En las Historias Camperas su creador Goyo Mazzeo repite el esquema de Historias Tangueras.
Toma la letra de una composición folclórica, la desarrolla mediante una serie de cuadros, recreando en broma e interpretando en clave de sátira, las situaciones que describe o sugiere la canción. Los cuadros abundan en detalles que aunque están en segundos planos, en el conjunto ayudan a dar colorido y verosimilitud a la historia. La presencia de éstas Historias Camperas en un territorio dominado por el tango como es la revista que artísticamente conduce Mazzeo, se explica por el momento de expansión que vivía el folclore argentino en 1962.
Es difícil explicarse ese auge de la música nativa frente al aluvión rockero, el incipiente twist y los ritmos caribeños que iban ganando a nuestros jóvenes. Pero lo concreto, es que la moda se instaló en plena Capital Federal, coexistiendo en una amplia franja juvenil y durante bastante tiempo, el gusto por la chacarera y la zamba junto al rock y el cha-cha-chá.
También la numerosa inmigración de provincianos a la metrópoli, abonó el terreno discográfico que durante años alimentó a las grabadoras y lanzó a la fama a intérpretes que décadas más tarde, serían los puntales de la música folclórica argentina.
Con seguridad que parte de esos porteños conmovidos por la novedad autóctona o muchos de esos provincianos que añoraban su pago lejano, se convirtieron en lectores de esta tira que unía poesía con humor. Parafraseando el título que las emisoras habían impuesto al cantor Rodolfo Zapata por sus composiciones humorísticas, se puede afirmar que Historias Camperas desde la gráfica, “le puso una sonrisa al folclore”.
Fuente – Sección de Historias Tangueras – Ediciones Torino – 1962