Las Úlceras las Provoca Principalmente o Totalmente el Estrés
Hace poco más de dos décadas, era prácticamente inconcebible que tomar una píldora fuese el tratamiento más común para las úlceras pépticas -las úlceras que se forman en las paredes del estómago o del intestino delgado. Pero una serie de avances médicos, un audaz «experimento» personal y una concienzuda investigación transformaron la opinión médica establecida sobre las úlceras. Antes de mediados de la década de 1980, la mayoría de la gente, y también los médicos, estaban convencidos de que las úlceras eran causadas principalmente por el estrés.
También creían que los alimentos muy condimentados, un exceso de ácido en el estómago, el hábito de fumar y el consumo de alcohol desempeñaban un papel secundario importante en la formación de las úlceras. Hoy pensamos de otro modo, gracias al trabajo pionero de Barry Marshall y Robin Warren, que recibieron el premio Nobel por una innovadora investigación que cambió radicalmente nuestra forma de pensar acerca de las úlceras y de su tratamiento (Marshall & Warren, 1983). Muchos psicólogos influidos por los escritos de Sigmund Freud suponían que las úlceras eran consecuencia de una serie de conflictos psicológicos subyacentes.
El psicoanalista Franz Alexander (1950) sugería que las úlceras están relacionadas con el ansia infantil de ser alimentado y con los sentimientos de dependencia. En la adultez, estos conflictos supuestamente resurgían y activaban el sistema gastrointestinal (estómago e intestinos), asociado con la alimentación. La idea de que ciertas emociones y conflictos están asociados con las úlceras fue desacreditada por la investigación, sólo para ser sustituida por la creencia popular de que el estrés, junto con ciertos hábitos alimenticios y estilos de vida, era el principal culpable. Como destacan Thomas Gilovich y Kenneth Savitsky (1996), la creencia de que el estrés provoca úlceras surge de un uso indebido de la representatividad heurística.
Debido a que el estrés a menudo nos revuelve el estómago, parece razonable suponer que puede causar otros problemas estomacales, incluidas las úlceras. Con todo, las úlceras no son una exclusiva de los agobiados ejecutivos de las grandes empresas. Unos 25 millones de norteamericanos de todos los niveles socioeconómicos sufrirán el lacerante dolor que provoca una úlcera a lo largo de su vida (Sonnenberg, 1994). Pese a lo extendida que está la percepción pública de una íntima conexión entre el estrés y las úlceras, varios científicos sospechaban desde hacía tiempo que un agente infeccioso podía ser el responsable de al menos algunas de las úlceras.
Sin embargo, no fue hasta que Marshall y Warren (1983) identificaron un vínculo entre las úlceras pépticas y una bacteria -Helicobacter pilori- que se encuentra en las paredes del estómago y de los intestinos que los científicos empezaron a hacer progresos reales en la identificación de un agente específico causante de la enfermedad. Marshall y Warren descubrieron que la infección por H. pilori era común en personas con úlceras, y poco común en personas sin úlceras. Para demostrar que el microscópico invasor era el responsable de producirlas Marshall tuvo la valentía (otros dirían: la temeridad) de ingerir un cóctel de estos microorganismos, y desarrolló una irritación estomacal conocida como gastritis que le duró varias semanas. Con todo, la temeraria proeza de Marshall no fue totalmente concluyente.
Acabó con un terrible dolor de estómago, pero no desarrolló ninguna úlcera. No fue, por tanto, capaz de demostrar que existía una relación directa entre H. pilori y la formación de una úlcera. Este resultado no es realmente tan extraño si tenemos en cuenta que, aunque la bacteria está presente en el 50% de las personas, solamente un 10-15% de ellas desarrollan alguna vez una úlcera. Además, una sola demostración de este tipo, especialmente cuando la lleva a cabo la misma persona que propone la hipótesis que se estudia, proporciona solamente, en el mejor de los casos, una evidencia sugestiva. La comunidad médica, pese a sentirse intrigada y excitada por estos primeros descubrimientos, esperó pacientemente investigaciones más convincentes. La prueba decisiva llegó cuando investigadores de diferentes laboratorios del mundo prepararon cultivos de la bacteria y demostraron que tratando las infecciones de H. pilori con antibióticos potentes reducían espectacularmente la recurrencia de úlceras. Este descubrimiento fue importante porque los fármacos que simplemente neutralizan o inhiben la producción de ácidos en el estómago pueden efectivamente curar las úlceras en la mayoría de ocasiones, pero entre un 50% y un 90% de las úlceras se reproducen al interrumpirse el tratamiento (Gough et al., 1984). El hecho de que los antibióticos redujesen la recurrencia de las úlceras en un 90-95% de los casos proporcionó la prueba definitiva de que H. pilori era el causante de las úlceras. Sin embargo, como es a menudo el caso, la opinión pública quedó rezagada respecto a los descubrimientos médicos.
