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Güiraldes y Don Segundo Sombra
Ricardo Güiraldes fue un novelista y poeta argentino
Güiraldes y Don Segundo Sombra

Don Segundo Sombra
Dos elementos interfieren de inmediato de consideración de esta novela: el éxito que obtuvo y su alcance “nacionalista”. En cuanto al primero, obra compulsivamente sobe el lector, que se aproxima a una obra consagrada y lo obliga a hacer ciertos rodeos para conectarse con ella en una relacion de descubrimiento original y total. En cuanto el segundo, que es una especificación de lo consagrado, es también coercitivo, modifica el juicio. Ahora bien, hay razones objetivas para que esto se haya producido.

En cuanto al éxito, las razones son básicamente las siguientes: la gran cantidad de ediciones y los consiguientes tirajes (más de 250.000 ejemplares hasta 1962, sin contar ediciones clandestinas), la universal aceptación de la crítica (desde Lugones hasta Borges ningún escritor argentino ha obtenido por una sola obra tal cantidad de juicios), el haber sido incluido entre los textos oficiales de la enseñanza secundaria. Todo esto significa consagración y, por lo tanto, formación de imágenes de las que es difícil desprenderse al volver a acercarse al libro.

En cuanto al nacionalismo, las razones surgen de interpretaciones inmediatas del texto. Por ejemplo, la  idea del retorno a la tierra viene acompañada de una exaltación que se tiende a definir como argentinismo caracterizado de este modo viene a resumir un tono, una búsqueda literaria vacilante no solo en Güiraldes sino en sus antecesores. En este sentido, en la medida en que propone como evidente nitidez un reencuentro con esencias. Don Segundo da un paso más adelante que Cambaceres y que Larreta, que proyectan demasiado estridentemente preocupaciones emergentes de un sentimiento de clase en crisis, y aun que Benito Lynch, quien problematiza en el aspecto cultural-social. Si unimos esta idea con la recepción y el éxito que tuvo, en este nivel Don Segundo viene a ser la exaltada y muy elevada revelación de algo que se quería escuchar, que iba buscando su fórmula expresiva adecuada.

Esto que se quería escuchar varía según las principales interpretaciones pero gira siempre en torno a lo argentino. Para algunos se trata de una propuesta a una juventud contemporánea, desorientada e inquieta, más que novela de los gauchos extinguidos. Para otros, representa una vuelta salvadora al criollismo frente a una literatura cosmopolitizada; para otros, finalmente, conforma un mensaje ético que surge del ennoblecimiento- justificado- de un ámbito.

Todas las interpretaciones tienden a mostrar que el ámbito que cubre estas significaciones es el nacionalismo como nivel más general, que se especifica en un nivel medio en el hallazgo y expresión de formas de ser intransferibles que se dan ya sea como afirmación de rasgos ya sea como enfrentamiento directamente nacional en cuento al leve repudio al gringo o su total omisión. Mediante todas estas pautas, nada más natural que se establezca una continuidad con Martin Fierro y se sienta que el libro introduce a nuevas metas de ese vivir metafísico que los nacionalistas siempre están tratando de definir.

Don Segundo Sombra – Portad de la Edición de 1955

Análisis Literario:
En su organización más general, Don Segundo Sombra es un libro de aprendizaje de la vida del gaucho. Esto esta formulado como intención por parte del reserito cuando decide cambiar de vida, y esta expresado en el tipo de narración cuya estructura fundamental es la de la lección que se aprende a partir de inexperiencia; lección de trabajo, de diversión, de moral que indica que el ambiro en el que se imparte, el campo, es una verdadera escuela. El movimiento de los personajes, especialmente el protagónico, sus traslaciones configuran experiencias que en mínima medida se vinculan con la vida efectiva, incluso con lo geográfico, y que más bien se inscriben o se concentran en lo campesino entendido como cultura.

