Juego infantil conocido también con el nombre de ainentis o denentis, posiblemente de origen griego, que es conocido en todo el mundo. En nuestro país es común casi exclusivamente en la región Noroeste.
Nosotros, en el noroeste, lo conocemos como “pallana”, en Buenos Aires los chicos y le dicen “ainenti” y “denenti”, y es un juego más practicado por las niñas que por los varones. Se juega con piedras de un tamaño justo como para hondiar (tirar con la honda). Las que no reúnen las condiciones de tamaño y forma se desechan. Se juega con un número determinado de piedritas (pallana de cinco piedras). Los jugadores se disponen en círculo sentados en el suelo. El juego consiste esencialmente en arrojar el montón de piedras al aire y recibirlas en el dorso de la mano y a la inversa, arrojar al aire solo una y recogerla al caer, habiendo entre tanto levantado una o varias de las que estaban en el suelo. Las formas o etapas del juego son muy numerosas y variadas; las más conocidas son:
Unita:
El que inicia el juego tira todas las piedritas hacia arriba y las recibe en el dorso de la mano, en donde tiene que quedar una sola. Para esto se mueven los dedos en tal forma que las piedras caen hasta quedar una sola. Si por mala maniobra caen todas, pierde, y siguen otro jugador. Si ha conseguido dejar una sola, la tira hacia arriba y la recoge en la palma de la mano. Luego levanta las del suelo, de una en una, tirando la primera hacia arriba y recogiendo una del suelo mientras la otra hace el recorrido en el aire. Si marra un tiro sigue el segundo con las piedras que quedan. La acción del jugador de mover los dedos para que caigan las piedras de la mano de llama “descargar”.
Alzada de dos o de tres, etc. es alzar el numero indicado del suelo mientras se tiran las demás. Mano llena de una, de dos, etc. Hasta tirar cuatro y recoger una. Lluvia de una, de dos, etc. Hasta tirar al aire todas las recogidas para levantar las que están en el suelo.
Variantes
Puentecito: se forma un puente con el pulgar y el índice de la mano izquierda y mientras se tira y recoge una piedra, se van haciendo pasar por el puente, una a una las demás; el contrincante señala una, llamada tata que debe pasar ultima, es la que está en posición más difícil con relación al puente. Araña: Figura igual a la anterior, pero hecha con todos los dedos de la mano apoyados en tierra y suficientemente separados como para formar cuatro puentes. Chorizo o martillo: Se sostienen cuatro piedras con las manos cerradas de modo que formen una fila y se coloca el puño con el pulgar y el índice hacia arriba: se tira la quinta piedra y se la recibe en el hueco que esos dos dedos forman; al tocar con la primera piedra se deja caer la última; se repite la figura hasta la cuarta piedra.
Diccionario de Juegos Infantiles Latinoamericanos – Corregidor – 1988
Felix Coluccio – María Isabel Coluccio
Pallada, Palana, Payanga
Cuando en su adolescencia – y a causa de un amor sin duda desprovisto- el que suscribe sus versos para una serenata, hizo un tilín de cuatro (que ere por cierto una tilinguearía) rimando de este modo:
Debajo de tu ventana
mis noches vine a perder:
Ni jugando a la pallana
me los vas a devolver…
Al cabo de tres décadas vuelvo a leer esa voz, trasegada de infancias, en “Le crencha engrasada”, de Carlos de la Púa. Allí el poeta porteño le trae acollarada con su melliza ainenti (payucana de Italia) y la acaricia así, con el diminutivo:
Se fueron con los cinco carozos de damasco…
de mi ainenti querido…payanita primero!….
Iba a hacer una comunicación para indagar si la eludida voz ere porteña (payana) y se fue a veranear a Catamarca (paiana) o si, por el contrario, er del norte y vino de garufa a Buenos Aires.
Pero hallé que ese juego, la pallana (paiana en la fonética norteña) era entrenamiento de casi todo el piberío del mundo, o por lo menos de la parte latina. En efecto había sido que en España se la llama cantillos, y en la península del Lacio: ainenti. También averigüé que en nuestro litoral se le dice payanga.
Como quiere que sea, los lenguaraces nos enseñan que en quíchua hay la voz pallanai, que significa “recoger lo caído” o, generalizando: “lo que se halla en el suelo” (sea desparramando o derramando).
De allí pallaco, trozo de mineral recogido del suelo, y -concurrentemente- pallai (cosecha, zafra, recolección).
De ello es factible deducir o inferir que la pallana pudo ser un juego de los pibes diaguitas imitando a los grandes en su tarea de levantar piedras para su acarreo (pallanai) y que los hijos de los conquistadores al aprenderlo le llamaran cantillos (cantos rodados pequeños) que equivale a piedritas: O, al revés, pudo ser que los conquistadores fueran quienes se lo enseñaran a los chicos indígenas para entretenerlos. Tal vez por lo supuesto en primer término Augusto Malaret entiende que pasatiempo infantil es oriundo de América.
¿En qué consiste este minucioso (ya también “manoseoso”) juego de los changuitos? Cuando éramos pequeños, más de una vez hubimos de jugarlo con Carlos Villafuerte. Y ahora esta estudioso en su libro “Voces y Costumbres de Catamarca” (Tomo II) le describe en detalle, tal como es practica en la citada provincia: “Con piedras pequeñas -dice- del tamaño justo para hondiar (tirar con la honda) o bien con habas; carozo, etc., en número que se determine de antemano, por ejemplo; pallana de diez piedras, ¨los jugadores se disponen en círculo, sentados en el suelo¨, comienza el juego tirando al aire una cantidad de piedras que han “parado todos, en números iguales, y los recibe en el dorso de la mano (no puede emplear más que una, la derecha o la zurda). Inmediatamente las vuelve arrojar para recogerlas en la palma. Los que han caído así, en la palma, son ganancias. Con una de estas trata de levantar las otras que han rodado por el suelo.
Nuevamente arroja la piedra al aire y, mientras hace su proyecto de ida y vuelta, el jugador romo las otras. Puede hacerlo en varias veces si no marra el tiro, porque entonces sigue otro jugador hasta terminar con la “parada”.
Es la acción de este juego lo que le da sentido como derivación del verbo pallanai.
Un lingüista argentino empeñoso y sagaz, don Federico E. País, nos ha informado de los antecedentes aborígenes del vocablo pallana, en un artículo que publicó el diario “La Unión”, de Catamarca (5/VIII/1979).
Allí dice también que “palla” significa separar, escoger, y que está en la base de paya, nombre del número 2 quichua. Porque la idea de dos arranca, en ese idioma, de la noción de cortar un segmento, de hacer dos cosas de lo que anteriormente era una sola. “Concluye presumiendo que “pallana” sea un designativo regional, “aunque extendido a toda la Argentina con variantes fonéticas” debido a que ”en el país (salvo excepciones) se confunde el sonido de la “ll” con el de la “y”, de donde el paralelismo pallana- payana, pallanca- payanca”.
En abono de sus proposiciones, País recuerde que el quichua estuvo extendido por todo el país real hasta casi fines del siglo XIX y que hay voces quichuas en el “Martin Fierro” y en “Don Segundo Sombra”, mientras que no las hay pampas o tehuelches”
Buenos Aires, 2 de diciembre de 1979
Del señor Académico Correspondiente
Don Juan Oscar Ponferrada
Academia Porteña del Lunfardo
Margen
En el margen
del no tiempo
he soñado
el mundo
y el arte
con la liviandad
de la transparencia.
Un velado
retrato
en la ingenuidad
de la sangre
me recuerda
una niña
que jugaba
a la payana
con las estrellas.