Don Prudencio Navarro cuenta como era su vida de cuarteador en aquellos tiempos en que caballo y carruajes no solo constituían el principal medio de transporte, sino que también las actividades relacionadas a este oficio, como la crianza de caballos o la utilización y mantenimiento de los carruajes, proporcionaban trabajo a aquellos hombres que, habiendo perdido la natural libertad de las pampas, trataban de adaptar su forma de vida a la naciente ciudad.
Usos y costumbres camperas iban formando parte del paisaje cotidiano de los suburbios y arrabales, linderos con el desierto verde.
El oficio de cuarteador era ejercido por hábiles jinetes, muy bien montados sobre soberbios animales, que tenían por función la agobiante tarea de arrastrar a los pesados carruajes, cuarta mediante, para ayudarlos a pesar los obstáculos del camino, fundamentalmente barriales y pantanos.
Las cuartas estaban hechas con lazos trenzados, o con sogas o cadenas que por lo general se ataban a un gancho, situado en medio del eje delantero, o en el balancinero, pasando por debajo de la lanza. En las carretas también se las ataba al yugo de los bueyes cuarteros, animales a los que se reservaba para vadear arroyos o atravesar lodazales.
El barrio de Barracas, como otros de la periferia de Buenos Aires, mostraba en sus calles barriales que dificultaban enormemente el tránsito de pasajeros y mercaderías. Los viajeros y cronistas J.y G.Robertson, describieron así la singular experiencia de cruzar la pampa en un pesado carruaje, auxiliado por cuarteadores:
“Después de atar la yunta del tronco, bajo la dirección el cochero, se agregaron cuatro postillones gauchos, mal cubiertos, cada uno sobre su caballo, sin otro arreo que el lazo.
Este estaba prendido por una punta a la cincha del recado y enganchado por la otra a la lanza del coche…
Apenas hubimos llegado a los suburbios, cuando topamos con uno de los terribles pantanos.
Son masas de barro espeso de tres a tres y medio metros de profundidad y de treinta a cincuenta de ancho.
Los cuarteadores chapuzaban en el barro, luego seguía la segunda yunta, y cuando las dos salían del pantano y, en consecuencia, se hallaban en terreno firme, antes que el carruaje entrara al tremedal, habían ganado donde apoyarse para aprovechar sus fuerzas.
A látigo y espuela, y estimulados por gritos de los postillones, los caballos nos arrastraron triunfalmente fuera del pantano.
De esta manera cruzamos con éxito todos los pantanos, ciénagas y arroyos que median entre Buenos Aires y Santa Fe.
El Cuarteador
Yo soy Prudencio Navarro,
El cuarteador de Barracas.
Tengo un pingo que en el barro
Cualquier carro
Tira y saca…
Overo de anca partida
Que, en un trabajo de cuarta,
De la zanja siempre aparta
¡Chiche!
La rueda que se ha quedao.
Yo que tanta cuarta di,
yo que a todos los prendí
a la cincha de mi percherón,
hoy, que el carro de mi amor se me encajó,
no hay uno que pa’ mi
tenga un tirón.
En la calle del querer
el amor de una mujer
en un bache hundió mi corazón…
¡Hoy, ni mi overo me saca
de este profundo zanjón!
Yo soy Prudencio Navarro,
el cuarteador de Barracas.
Cuando ve mi overo un carro
compadreando
se le atraca….
No hay carga que me lo achique,
porque mi chuzo es valiente;
yo lo llamo suavemente
¡Chiche!
Y el pingo pega el tirón…
¡Yo soy Prudencio Navarro,
El cuarteador de Barracas!
Letra de Enrique D. Cadícamo y música de Rosendo Luna (seudónimo del mismo letrista). Hay dos versiones fonográficas memorables de esta pieza: la de la orquesta de Aníbal Troilo, con su cantor Fiorentino (septiembre de 1941) y la de la orquesta de Francisco Canaro, con Francisco Amor (octubre del mismo año).
Glosario
Cuarta: Cualquier tiro que se ata a un vehículo empantanado para sacarlo del paso.
Cuarteador: El que, mediante la ayuda de un caballo de tiro adicional, auxiliaba a los carros empantanados.
Anca Partida: El anca que tiene un surco en el medio debido al buen estado de gordura del equino.
Pingo: Caballo
Chuzo: Aplicase afectivamente al caballo