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Tu Sam
Hipnotizador, mentalista, faquir, ilusionista, mago,... todas esas definiciones pudieron ser válidas pero incompletas
Tu Sam

Hipnotizador, mentalista, faquir, ilusionista, mago,… todas esas definiciones sobre su extraño oficio pudieron ser válidas pero incompletas, ya que a la asombrosa batería de pruebas realizadas con su propio cuerpo y el de los voluntarios, se le debe agregar una buena capacidad histriónica, que le permitía llenar salas teatrales con un público ansioso por fortalecer sus creencias sobre la existencia de la “magia”, pero también, no pocos “refutadores de leyenda” al decir de Alejandro Dolina, que ex profeso adquirían una localidad para desmentir al presunto ilusionista y “cocinarlo” en su propia salsa.

Pero el personaje en general salía airoso en la demostración de sus experiencias, más allá del convencimiento o no, de los incrédulos.

El nombre que registran sus documentos es el de Juan José del Pozo, nacido en el barrio porteño de Villa Urquiza en el año 1932. Hijo de inmigrantes españoles, desde muy chico, alrededor de los seis años, demostró ser un pibe que según parientes y conocidos, hacía cosas “raras” que por supuesto, también otros allegados detectaron. Las cosas “raras” que percibieron en el chico fueron, básicamente, una asombrosa capacidad para controlar sus órganos internos a voluntad.

Luego el joven Juan José, continuó desarrollando esas aptitudes y con el tiempo construyó un personaje que profesionalmente, se lo conoció como Tu Sam; que es el acrónimo de las palabras: Técnica – Unción – Sabiduría – Amor – Mística. Un conjunto de cualidades que desde el vamos denotan una postura filosófica que apunta a la perfección del ser humano.

Tu Sam mediante presentaciones televisivas y en salas de espectáculos, fue adquiriendo una creciente popularidad, ya que sus actuaciones conmovían al público, por la audacia no exenta de cierta tensión dramática en algunos números.

Primera Plana – 08-11-72

Sus presentaciones no requerían ninguna escenografía especial, ya que sobre el estrado sólo aparecían los elementos esenciales para las pruebas. Pero su indumentaria remite vagamente al legendario personajes de historietas Mandrake El Mago; un comic estadounidense creación de Lee Falk y Phil Davis, de gran popularidad en nuestro país hasta mediados del siglo pasado; a tal punto era conocido Mandrake que en el habla cotidiana de los argentinos, llamar “Mandrake” a alguien, era atribuirle gran capacidad para resolver problemas. O a la inversa, si una situación era irresoluble, solía decirse: “Esto no lo arregla ni Mandrake”. Hoy ese mago de ficción, es sólo un recuerdo de los adultos mayores.

Algunas de las pruebas de Tu Sam, como permanecer cinco minutos sumergido en un recipiente transparente, lleno de agua y de cara al público, conteniendo la respiración, recuerdan a los memoriosos al gran escapista húngaro Harry Houdini (El Gran Houdini) que era capaz de zafarse de esposas policiales, chalecos de fuerza y otras hazañas, mediante un control absoluto de su cuerpo a principios del siglo XX.

Pero nadie mejor que él mismo Tu Sam para explicar la esencia de su profesión: “Soy un hombre occidental; en mi cultura, en mis apreciaciones y sobre todo con los pies en la tierra. Ya que creo en las sugestiones en los demás, trato de no creerlas en mí. Aunque le parezca una contradicción. Entiendo que el ser humano no se sugestiona a veces. Vive en un constante estado de sugestión variable” (1).

Y refiriéndose a sus increíbles capacidades para mantener el control orgánico, Tu Sam Reflexiona: “He logrado dominar el estómago, el esfínter y utilizo esa conquista en beneficio para el organismo. Por ejemplo, después de un lavado de todos mis conductos, puedo llegar a introducir un trapo o una gasa por el recto y sacarlo por la boca. Invirtiendo los movimientos peristálticos y venciendo la función natural de las válvulas. Se puede aumentar la cantidad de jugo gástrico o disminuirla; regularizar el ritmo cardíaco; en fin, influir en mayor o menor grado el trabajo de todas las vísceras. Tengo también la posibilidad de respirar con un solo pulmón: puedo hacer el pasaje de aire de un pulmón a otro.Todo lo hago con un entrenamiento adecuado”. (2).

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De éstas reflexiones escogidas de una larga entrevista, la moraleja podría ser la frase final: “Todo lo hago con un entrenamiento adecuado”. Tu Sam no invoca poderes sobrenaturales, ni se considera un “elegido” por alguna deidad todopoderosa: sólo dice con un dejo de modestia: “… entrenamiento adecuado”. El eje es uno mismo y la clave, la voluntad.

A lo que habría que agregar, cierta disposición del propio cuerpo (no muy común) para aceptar tempranamente, la ductilidad de órganos que responden a miles de años de reflejos condicionados y que a veces la conciencia y la voluntad, no alcanzan para domarlas. Tu Sam parece haber alcanzado esa capacidad.

Otra de las características de sus presentaciones fue la rutina de interactuar con el público.

La hipnosis podía ejercerla con voluntarios individuales o en grupos, que transitan distintas experiencias con el conductor del espectáculo. En éstos casos, se hicieron famosas las frases de aliento: “Tú puedes… tú puedes” y también: “duro… duro… duro…” a quienes parecían flaquear.

Pero sin duda, Tu Sam sigue siendo el centro de la escena, como lo atestigua el cronista de un importante diario porteño que presenció una presentación en Punta del Este en 1986. En ésta ocasión, asistido por su esposa Zulma.

La Razón – 08-02-86

Cuenta el periodista: “Comienza con una demostración de dilatación de los conductos nasales y para eso se pasa un cable con una pequeña bombita de luz por un agujero de la nariz y lo saca por el otro, siempre encendido, por supuesto. También con un tubo de luz de unos cincuenta centímetros de largo, muestra cómo puede enderezar su esófago y lo introduce por la boca como esos viejos tragasables de circos” (3).

En fin, “Quién quiera oír que oiga…” dijo un pensador argentino hace muchos años.

El célebre Tu Sam falleció de un infarto agudo de miocardio en 1999, a los 67 años.

Su recuerdo, su inserción en la Memoria Popular no ocupa un nicho determinado, pero son varias generaciones que lo recuerdan con un nivel de asombro y simpatía, que los años no pudieron doblegar.

1) Revista Primera Plana – N° 471 – Buenos Aires – 08-11-72
2) Idem –
3) La Razón – Buenos Aires – 08-02-86

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