a una etapa de la música de Buenos Aires ya superada o, más probablemente, porque el hecho de convertirlo en una obra cantable podría asegurar su perdurabilidad.
Corrían los días de 1932 y esos versos fueron escritos por la primera mujer que se atrevió a “cometer” letras de tango, María Luisa Carnelli, que firmaba con el seudónimo “Luis Mario”. El protagonista de esa letra es un hombre arrepentido del matrimonio: “¡Que vida…lita!/ Con ‘donna’, sin vento, / y oyendo el cuento: / ¡Yo quiero papita…!/ Dame dinero, / pásame la guita, / no te hagas el sordo, / que hay que parar el puchero; / ¡papita, papita, quiero comer!”.
La perdurabilidad, aun así, no quedo del todo asegurada. Esa letra fue grabada por Alberto Gómez con la Típica Víctor (1932), cayó en el olvido y la rescató Walter Yonsky con el Cuarteto del Centenario en 1975.
Roberto Selles
María Luisa Carnelli mujer que se impuso en un mundo de hombres y ayudaron a empezar a cambiar la dirección que tenia el tango, hasta convertirlo en una expresión artística que evolucionó y lucha por alejarse, afortunadamente, de sus orígenes machistas y discriminadores. Nacida en Buenos Aires en 1898, en el seno de una familia de clase media acomodada, penúltima de cinco hermanos, recibió una esmerada educación en colegios privados y, muy joven, se convirtió en una periodista de nota y en una poetisa bien considerada por la crítica. Su historia es una curiosidad que muy pocos recuerdan: tanto a ella como a sus hermanos les apasionaba el tango; como el padre blasfemaba contra “esa música basta, desagradable, prostibularia”, y había prohibido que nadie de su casa se vinculase en modo alguno con ella, los chiquilines bailaban a escondidas y bajaban el volumen del gramófono para ocultar su “pecado”.
Ya consagrada por obras como ‘Versos de mujer’ (1922), María Luisa se desvivía por escribir letras de tango de mejor nivel, inspirada por otros poetas finos que lo habían intentado con éxito, caso de Manuel Ferradás Campos, autor de ‘Será una noche’, texto que fue una cuña metida en medio del corazón del lunfardo a comienzos de la década de 1920, cuando el “cocoliche” era todavía la principal fuente de inspiración de los creadores. Casada por imposición paterna muy joven, se divorció a los pocos años y se convirtió en la compañera de otro poeta, Enrique González Tuñón, hermano de Raúl, a quien acompañó hasta su muerte. Fue durante esa relación que hizo, entre otras, las letras de ‘El malevo’, de Julio de Caro, ‘Cuando llora la milonga’, de Juan de Dios Filiberto’ y ‘Pa’l cambalache’, de Rafael Rossi. Temerosa de la reacción de su padre, pese a que ya era una mujer hecha y derecha, nunca registró tango alguno con su verdadero nombre; usó los seudónimos de Mario Castro o Luis Mario y jamás los cambió, ni siquiera luego de fallecido su progenitor.
Lideresas – Tango Club – 11-02-20 – Facebook
Quiero Papita
Yo soy un gil, quién me mandó
Tener mujer,
Lugar pa´ dos y no poder,
Tirarme un par de lindos mangos,
A la marchanta
Si es mi placer.
Me liquidó, en la verdad
El metejón,
La vi y caí y el “refalón”,
Fue de ritual como en los tangos,
Pero esta vuelta
Palmó el gavión.
Que vidalita
Con dona,
Sin vento
Y oyendo el cuento…
Yo quiero papita.
Hablado:
Todos los días la misma milonga…
Dame dinero, pasame la guita
A vos te lo digo, no te hagas el zonzo.
Que hay que parar el puchero
Papita, papita, que quiero morfar.
Hoy quien me ve
No puede creer
Lo que antes fui,
Gran tallador
Buen bailarín,
Libre y feliz, muchacho rana
Con larga fama de malandrín.
Quien me mandó
Querer mujer,
Hay que yugar
Todito el mes. Y amarrocar,
Para escuchar, papita quiero
Pará el puchero, que hay que morfar.
Letra: Mario Castro (o Luis Mario) (María Luisa Carnelli)
Música: Ernesto Ponzio (El “Pibe” Ernesto)
Grabado por la Orquesta Típica Víctor cantando el estribillo Alberto Gómez.
Grabado por El Cuarteto Del Centenario con La voz de Walter Yonski. (letra completa)
(colaboración enviada (letra completa y grabación Yonski) desde la ROU, por el amigo Wilson Rodríguez Bortagaray. 01-2020)