Junto a Ricardo Piglia y María Pía López, en julio de 2014, el sociólogo y director de la Biblioteca Nacional mostró en público su debut novelístico, que gravita en torno de un asado, en el que se especula con humor ácido sobre política y teología.
Las páginas del manuscrito no tienen “gran valor literario”, afirma un supuesto lector que descubrió en esas líneas la historia de un fracaso o de varios. “¿No habían sido sepultadas en el polvo literario del pasado las “noveletas” conversacionales?”, ironiza una voz, acaso la del profesor Rupestre, que destila sombrías ironías acerca del mundo universitario argentino.
Pensándolo mejor, el escrito posee algunos valores, pero suena anticuado y vencido. Algunos juegos macedonianos, a todas luces innecesarios, certifican que la vetustez no ha aparecido como un elemento extraño, sino que ha sido buscada deliberadamente.
Este preludio sobre las probables atribuciones y la calidad de una obra que flirtea con la idea de lo “menor” es la rúbrica inicial con la que Horacio González pone toda la carne en el asador de la lengua en Besar a la muerta, su primera novela.
Una ficción que gravita en torno de un asado y tres personajes: el Padre Poggi, el ex sacerdote Santiesteban y el profesor Rupestre. Entre entrañas, mollejas y vino tinto, especulan sobre política y teología en una larga conversación que se prolonga toda la noche, afilada por el ácido corrosivo de un humor burlón. “Me escapé del hospital”, ironizó Horacio González cuando entró a la sala Alfonsina Storni del predio de La Rural. El entonces director de la Biblioteca Nacional estaba internado y fue autorizado por su médico para realizar la presentación del libro junto con Ricardo Piglia y María Pía López.
“Leí la novela y no podía dejar de reírme, pero esa ironía está ligada a hechos bastantes trágicos”, comentó Piglia. “Yo creo que se tendría que llamarse ‘El beso de Perón’.”
Horacio pertenece a una tradición que podría estar encarnada por Ezequiel Martínez Estrada y que tiene que ver con esa distinción que hace Leo Strauss entre Atenas y Jerusalén. Decía que era una pena que nuestra tradición fuera la de Atenas, que era la tradición del concepto, mientras la de Jerusalén era la tradición del relato. La mejor representación de esta tradición es la Biblia, donde la palabra de Dios es narrativa, es el relato el que constituye el mundo.
El autor de Respiración artificial señaló que en los libros de ensayo de Horacio González hay alguien que reflexiona a partir de un acontecimiento. “Un relato no se interpreta: se vuelve a narrar. Podríamos entender también la tradición cultural como un sistema de narraciones que se replican, que se anulan, que critican, que se vuelven a replegar. Los relatos no cierran el sentido sino que dan a pensar. Esta ha sido siempre la virtud de Horacio.”
La novela pivotea en torno de dos cuestiones: los acontecimientos y las palabras. “Horacio es muy sensible al modo en que las palabras han ido cambiando el significado y está siempre atento al movimiento narrativo que tienen las palabras”, explicó Piglia. El acontecimiento es el momento de la muerte de Eva Perón y la percepción que tiene el cura Hernán Benítez, que en un momento le dice a Perón: “Ahora tiene que besarle la frente”. Esa escena remite a otras escenas donde siempre alguien muere, y a grandes discusiones en torno de la liturgia y las creencias.
Cristina Eseiza
Profesora de Letras – UBA – Escritora
Besar a la Muerta – Fragmento
¿Y ahora? Un problema de tiempo en ese manuscrito: vamos a las horas que el lector ya conoce, horas posteriores a que ocurriera este viaje en colectivo y la clase de Rupestre, en plena mañana porteña. En cambio, en aquella otra franja horaria también confiada a estas páginas, va cayendo la tarde- El Padre Poggi y el ex padre Santiesteban seguían revisando, como moderados posesos, las posiciones teológicas del padre Benítez. Esteban todavía en la carta de este a Blanca Duarte, hermana de Evita. En otro pasaje, la carta decía (o rezaba) así: “…y tras ella, recé el primer responso. El rumor de las plegarias sirvió de acoso de su muerte a las personas de la planta baja.
Las que comunicaron la infausta noticia al gentío inmenso congregado en calle Agüero y Avenida del Libertado. “Hermanita, hermanita, fuimos siempre tan unidos…”, dijo Juan Duarte sollozando. Y se tendió un instante de bruces sobre los pies de Evita. Terminado el responso, me acerqué al General. Lo tomé por la cintura y lo acerqué a la cabecera deslizándole al oído, como si fuera parte de la liturgia: “Bésela en la frente”. La besó, regando de lágrimas el rostro de la esposa. Tras él, todos los presentes la besamos.”
-¿Se da cuenta Santiesteban?
