Asistimos a la emergencia de formas relativamente impredecibles de expresión política. Una nueva categoría que los cientistas políticos podrían denominar como liderazgos populistas extra políticos. La participación política formal a través de la emisión del voto, está más referida u orientada por y desde los medios de comunicación masiva, que intermediada y organizada por los partidos políticos o las organizaciones corporativas; algunas de las que, de tradicionales han pasado a ser cristalizaciones inestables, superadas por el debilitamiento del llamado voto cautivo, y las lealtades regionales y familiares. En relación con éste como con otros fenómenos culturales debemos consignar la alteración, redefinición y debilitamiento de los límites de los espacios públicos y el ámbito privado, que altera las relaciones personales y la debida interacción supuesta en el espacio educativo. Esta transformación de las expresiones políticas está en parte ligada al retroceso de la capacidad de elaboración de convocatorias con respuesta mayoritaria desde perspectivas utópicas, las que alentaban y sostenían una diversa orientación respecto de la intervención grupal en los espacios públicos y ofrecían unos horizontes de sentido que en la actualidad necesitan o tienden a instalarse o elaborarse desde otros espacios de búsqueda individual o grupal. La multiplicación de la oferta, las expresiones y adhesiones en el ámbito de la religiosidad que hasta hace pocas décadas emergía como monolíticamente homogénea hoy pone de manifiesto una diversidad cuya significación es aún objeto de análisis y controversia en nuestras sociedades. Frente a todo este panorama habría que preguntarse, ¿qué ha sucedido en los últimos diez o quince años en y con los mecanismos de expresión cultural y con la relación entre cultura sociedad y estado? (CASTELLS: 1983) En términos generales podemos resumir algunas de las transformaciones que se han dado en el campo cultural:
a-Se superó definitivamente el límite que definía exclusivamente a la cultura de élite como símbolo de pertenencia de un sector privilegiado y se concreta el reconocimiento de la existencia de una cultura de masas comercializada. Obviamente esto no significa que hay una validación acrítica de toda producción, simplemente resulta imposible desconocer su presencia, influencia y capacidad de interactuar con conductas grupales no sólo en lo que hace a su consumo, sino a su incorporación al inventario sígnico y como complemento de representaciones e instalaciones de mundos simbólicos.
b- La sociedad, en general y los grupos étnicos, regionales o migrantes plantean como reivindicación la provisión de servicios culturales o por lo menos el derecho a reclamar un espacio de instalación de sus propios elementos representativos. Esto produce un cambio importante en el campo de la cultura y en la demanda de servicios educativos, porque si bien hay desde siempre servicios comercializados de acceso tradicional por parte de las elites, en la actualidad muchas demandas culturales se conciben como un servicio social en estrecha relación con el modo y el nivel de vida de los sectores populares. La satisfacción de estas demandas exige una mayor presencia de las instituciones, pero a la vez esto hace que el estado en su gestión se convierta también en un filtro que opera a través de la instalación del aparataje de la cultura. Este efecto igualmente resulta positivo ya que aumenta el acceso de una mayor parte de la población a bienes y servicios culturales pero con el sesgo de la lógica estatal en cada caso. Esta ampliación de los espacios para la instalación de formas de comunicación simbólica pluricultural incluye junto al contenido del código, el mismo instrumento de transmisión y crea el contexto de recepción. La demanda respecto de las instituciones que ofrezcan estos espacios está en relación con un plus de validación que otorga la calidad de quién reconoce como pertinente la particular expresión. Un aspecto complementario de estos procesos es el que a la burocratización y al control político estatal creciente de las manifestaciones culturales, se opone la demanda creciente de autogestión y autoproducción de contenidos culturales.