Por su lado, las labores del campo son muy realzadas ya sea por el sistema de juicos que se les aplica, desde la óptica del que cuenta, sin duda, ya sea por la dramatización con que se las presenta (la doma, el rodeo, el trenzado, la curación, etc.). Ambas perspectivas indican que el trabajo es como una pugna en la que siempre triunfa el hombre, y correlativamente, las diversiones son propias el hombre de campo. Pero esta lección tiene dos alcances: uno, la obtención de una jerarquía profesional; otro, la apertura hacia un plano universal, filosófico en cierto modo. El primero, nos vincula con lo histórico en cuanto este aprender orgullosamente el oficio rural satisface requerimientos de la época de la tecnificación de la estancia; el segundo, soslaya lo histórico y nos proyecta hacia un mensaje que en una primera instancia es moral (el valor de la experiencia o el precio de la madurez de la vida) y de inmediato afirmativo de esencias pues esa experiencia y esa madurez son pragmáticamente rurales y a partir de ese ámbito sufren la universalidad. Queda claro que son dos términos conjugados: el ámbito en el cual se imparte la lección y la lección que se imparte, sobre la cual está puesto el acento, a punto tal que los episodios iniciales (el pueblo, huida a la estancia Galván, encuentro con Sombra) y los finales (noticia de la herencia, amistad con Raucho, separación de Sombra) son el mero encuadre de lo que está en el medio, es decir, el sistemático aprendizaje (“Hacéte duro, muchacho!”), lo cual no quiere decir que sean pretextos o estén vacíos. Al contrario, son ricos en significación, pues como no pueden estar ahí, desgajados de la intencionalidad que circula por toda la novela, sufren un reforzamiento ético explícito: en los del comienzo hay un planteo tras el cual se advierte una colisión entre cierta imagen de lo que es y produce la ciudad y una esperanza instintiva en el campo. En los del final, una síntesis entre lo urbano y lo campesino pero totalmente de otro signo a través de la culturización del reserito lo cual, como ya lo hemos visto cuando aparece una perspectiva cultural, promueve dos planos de conclusiones: uno general y universal pero abstracto y otro histórico referido a la integración de lo rural argentino en el mundo de la producción tecnificada.

Hacia el final de la novela, el protagonista-relator menciona “estos recuerdos”, lo cual indica  que fueron recuerdos desde la primera línea. Esto configura una estructura de rememoración desde el aquí, sin decirlo, lo cual quiere decir en principio que se busca fundir los tiempos, unificar pasado y presente en un clima temporal único. Ya veremos como integramos este emergente. Hay, son embargo, algunas pistas para advertir que se trata de recuerdos: el tiempo verbal del relato (genérico porque es un tiempo literario) y la madurez de las descripciones que superan, desde un angula realista, la capacidad expresiva y aun la cosmovisión de un niño inculto. Técnicamente, este resultado puede deberse a la forma en que fue compuesta la novela y al proceso  de su organización: diez capítulos primero en Paris en 1920, otra gran parte en 1923 y 1924, la terminación en 926, es decir, que no es seguro que de entrada Guiraldes quisiera que su relato fuera rememorativo y que ese carácter pudo habérsele impuesto después. De todos modos, hay un sector del relato, el de los diálogos, que se evade un poco de la rememoración, por lo evocativa, es estática y descriptiva y, por lo tanto, es trabajada en una perspectiva donde integra un permanente movimiento de gigantizacion que recorre las descripciones, como si se viera los personajes y los ambientes desde más abajo (“Grande y tranquilo era el campo”, “El jinete que me pareció enorme bajo su poncho claro”, “Inmóvil, miré alearse, extrañadamente agrandada contra el horizonte luminoso…”)hasta el final, en que pasado y presente cesan en su tironeo y la historia concluye, reduciendo los hechos y las personas, haciendo que se vean de otro tamaño, el de la actualidad: “La silueta reducida de mi padrino apareció en la lomada” “Mi vista se ceñía enérgicamente sobre aquel pequeño movimiento en la pampa somnolente”.