-¿Qué?
-¿No encuentra nada raro, nada extraordinario?
-Como si fuera parte de la liturgia- dice Benítez-. Usted sabe que en las viejas tradiciones teocráticas, al que de alguna manera usted y yo pertenecemos, los besos no son nuestros, son de Dios y para Dios. Dios es el que oferta los besos, la carnosa abertura que se cierra dejando un sello y una insignia imaginaria en quien se lo dona, con la forma imaginaria de una mariposa profética, siempre de modo indeleble salvo un pequeño rastro húmedo que se desvanece como es el destino de toda saliva predestinada. Por lo menos, antes que se inventara el carmesí labial, en el antiguo Egipto, o que en el Kamasutra se hiciera participar a la lengua en las actividades pertinentes. Hubiera sido injusto no hacerlo, la lengua es la humedecida serpiente, es el musculo mitológico desprendido de los más promiscuos serpentario del neolítico para evocar en el beso entrelazado el acto creador de cultura, donación de inexplicables pasiones, incluso las siempre tan interesantes de la procacidad. Y además fundadora del arte barroco. Si los labios son clásicos, la lengua es barroca. Los besos son sagrados y no debemos profanarlos. ¿Perón sintió ese sentimiento? “Lo tomé por la cintura y lo acerqué a la cabecera deslizándole al oído, como si fuera parte de la liturgia: ¨Bésela en la frente¨. Esto dice Benítez, demostrando – es una hipótesis, Santiesteban-, que no había surgido espontáneamente de él el beso a la muerta. Fíjese que el beso a la muerta es el Beso a la Muerte. ¿Imagina a Perón en esa situación? Pero además, Benítez le dijo al oído, él que era el oído de Evita, bésela en la frente…como si fuera parte de la liturgia. ¿Es o no es parte de la liturgia? O de otra manera, ¿es superior la frente al oído?”
-No, no es- dijo Santiesteban, el ex padre, como si hubiera estudiado pacientemente el tema.
-Hay dudas en los dominios de la liturgia- repuso Poggi-, se presta a varias interpretación (“como todo”, pensó Santiesteba, pero por las dudas no dijo nada). Liturgia sabemos que viene del griego leitourgía, lo que implicaba un servicio público, una obra a favor de la gente, algunas veces obligatoria, otras voluntarias. Por ejemplo, el servicio militar obligatorio, mi estimado Santiesteban, podría ser considerado una leitourgia. (Aquí se asombró un poco Santiesteban.
Estuvo por decir “¡no me digas!”, pero temió pecar por ingenuo, quizás fuera una broma de Poggi). Así que insinuarle a alguien, con un leve envión en su cintura, pero se acerque a besar a un muerto, puede ser perfectamente un servicio litúrgico. ¿Me sigue, Santiesteban? En el fondo la liturgia es un sacrificio, como este asado que estamos haciendo…Y aprovecho de paso para atizar un poco las brasas, antes de que llegue nuestro amigo el profesor, Rupestre se llama, usted lo conoce, que seguramente no querrá escuchar estas cuestiones litúrgicas. Él es litúrgico pero no lo sabe. Pero para él, toda acción, una “acción social” diría en su pobre lenguaje, ya es una liturgia. El peronismo, Santiesteban, es todo liturgia. Ha educado a un Papa en el esoterismo de la conciencia conspirativa, y ahora este lo educa a aquel, adecuando liturgias espesas dentro de la fugacidad reinante de las imágenes comunicacionales, como una saturnal de gestos que oprimen la vida cotidiana del planeta. No ha cambiado el tema desde las epístolas de San Pablo hasta los millones de gestos que oprimen la vida cotidiana del planeta. No ha cambiado el tema desde las epístolas de San Pablo hasta los millones de gestos y frases atomizadas que hora dan vuelta a la Tierra como deshechos de la industria satelital.
Todo liturgia es el peronismo, se lo vuelvo a decir. En la forma que él mismo ha inventado, pero también lo es cuando no sabe que lo es, cuando rosquea o cierra las listas a última hora llamando a eso avivadas o astucias. Es que la avivada o la astucia es la cumbre de la liturgia. ¿Me capta?
Era raro que el Padre Poggi , con toda una vida sacerdotal de intelectual avanzado, aunque fingiendo que no lo era y asumiendo deliberadas expresiones rusticas, además con todos aquellos empeños sexuales que no quiso dejar de practicar aun sospechando lo que efectivamente ocurriría- un rotundo fracaso, el oscuro no- ser de la sexualidad-, es raro,, decimos (o acaso esto lo pensó Santiesteban) que abandonara cierto cuidado el anudar o relacionar ciertos hechos sin distinguir diferencias. Pero enseguida vino.
Capítulo 3 – Página 43 – Fragmento