c- De modo similar, esta ampliación de la demanda, la producción y el consumo de bienes y servicios culturales genera procesos contradictorios. En la medida que la cultura de elite comienza a ser consumida en forma masiva, ésta tiende a generar códigos más impenetrables o más exclusivos para dificultar su traducción a las formas masivas. Y por otra parte se advierte una ampliación demasiado generalizadora de la definición de lo cultural que genera la banalización y la instalación contingente de elementos efímeros, en paralelo a una lógica de consumo de lo descartable, de algunas de sus expresiones. Para retomar un tema adelantado en términos de procesos generales, en el campo de la cultura en particular asistimos a la tensión que se produce entre la uniformación de algunos códigos culturales y una diversidad creciente de las formas culturales.
d- Junto a los medios de comunicación de masas como la televisión y la radio, conviven formas descentralizadas como el cassette, el vídeo y la televisión por cable o satélite. Investigaciones empíricas realizadas en Italia han puesto en evidencia que la un unificación del lenguaje en ese país se ha debido especialmente a la influencia o a las mismas necesidades de la televisión. Se sabe que el italiano tal como lo conocemos es el lenguaje de la clase media urbana y no el medio de comunicación oral de la aristocracia ni de las clases populares, que eran siempre los dialectos regionales. La unificación de estos lenguajes no se ha producido como tendió a creerse, fundamentalmente a través de la escuela pública.
e- La uniformación produce otro efecto alternativo, por una parte en amplios sectores del mundo se está pendiente o se conoce casi contemporáneamente que está sucediendo en una serie televisiva de difusión generalizada, al tiempo que surgen contrareacciones en el sentido de orientarse hacia una diversidad cultural cada vez mayor y hacia una reivindicación de la autonomía y la especificidad cultural, en especial en la participación y reclamo de espacios para la definición de los contenidos culturales que se consideran propios y con los que se interactúa.
Si como tantos otros períodos de la historia el presente se instala como crítico, nuestra pregunta frente a esta situación es: ¿Cuál es entonces el papel de la cultura? porque entre otros elementos el sistema de educación formal de todo grupo humano abreva, se nutre y otorga sentido a su manera de vivir, al proponer «su» solución cultural. En este punto es necesario introducir un problema central que es el que plantea la necesidad de explicitar la forma en que cada uno de nosotros se contesta la pregunta: ¿Qué es el hombre, o cual es el mapa de la naturaleza humana con que contamos?, porque según sea la respuesta se puede prever qué universo cultural y educativo se construye desde allí.
Porque la sociedad en que vivimos, la sociedad humana como una instalación simbólica no opera directamente sobre la realidad, sino a través de modelos (que podemos describir como mapas mentales que contienen diversas herramientas simbólicas, relatos fundacionales, representaciones teóricas, marcos epistemológicos y esquemas) que orientan nuestra percepción, influyen en nuestras conductas y establecen las claves argumentales de las «buenas» formas de pensar y actuar en el mundo. Son las formas que nos han venido diciendo cómo guerrear, cómo seducir, cómo y qué cazar, la forma de saludar al amigo o al en principio desconocido, o cómo mandar una nave a Marte… Independientemente de su innegable validez en cada situación su eficacia es contingente, porque estos modelos son construcciones sociales e históricas, aunque se impongan e incorporen de tal manera que pueden ser vividos como naturales y eternos[1].
Aldous Huxley ha dicho que somos «víctimas y beneficiarios de nuestra propia cultura».
Si como tantos otros periodos de la historia el presente se instala como crítico, en necesario formular la siguiente pregunta: ¿Cuál es entonces el papel de la cultura? Porque, entre otros elementos, el sistema de educación formal y formación cultural de todo grupo abreva, se nutre y otorga sentido a su manera de vivir al proponer “su” solución cultural.
Este es el peligro de encarar en forma mecánica y carente de sentido crítico una situación de crisis como la que venimos describiendo, refiriéndonos a un modelo cultural cerrado, en el cual estamos «naturalmente» inmersos, pero tan identificados al punto de confundir nuestra modelo con la realidad.
Mariano Juan Garreta
Fragmento – El Gestor Cultural – Ricardo Santillán Guemez y Héctor Ariel Olmos – Compiladores
1 Ver Santillán Güemes, Ricardo (2000): El campo de la cultura