Costumbres
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El Tabaco Tiene su Historia
Los primeros indicios del uso humano del tabaco se remontan a miles de años antes de la llegada de los europeos a nuestro continente
El Tabaco Tiene su Historia

En épocas en que hasta la yerba mate se vuelve casi un objeto de consumo suntuario, un humilde cigarrito armado a mano, sirve para compartir humo y sueños con algún amigo; o a solas con la propia conciencia.

El Tabaco Tiene su Historia
Los primeros indicios del uso humano del tabaco se remontan a miles de años antes de la llegada de los europeos a nuestro continente. Planta originaria de América, los conquistadores españoles descubrieron que los aborígenes la utilizaban con fines medicinales, religiosos y prácticas domésticas; entre otras, las hojas para la mascada. No debe asombrarnos la multiplicidad de usos, ya que en las culturas primitivas la religión, la magia y el conocimiento empírico, solían concentrarse en determinadas personas (sacerdotes, hechiceros, etc.), porque la acumulación de conocimiento siempre fue poder.

En Europa comienza a difundirse en el siglo XVI y se atribuye al marino Rodrigo de Jerez y otros de sus camaradas, integrantes de la nao capitana Santa María comandada por Cristóbal Colón, que habrían descubierto el tabaco en Cuba. El nombre de la planta provendría de Haití, la que luego sería rebautizada científicamente en Europa como nicotiana tabacum. No obstante, los primeros cultivos sistemáticos lo habrían hecho los españoles en 1530 en la isla de Santo Domingo.

Años después, el viajero italiano con inquietudes periodísticas, llamado Gerólamo Benzoni, recopila sus memorias de viajes obtenidas a lo largo de una década recorriendo El Caribe y visitando distintos territorios, cuando la conquista española estaba en su apogeo. El producto de ese trabajo minucioso fue titulado La Historia del Mondo Nuovo, que alcanzó gran éxito editorial.

En sus páginas el autor describe la costumbre de los nativos de fumar una planta, que no era otra que el tabaco.

Cuando su consumo se popularizó en Europa, algunos médicos lo comenzaron a recomendar por sus presuntas propiedades curativas.

En el siglo siguiente los cultivos obtenidos en el actual estado de Virginia (Estados Unidos), se estiman de calidad superior a los caribeños, obteniendo un tipo de tabaco muy prestigioso. Los usuarios del Viejo Mundo fuman tabaco en pipa y se difunde el uso de rapé; éste es tabaco en polvo que se aspira por la nariz. A éstos consumos le habrían seguido el cigarro en hoja y mucho más adelante, el cigarrillo; que finalmente lidera el hábito de fumar, montando una industria mundial que en el siglo XXI, se encuentra en franca retirada.

Pese a que los cigarrillos de marca dominante son estadounidenses y europeos, se considera que los originales provenían de Egipto y Turquía.

En nuestras tierras y en fecha tan temprana como finales del siglo XVIII, se estableció en el Buenos Aires colonial la Dirección y Rentas de Tabacos y Naipes de Buenos Aires. Está claro que más allá de la necesidad de contar con estructuras burocráticas que garantizaran el funcionamiento de la administración virreinal, estaba la cuestión recaudatoria. Prueba de ello, es la existencia de ésta repartición en cuyo mismo edificio, convivían oficinas, una fábrica de cigarros, depósito de tabaco y naipes.

Los impuestos sobre éstos productos generarían una interesante entrada a las arcas reales, suponiendo que se cobraran debidamente, ya que la evasión fiscal y el contrabando eran habituales en la Ciudad de la Santísima Trinidad. Se atribuye a sus habitantes y no pocos funcionarios la frase “Acátese pero no se cumpla”, al tomar conocimiento de una nueva norma destinada a reprimir el comercio ilegal.

Qué la venta de cigarros y naipes fuera una fuente de ingresos importante para el fisco, confirma la temprana pasión de los porteños por el “pucho” y la “timba”.

Acerca de la primitiva industria tabacalera porteña, el escritor José Antonio Wilde cuenta que los almaceneros de la ciudad contaban con un picador de tabaco ambulante que trabajaba por producción, en el mismo local. El artesano picaba el tabaco en una lata y luego envolvía la pieza en “papel de hilo”. Y aclara: “No se envolvían los cigarros en papel de plomo ni tenían envelope con etiqueta, ni nos favorecían los fabricantes con sus importantes efigies; en fin, carecían de toda clase de cubierta. Se ataban simplemente por ambas extremidades, con hilo negro o colorado, en número de 16 a 20, y cada atado se vendía por un medio de plata y más tarde por un peso papel, reduciéndose gradualmente el número de cigarrillos hasta quedar en nuestros días en ¡ocho!” (1).

Pese a que ya se conocía el tabaco de Virginia, los cigarros más consumidos eran los de hoja elaborados con tabaco procedente de Paraguay, Corrientes, Tucumán y a veces habanos.

Con el paso de los años y el surgimiento de las grandes manufacturas multinacionales con su tenaz publicidad, el “pucho” ganó todas las geografías.

En la cultura masculina porteña, el primer cigarrillo durante décadas representaba el paso a la adultez, casi siempre antes de recibir la Libreta de Enrolamiento (18 años) y la llave de la casa; pero las mujeres no iban en zaga, ya que en todas las épocas con mayor o menor visibilidad, también fumaron.

Buenos Aires tuvo fábricas muy importantes, como las que a finales del siglo XIX ocupaban un sitio destacado. Son algunas de ellas: Fábrica Nacional de Tabacos en Barrio Once (1600 empleados), luego La Perla de Cuba (Once, 300 obreros), La Vencedora (Constitución, 500 trabajadores) y las emblemáticas Nobleza y Piccardo, que luego se fusionaron liderando el mercado local durante muchos años.

En sus años de gloria, las tabacaleras locales ofrecían importantes premios y sus publicidades desbordaron las carteleras del Centro, las páginas de revistas y diarios y marcas como Saratoga, Derby, Particulares, Jockey Club, los toscanos Avanti, los codiciados Lucky Strike y Benson & Hedges (importados) y otros, fueron parte del paisaje ciudadano. El negocio apuntó también al segmento femenino, y en los años ‘60 surgieron los Virginia Slim, que con suerte diversa transitaron la historia de nuestros cigarrillos.

La creciente toma de conciencia acerca de la relación entre tabaco y enfermedades pulmonares graves (cáncer, enfisemas y otras) y las campañas estatales advirtiendo a los fumadores, a lo que hay que agregar los elevados impuestos y las prohibiciones de fumar en espacios públicos y privados compartidos, redujo considerablemente el consumo del cigarrillo; pero si bien los consumidores siguen existiendo, los precios elevados inclinan a muchos a volver (como lo hacían nuestros mayores), a comprar tabaco a granel, papel y armar su propio cigarrillo.

En épocas en que hasta la yerba mate se vuelve casi un objeto de consumo suntuario, un humilde cigarrito armado a mano, sirve para compartir humo y sueños con algún amigo; o a solas con la propia conciencia.

1 )Wilde José Antonio – Buenos Aires desde setenta años atrás – Editorial Espasa Calpe S.A., Buenos Aires, mayo de 1944.-

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