Por Amor al Arte
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Guillermo Roux: Los Sueños se Cumplen
Todos los días le gustaba salir a caminar. “Me encanta llevarme de verde” Luego se internaba en su taller, que era su paraíso privado
Guillermo Roux: Los Sueños se Cumplen
Guillermo Roux

Guillermo Roux nació el 17 de septiembre de 1929, en Buenos Aires. Su padre, Raúl, fue un gran dibujante a ilustrador que le enseñó los elementos teóricos del arte plástico. Solía llevar a su hijo a las redacciones de diarios y revistas donde trabajaba. Por eso, Guillermo comenzó a colaborar precozmente, desde los 10 años. Trabajo en la Editorial Dante Quinterno pasando a tinta los dibujos del indio Patoruzú y, poco después, fue el encargado del color de las publicaciones de esa editorial.

Cesáreo Bernaldo de Quirós, uno de los grandes pintores argentinos, fue un hombre clase para la carrera de Roux. Lo conoció a través de su hijo, Mario, de quien era muy amigo. Después de largas charlas, se decidió a dedicarse de lleno a la pintura y, para esto, alquiló un estudio en el Pasaje Barolo de la Avenida de Mayo.

Desnudo Acostado con Sombreros y Zuecos – 1999 – Acuarela Sobre Papel

Entre 1945 y 1948, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes y, en 1953, realizó su primera exposición individual. Las obras que hizo en esa época, que abarcan temática mística y religiosas con un lenguaje clásico, tienen una gran influencia del renacimiento italiano. Justamente, a ese país europeo viejo en 1956 para perfeccionar sus  estudios. Desembarcó en Génova y durante el largo trayecto hasta Roma aprovechó para dibujar y tomar apuntes del paisaje y de la arquitectura.

Durante tres años trabajó en el estudio del maestro Umberto Nonni, en Roma. Era su ayudante de decoración  y restauración, Roux, recuerda que era en “Vía Flaminia 122, al fondo, subiendo la escalera. Una terraza casi oculta por los arboles del Pincio. El estudio era muy modesto, ni siquiera tenía un baño propio. Había uno en el fondo de la terraza, que se compartía con los otros artistas que tenían sus estudios en el lugar”.

En 1959, emprendió el regreso a la Argentina, previa visita al Museo del Louvre y el Museo del Prado. Se radicó en la provincia de Jujuy, alternando  la docencia en escuelas primarias con su producción pictórica. Allí, frente al paisaje, puso en práctica lo que aprendió en Europa. “Todos los días, después de las doce, con mi mochila en la espalda y el caballete en la mano, entraba en ese mundo de formas fuertes, acompañado por el espíritu de Cézanne”, recuerda el pintor.

Durante 1966, residió en Nueva York y se dedicó a la pintura  y a la ilustración para publicidad y editoriales. Allí, descubrió la obra de Jackson Pollock y de Richard Diebenkorn, quien revalorizaba la figura humana igual que Roux.

A los 39 años, conoció a Franca y la convirtió en mujer y compañera inseparable. Desde entonces, viven en una casa en Martínez, provincia de Buenos Aires, donde también instaló su taller. Justos viajaron en 1970 y 1972 a un pequeño poblado de Brasil, llamado Arraial do Cabo. Guillermo se dedicó a pintar sus playas y paisajes con acuarelas de vibrantes colores. En sus obras de la década del ’70, las figuras comenzaron a fragmentarse y entremezclarse con los objetos, como ocurre en El tenista.

Esa época fue también la de su consagración internaciones, intercalaba su residencia en Buenos Aires con frecuentes periodos de trabajo en Paris y Roma. Expuso acuarelas en importantes galerías de Londres (1973), Munich (1974), París (1977) y en la Bienal de Venecia (1982). En 1975, recibió el Primer Premio Internacional en la Bienal de San Pablo, Brasil y el Premio Palanza, otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes (1977).

Cinco años después, hizo una muestra en el Museo Staatliche Kunsthalle de Berlín, Alemania. Se trató de una retrospectiva que incluyó 170 obras. Ese mismo año fue designado Académico de Numero de la Academia Nacional de Bellas Artes. Y, en 1998, expuso en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.

El Tenista – 1974 – Acuarela Sobre Papel

Considerado uno de los grandes artistas argentinos contemporáneos. Todos los días, luego de un desayuno liviano, le gustaba salir a caminar vistiendo jogging, su prenda favorita. “Me encanta llevarme de verde, disfrutar de los árboles, cruzarme con los vecinos y volver para el almuerzo”, decía Roux. Luego se internaba en su taller, que era su paraíso privado. “Acá están mis colores, mis instrumentos, mi música – cuenta- . Por acá pasa la vida. ¡Cómo no inspirarme! Si inspirarse es encerrarse acá con llave, vaciarse de uno mismo y de deseos, y no querer nada, dejarse invadir por la sensación…”

Nuevos desafíos. Por iniciativa de un grupo de estudiantes de bellas artes que encontraron en Roux el gran maestro, en 1997, se creó el taller que lleva su nombre. Hoy tiene más de 100 alumnos, que todos los sábados reciben su clase magistral y también su formación espiritual.

Naturaleza Muerta Barroca con Hibiscus – 1992 – Acuarela Sobre Papel

En el 2000, un nuevo desafío lo llevó a trabajar como escenógrafo. En el Teatro Colón de Buenos Aires, la opera El turco en Italia, de Gioacchino Rossini. Trabajó más de dos meses en los bocetos, que fueron trasladados bajo su supervisión a telones de 7,60 x 5 metros. Los mismos recrean los ambientes  en los que transcurre la obra: los interiores  de una casa burguesa y una humilde pensión. Según dijo Roux en ese momento: “Con mis 70 años, descubrí un mundo nuevo, así que en los próximos setenta que me quedan me dedicaré al teatro.

“Todavía no tengo proyectos, pero es mi sueño. Y yo sé que los sueños se cumplen”.

Falleció en Buenos Aires el 28 de noviembre de 2021.

Por Ignacio Gutiérrez Saldívar en Genios de la Pintura Argentina – Publicación de Editorial Perfil

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