¿Quién hubiera predicho que una película de comedia y ciencia ficción arrasaría con los premios Oscar? Si, hay ejemplos en la historia reciente en donde el cine de género copó la premiación más mediática. Avatar supo barrer a sus contendientes allá por el 2010. La tercera parte de El Señor de los Anillos no ganó el premio a mejor película animada porque no competía.
A veces Hollywood decide abandonar un poco la corrección política, pero en general se llevan los premios mayores los largometrajes con temáticas “importantes”, como el año en que ganó Crash, un largometraje intrascendente que ni siquiera vale la pena googlear.
De vez en cuando los actores, directores y productores que votan las películas nominadas sacan la cabeza del pozo y ven más allá de los largometrajes dramáticos o bélicos que suelen llevarse los principales galardones, y optan por premiar a aquellas obran que cumplen el principal objetivo del cine: entretener, contar historias que apelen a una amplia gama de espectadores, pero sin olvidar que antes que nada, quien paga la entrada de cine debe poder sumergirse en la narrativa y olvidar, por un par de horas, la realidad cotidiana.
En los papeles, Sin novedades al frente, Tars o La Ballena eran los favoritos a llevarse la codiciada estatuilla a mejor largometraje. A medida que avanzó la noche, la balanza comenzó a inclinarse hacia un film independiente, que causó mucho revuelo cuando se estrenó. Mejor guion original para los directores Daniel Kwan y Daniel Scheinert, mejor actor de reparto para Ke Huy Quan, mejor actriz de reparto para la enorme Jamie Lee Curtis (que hizo un bello homenaje al cine de género), mejor edición y por fin, mejor actriz para Michelle Yeoh.
Mientras la sobrevalorada Black Panther perdía en las categorías de actores y actrices, que parecían ser candidatas fijas a llevarse las estatuillas en el rubro de actuación, llegó el premio a mejor dirección para la dupla creativa de Todo en todas partes, al mismo tiempo, y ya el público comenzó a olfatear que el premio mayor podía ir para la comedia de ciencia ficción.
Entonces, lo impensado pasó. Como si fuera algo del multiverso, las obvias preferidas perdieron y ganó la producción independiente. Todo fue festejos, sorpresa y emoción.
Varios días después saltaron los que siempre se quejan a decir que hubo un lavado de cara por parte de la Academia, que en vez de darle los premios a los afroamericanos decidieron darle a los asiáticos-americanos, como si eso fuera malo o no fueran una minoría también. La controversia absurda estaba sobre la mesa, pero se evaporó a los pocos días.
Entonces, la mejor película del año para Hollywood cobró más relevancia de la que ya había logrado. Y merecidamente.
Todo en todas partes, al mismo tiempo es un largometraje que nos hace recordar porque el cine es magia a veinticuatro cuadros por segundo, es un ejercicio de imaginación, y hecha con mucho corazón, pocos recursos y mucho encanto.
Los Daniels, como se conoce a la dupla de directores, empezaron a trabajar en el guion en el 2010. La historia al principio era mucho más ambiciosa, un típico blockbuster que hubiera costado arriba de los cien millones de dólares. En el medio, la segunda temporada de Rick and Morty vio la luz, y el concepto de multiverso comenzó a popularizarse fuera del mundo de la literatura de ciencia ficción y las historietas. Después se estrenó la excelente Spider-Man: Into the Multiverse, que fue un éxito rotundo de taquilla y crítica, y los directores creyeron que la oportunidad de llevar adelante su obra se había visto truncada.
Pero los Daniels decidieron persistir y, con una pandemia sobre los hombros del mundo, se las arreglaron para parir la heroína definitiva capaz de salvar todos los universos para, al final, salvar su mundo e intentar arreglar su miserable existencia.
Michelle Yeoh es la protagonista absoluta y, una vez más, da cátedra de actuación física y dramática. La mujer oriunda de Malasia jamás estudió artes marciales, pero tuvo un pasado como bailarina de ballet, algo que la dotó de una destreza corporal impresionante para las escenas de pelea. Esto se combina con un rango enorme para pasar de la comedia a los momentos más serios, que calza perfecto en una historia absurda, nihilista por momentos, que se anima a hablar de la depresión, de la identidad sin perder de vista el objetivo primigenio: entretener.
Ke Huy Quan, un actor que conocimos cuando era pequeño por su rol en Indiana Jones y el Templo de la Perdición, hace del marido, y consigue también exponer sus capacidades como actor, pese a que no tuvo mucha suerte delante de cámaras en la industria. De hecho, hasta el estreno de Todo en todas partes, al mismo tiempo, ni siquiera tenía cobertura médica en el medio de la pandemia.
Si hay una historia de superación personal aparte de la de Brendan Fraser, que ganó su merecido Oscar a mejor actor por La Ballena, esa es la de Quan.
Jamie Lee Curtis, parte de la realeza de Hollywood y una de las mejores exponentes de la actriz protagonista de género. Su rol en esta película es increíble y la coronación en los Oscar es un reconocimiento no sólo a su labor, sino a la enorme contribución que hizo para llevar a lo más alto a los mal llamados “géneros menores”.
El aspecto visual, repleto de efectos especiales “caseros” y una edición frenética e inventiva, no da respiro al espectador. Puede marear un poco al principio, pero una vez que uno entra en sintonía con lo que nos quieren contar, el viaje es hipnótico.
Todo en todas partes, al mismo tiempo es una merecida ganadora del Oscar en una edición en donde la corrección política parecía que iba a ganar la pulseada una vez más. Este triunfo de la imaginación y de la pasión por el séptimo arte se puede disfrutar en Amazon Prime.