Es decir: pasado cercanía visual, gigantizacion- presente, lejanía física, reducción.

Peones y Reseros de San Antonio de Areco.
El que está sentado a la Derecha es Segundo Ramirez

Naturalmente, lo más importante es la tentativa  de fusionar pasado con presente; si se considera que se realiza este propósito creándose una perspectiva por medio de imágenes dentro de la general exaltación de un ámbito, el campero, no se puede menos que ligar las dos líneas que se unen para proporcionarnos un puente de acercamiento a cierta intencionalidad: al disminuirse lo presente desde donde se recuerda y al incrementarse en consecuencia lo pasado que tiñe, como lo hemos visto lo actual, al realzarse ética y estética el ámbito que da razón a ese pasado, por un lado se está diciendo que ese pasado es alfo más que valioso, por el otro, que ha desaparecido. Dos consecuencias importantes  la primera, la creación de un melancólico sentimiento de pérdida acompañado por una resistente negativa a aceptar que con la perdida haya desaparecido también el sentido de la vida que le era propio (“si sos gaucho de veras, no has de mudar…”), la segunda, la sensación de que todo se proyecta sobre el presente para iluminarlo y darle sentido. La lección de que hablábamos, empieza a enriquecerse y completarse.

El fondo histórico-temporal de la novela es, en consecuencia, imprecisable. Lo cual probablemente sea coherente con el melancólico sentimiento de perdida. Sin duda se refiere a una época anterior a aquella en la que fue escrita, aunque algunos elementos fueron recogidos directamente para ser escritos (la riña de gallos, después del viaje a Salta, el cangrejal, después del viaje a Samborombon). Pocas referencias culturales hay que permitan una ubicación. Es en general una época de oro, la época de la libertad, en la que patrones y peones se vinculan entre sí sin mayores dificultades  y sin excesivas diferencias, en que no hay economía a fuerza de estar todo dado. En el fondo, es un tiempo abstracto, un tiempo puramente espiritual en la medida en que es despojado de tensiones, alejado e idealizado. No hay política  (una sola vez le piden la libreta a Don Segundo quien sale del paso con una broma en la que alude al fraude), no hay hechos históricos concretos, hay escasos lugares geográficos (algunos, como la costa del mar y los cangrejales, están indicados genéricamente), no hay una ruta seguida hasta el final sino entrecruzamiento y recuperación de caminos recorridos en varios años. Los datos de costumbres o económicos son los únicos que nos permitirán acercarnos a un presunto tiempo histórico. La pampa parece abierta, pero hay alambrados y el rodeo se hace por los caminos. Los trabajos se hacen para estancias y cuidadas cuando no recientes, además se realizan en tiempo y dándoles importancia, es decir, con un sentido productivo, industrial. En algún momento, inclusive, se venden animales quebrados a la carnicería, invención posterior a la implantación del alambrado. Se trata, por cierto, del campo moderno peo no del todo, en parte porque los técnicos, por así decir, son todavía gauchos que  se sitúan frente a su trabajo con una perspectiva épica y no industrial, en parte, también, porque en ningún momento se alude a la significación técnica, económica y política de la estancia moderna. En este sentido, si no llega a ser un tironeo hay por lo menos una cierta tensión entre pasado y presente en cuanto al presente aparece muy disminuido. Las domas de la acción, es decir, la sustancia del aprendizaje, pertenecen al pasado, el mundo de conexiones con la realidad al presente, pero el pasaje e uno a otro plano se hace tan tenuemente que el pasado resulta afirmado y el presente no es asumido como proyecto.

