Querido Goyeneche
Se ha hablado mucho sobre el Polaco. Desde estas calles agitadas que conocieron su aturdida ginebra y su fatigado camino, hasta la anti solemnidad de los Concejales de Buenos Aires que lo declararon Ciudadano Ilustre se ha hablado mucho sobre el Polaco. Pero nunca lo suficiente. Porque nadie puede agotar lo interminable.
Y él, justamente, es eso: un gesto interminable, una voz interminable, un patetismo interminable.
Tanto es así que, a veces, escuchándolo, mirándolo, sintiéndolo , creemos que es el inventor del tango, olvidándonos que el verdadero inventor , cualquiera lo sabe, aun los historiadores, fue Dios.
Por eso, como no está ni estará nunca todo dicho, dejamos aquí nuestro breve homenaje que, con la finalidad de que el Polaco, ese ángel dramático del asfalto, continúe sobrevolándonos la memoria, interminablemente. Aunque él, desde algún lugar lejano donde todo es sueño, diga de nosotros:
“No exagere, muchachos. Después de todo yo solo conté pequeñas historias”.
Eugenio Mandrini
El Tango de Platense
1944: Ayer, es decir. Mis pantalones cortos intentan aprender poses, lenguajes y gestos de los que gastan barajas en el barcito situado debajo de la tribuna principal en Manuela Pedraza y Crámer. El “Negro” Cáceres me avisa:
-Mirá al que entró. Ganó el concurso del Federal Argentino. Jopo rubio, saco cruzado, pisada ganadora. Del mostrador lo acucian:
-Cantate algo. Coloradooooo (todavía no era el Polaco, bautizado así por el Paya Ángel Díaz). Y llega la respuesta: “íbamos del brazo/ y tu suspirabas porque muy cerquita/ te decían mi bien…”
1949: La hinchada de la popular era comandada por Joaquín Costa (“Patarri”), su tío materno.
Había que hacer frente a la barra de Goma de San Lorenzo. Y apostrofar a los “pitucos” de las plateas: “¡Que grite la oficial! ¡Que grite la oficial!”. Triunfo ante Racing, el campeón y su admiración para el mejor jugador que conoció: Antonio Báez.
-¿Qué te pasa que andas así?, pregunto.
-Se murió mi mamá (ninguna vieja; la mamá). ¿Sabés como aprendí a cantar? Ella planchaba para afuera y yo con la radio le hacía dúo a Gardel.
1956: La mala en el futbol: sábados de primera B. Pero el gran paso como cantor: con Aníbal Troilo.
-¡Que malaria, Nene! ¿Quiénes son ésos de azul (Central Córdoba de Rosario)?
-Me largo con Bandoneón arrabalero, Pichuco quiere que empiece con una cuarteta hablada.
Escuchá: “Estabas arrugado y me miraba tu viejo corazón desafinado…”
1972: Es triunfador indiscutido. Al Colon con Horacio Salgán.
-Me comían los nervios ¿Viste que canté bajito?
-Te me estas agrandando. En Santa Rosa le dijiste a la gente que lo caballos no comen bombones. Se armó un lio bárbaro.
-¿Y qué querés? Me pedían El Motivo, La Última Curda, Garúa, siempre lo mismo. Y yo quería hacer Almita Herida, que es un temazo.
-1977: San Souci. Veintidós penales contra Lanús para salvarse del descenso.
-Con una oreja escuchaba los músicos y con la otra el Negro Bullrich en los relatos. María Nieves, que también es de Platense, me iba a informando. No hay derecho a hacer sufrir a un socio vitalicio. Mirá. Me dieron el carnet. Número 2550.
1979: En su casa siempre de la calle Melian. Voy completando los apuntes para la nota del libro sobre los 75 años del club. Es 31 diciembre. Viene la caminata por el barrio. Por coincidencia desde algún patio llega su voz en Casas viejas.
-No lo pasan nunca. Y es en las grabaciones donde me juego más. Imaginate este mismo lugar, pero no con calor. Es una tarde de lluvia, gris. Un tipo solo. Yo pienso que le estoy cantando a él.
Y sigue:
-De los nuestros; Pichuco, el Gallego, el Tata, como quieras, Floreal Ruiz. Pero Tony Bennet, en voz y melodía, nos mata a todos.
1980: 20 de mayo, se presenta el libro. En el dicha nota y una pequeña poesía. Llega el abrazo y el susurro de confesión al oírlo:
-Tiemblo el doble que siempre.
1982: Teatro Regina con Piazzolla. Lo encuentro allí agachado, a un costado del mostrador del boliche casi lindero, con un vasito de vino.
-Este tema de Horacio (El Gordo Triste) tiene una letra bárbara, pero no me la acuerdo bien.