En 1997, el 57% de los americanos todavía creían que el estrés es la principal causa de las úlceras, y un 17% creía que la comida muy condimentada produce úlceras (Centers for Disease Control and Prevention, 1997). Pero hacía ya tres años que los National Institutes of Health de EEUU consideraban convincentemente probado que H. pilori causa úlceras y recomendaban utilizar antibióticos para tratar las úlceras y las infecciones de H. pilori (NIH Consensus Conference, 1994). Todavía hoy, los medios de comunicación fomentan la idea de que las emociones negativas desempeñan un papel singular en la generación de las úlceras.
En la película The Upside of Anger [2005], Emily (interpretada por Keri Russell) desarrolla una úlcera cuando su padre abandona a la familia y su madre frustra sus ambiciones de convertirse en una bailarina. Debido a que la mayoría de personas infectadas con H. pilori no desarrollan úlceras, los científicos comprendieron que también debían de intervenir otros factores. Pronto se reconoció que un uso excesivo de fármacos antiinflamatorios, como aspirina e ibuprofeno, pueden causar úlceras irritando las paredes del estómago. Por lo demás, los investigadores no abandonaron sus intentos de identificar el papel del estrés en la formación de úlceras. De hecho, el estrés probablemente desempeña un papel en las úlceras, aunque los estudios muestran que la extendida creencia de que el estrés porsímismo causa úlceras es erróneo. Por ejemplo, la angustia psicológica está asociada con una elevada incidencia de las úlceras en humanos y animales (Levenstein, Kaplan & Smith, 1997; Overmeier & Murison, 1997).
Además, el estrés está relacionado con una respuesta pobre al tratamiento de las úlceras (Levenstein et al., 1996) Y los acontecimientos estresantes -incluidos los terremotos y las crisis económicas- están relacionados con un incremento en el número de úlceras (Levenstein, Ackerman, Kiecolt-Claser & Dubois, 1999). Asimismo, las personas que tienen un trastorno de ansiedad generalizada y que se caracterizan por estar constantemente preocupadas por alguna cosa tienen un riesgo mayor de sufrir úlceras pépticas (Goodwin & Stein, 2002). Sin embargo, es posible que la ansiedad pueda no causar úlceras. Desarrollar una úlcera, y el dolor con ella asociado, puede llevar a algunas personas a preocuparse constantemente, y es posible que haya personas propensas a estar excesivamente preocupadas y a sufrir úlceras por influencias genéticas comunes a ambas circunstancias. Podemos entender el hecho de que el estrés contribuya al desarrollo de úlceras desde una perspectiva biopsicosocial, el punto de vista según el cual la mayoría de problemas médicos dependen de la compleja interacción entre genes, estilo de vida, inmunidad y estresores cotidianos (Markus & Kitayama, 1991; Turk, 1996).
El estrés puede ejercer un efecto indirecto en la formación de una úlcera favoreciendo conductas como el consumo de alcohol la falta de sueño, cosas que hacen más probable la aparición de una úlcera. Todavía no está muy claro cuál es el papel exacto que desempeña el estrés en la formación de las úlceras; lo que sí está claro es que el estrés no es el único factor, ni siquiera el más importante. Es muy probable que el estrés, las emociones y los daños causados por diversos organismos patógenos se combinen para crear las condiciones que favorecen el crecimiento de H. pilori. O sea, que si tiene usted problemas de estómago, no se sorprenda si su médico le sugiere que tiene que aprender a relajarse al tiempo que saca la pluma y le prescribe una receta para que tome un potente antibiótico.
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