En este esquema se inserta el capítulo XXV en el que se reserito guacho vierte su dolor al enterarse de que ahora es patrón. Su primera pregunta, su primera inseguridad, es si seguirá siendo gaucho. Por el hecho de presentársele, es probable que sienta que hay algo que peligra en el espíritu gaucho con el cambio de condición, pero Don Segundo le soluciona el problema mediante dos respuestas que se articulan: “tu padre era un hombre rico como todos los ricos y no había más mal en el”; y “si sos gaucho de veras, no has de mudar, porque ande quiera que vayas, iras con tu alma por delante como madrina e´tropilla”. La interpretación es nítida: se es gaucho por encima de las contingencias, en este caso económicas y de clase social, y, por lo tanto, se es gaucho incontingentemente, en una dimensión moral o racial como un ser incontaminado por la historia. En consecuencia, el gaucho no es más el proletariado campesino, el explotado, sino una categoría espiritual, un ensamblaje de virtudes que son presentadas como emanaciones de la naturaleza misma.

Distinguir lo verdadero de lo falso (en la pelea- frustrada- entre Sombra y el tape Burgos), respetar lo respetable encarnado en la edad o el conocimiento (“No crea, señor, también se respetar”, tener legítimo orgullo por concluir una tarea y sus correlativos). (“Como una vergüenza, peor que un golpe, sentí el ridículo de mi espera…”), tener y ejercitar autentica autoridad, ser hábil y seguro, y muchas otras cualidades, son presentadas como características del campo y del gaucho y que surgen o se van dando por medio de una lógica espontanea, no intelectual, como inherentes y no como impuestas.

De ahí la relación con la naturaleza a través de la seguridad que da la aprehensión de la realidad por medio de un instrumento tan seguro como es el instinto.

Ricardo Guiraldes y el Gaucho que Inspiró a Don Segundo

Una vez que Fabio Cáceres ha aceptado su nueva situación de patrón, su ingreso en este mundo no se realiza por el dinero sino por la amistad y, subsidiariamente por la cultura. La amistad es oportuna pues viene como cicatrizar la herida que le ha provocado enterarse de que no era peón sino patrón La cultura es la salida que tapa el hecho económico. Inicialmente, en un impulso, Fabio Cáceres piensa rechazarlo todo, distribuir sus tierras entre los gauchos. Pero ese impulso comunista no tiene sentido, expresa que cierra un ciclo vital que apreciaba mucho. Luego se conforma y acepta el orden. A la violencia del rechazo, explicable psicológicamente en cuanto la época de aprendizaje es de adolescencia y ser patrón la concluye, sigue la adaptación en la cual cumple un importante papel Raucho, que es quien le va dando elementos para despampeanizarlo.

Son valores, nunca exigencias provenientes de la nueva situación económica, los que marcan el pasaje de  gauchismo a cultura; pero una cultura impregnada de telurismo lo cual por una parte quita intelectualismo a la imagen convencional y corriente de la cultura, y por la otra dignifica las relaciones sociales y humanas. Condiciones básicas suficientes para la conversión de Fabio Cáceres, sin que sea preciso apelar a los vehículos tradicionales en la literatura argentina.

Sin duda Güiraldes compuso esta novela de reencuentro sin renunciar a su forma de ser escritor. Conmovidas sus premisas principales fundamentalmente por la gran guerra europea y en el terreno nacional por el acceso al poder de clases medias traza, como lo quiere Borges, una elegía en la que toma como material recuerdos y experiencias personales. Pesar el invocación compones lo elegiaco. Pesar, por la terminación de la guerra y por la desaparición de un modo de vida ecuestre en tierras descampadas y con hombres animosos y pobres; invocación, por la imagen de Don Segundo que ofrecería “antiguos rigores contra la vida muelle”. Este argumento alude el entrelazamiento cultural argentino-europeo pero el remedio heroico que propuso Guiraldes no fue copia de otro que se haya propuesto Europa sino que es una secuela de la complejidad con que Europa vivió la posguerra, sentimiento que incidió sobre el espíritu de la época, de la cual Güiraldes era buen presente.

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