-Ponela en el atril para leerla.
Después le aclara al público, cuando se coloca los lentes:
-Soy el primer cantor con espejuelos.
1984: Con la caravana de Tango Argentino en el Theatre Chatelec de París.
-Increíble: Tres mil personas por noche. Me tiraban flores. Me aprendí el recorrido del hotel hasta Aerolíneas para saber los resultados. Un pibe que laburaba ahí, con una maquinita, me sacaba los promedios para el descenso.
1985: Otra vez en Melian. Saborea un plato de sopa con el inconfundible ruidito barriotero de su paladar. Vamos dando forma a mi proyecto de libro: Goyeneche de Saavedra a Paris, con el estímulo generoso de Manuel Pampin, director de Editorial Corregidor. (Algún representante inteligente lo bloquea).
-Oíme bien. No es lo mismo “frio de sentir adentro mio” (¡Que solo estoy!) que “en esta noche tan fría y tan mía” (Garua). Son dos fríos distintos.
Pero con vos, cuando le decía, hace frio sin cuentos.
-Podemos hablar de Catunga Contursi cuando venía al Caño y se arreglaba el pelo de costado, haciendo pinta, con el whisky en la mano… Claro, el hijo de Pascual…Y de Pichuco, jugando al futbol de centrojás… Cuando grabé Tinta roja, me dijo: “Así. Polaco, pregunte…pregunte”. Es que yo decía bien marcado ¿Dónde estará mi arrabal? ¿Quién se robó mi niñez? Bueno. Mañana a la una empezamos…
Esperá que te cuento una de Mar del Plata.
Me para un sabihondo y me dice: “Cantás mejor que Gardel”. Claro, a él le dicen el Mudo y yo canto puntos, comas, silencios. Y lo miré fijo: “Nadie, oíme, nadie puede cantar como el ídolo”.
1987: Cancha de Huracán. Desempate por el descenso con Temperley. Debajo de la tribuna sube su remera.
-Mirá. Me traje la foto de Pichuco para que nos ayude a salvarnos.
Homero en Palermo. Comparte la cartelera con Rubén Juárez. Ocupantes privilegiados en las últimas butacas. Su compañera de siempre: “Lu” (Luisa) sostiene en brazos al último gran amor de su vida: Lorena, la nieta.
-¿Sabes qué tema prefiere la nena? Naranjo en Flor.
1994: Junio. Charla telefónica. Quiero aclarar algunas recreaciones de las suyas en Amurado y Confesión.
-¿Cómo andas de salud?
-Mal, Nene, mal. De miedo a morirme duermo con la luz prendida. Pero este año vi a Platense primero. ¿Te acordás que de pibe me iba a dormir sin comer si habíamos perdido?
Todos los calendarios. Todos los fasos, las copas y las noches. Un gol salvador. Un tango de discos y penumbras. Un temblor. Te estoy nombrando, Roberto.
Jorge Sepiurca – Buenos Aires Tango y lo Demás – Noviembre 1995
Arduo trabajo de investigación histórica le demando a nuestro amigo Jorge Sepiurca completar su libro “90 años del Club Atlético Platense- 1905-1995”, recientemente aparecido.
Solo un fanático sensible como él (socio vitalicio N° 495) pudo haber completado tan dilatado periodo. Precisamente, del voluminoso material que compone la obra, extraemos una nota cronológica que, entre tangos y goles lo tiene como protagonista a Roberto Goyeneche, otro hincha de Platense, de la misma estirpe fanática de Jorge.
Garganta con Arena
Ya ves, el día no amanece,
Polaco Goyeneche, cantame un tango más.
Ya ves, la noche se hace larga,
tu vida tiene un carma, cantar, siempre cantar.
Tu voz que al tango lo emociona
diciendo el punto y coma que nadie le cantó.
Tu voz de duendes y fantasmas,
respira en el asma de un viejo bandoneón.
Canta garganta con arena,
tu voz tiene la pena que Malena no cantó.
Canta, que Juárez te condena
al lastimar tu pena con su blanco bandoneón.
Canta, la gente está aplaudiendo,
y aunque te estés muriendo no conocen tu dolor.
Canta que Troilo desde el cielo,
debajo de tu almohada un verso te dejó.
Cantor de un tango algo insolente,
hiciste que a la gente le duela tu dolor.
Cantor de un tango equilibrista,
más que cantor artista, con vicios de cantor.
Ya ves, a mí y a Buenos Aires
nos falta siempre el aire cuando no está tu voz.
A vos, que tanto me enseñaste
el día que cantaste conmigo una canción.
Tango – 1993
Música: Cacho Castaña
Letra: Cacho Castaña