Entre la Ley y la Trampa
El 1º de diciembre de 1967 murió en una emboscada policial, el último de los bandoleros de leyenda en nuestro país. Emulo de Bairoletto, “Mate Cosido” y Zamacola, se ganó el odio de algunos y la categoría de mito entre los estratos más humilde de la selva chaqueña.
Isidro Velázquez nació el 15 de mayo de 1928 en Mburucuyá, provincia de Corrientes, hijo de Feliciano y Tomasa Ortiz. Hombre alto y delgado, padre de cuatro hijos, en sus comienzos se ganó la vida como peón rural con fama de gran baqueano, rastreador y cazador de los esteros baqueanos. El 1º de diciembre de 1967, los titulares de los principales diarios del país anunciaban su muerte, producida en una emboscada policial tras una azarosa carrera delictiva.
Allí comienza la leyenda de un bandolero, quizá el último, hecho a imagen y semejanza de un mito entre la ley y la trampa.
Cuentan que la injusticia empujó al hombre el delito, en su prontuario figuran tres causas abiertas en 1961 por robos, hurtos y una cuarta por evasión En la cárcel de Colonia Elisa purgó sus culpas, pero también aprendió del resentimiento y de mascar el odio entre los barrotes de los que un día pudo fugar hacia la espesura del monte. “El vengador” le llamaron, y junto con su hermano Claudio, inició una vertiginosa carrera que incluyó robos, homicidios y atentados.
El 23 de julio de 1962, ambos bandoleros irrumpieron en el bar de Chou-pin, de Colonia Elisa, y se llevaron “ocho mil pesos, una radio a transistores, linternas, bebidas y alimentos”. Luego escaparon hacia el silencio cómplice de los caseríos pobres, donde pronto nació una corriente de simpatía hacia los bandoleros, producto de las entregas generosas de comida y dinero que paliaban la crisis en los hogares humildes agobiados por una gran recesión económica provincial.
El 25 de ese mes la víctima fue un estanciero llamado José Vicente Barrios, y el 12 de agosto, los delincuentes dieron un nuevo golpe, ésta vez al almacén de ramos generales que regenteaba Antonio Marcelino Camps en la localidad de Lapachito. En esa acción se produjeron las muertes de un vecino que circunstancialmente pesaba por el lugar y del hijo del dueño de la despensa llamado Jorge, que quiso repeler el asalto y fue ultimado por Claudio Velázquez.
La persecución policial o se hizo esperar, pero el raid de los hermanos no se detuvo. Entre marzo y abril de 1962 asaltaron a un acopiador de granos y a un agricultor, también a un distribuidor de cigarrillos y a un viajante de comercio.
“Están cercados en un islote del Chaco los hermanos bandoleros”, titulaba el diario “La Razón” el 22 de abril de ese año. Y la certeza de una vida sin sobresaltos se esfumó tras las patrullas policiales, que comenzaron a perseguir a los Velázquez con el honor de por medio. En Colonia Elisa dos policías resultaron heridos luego de un tiroteo con los bandoleros. Al poco tiempo una comisión policial dio muerte a Claudio Velázquez. Isidro se llamó a silencio durante u largo tiempo sin que nadie acertara por su paradero.
Ocaso y Final
Hay finales heroicos y otros que lindan con el ostracismo. Hay leyendas y malas historias que terminan en el olvido. Velázquez cayó tiempo después en manos de la policía. Fue el 1º de diciembre de 1967, día que actualmente los policías chaqueños festejan como suyo. No hay medias tintas en las leyes que gobiernan las acciones de policía y ladrones. Cuando unos ganan otros pierden.
Una maestra y un cartero sirvieron de cebada. “Crónica” titulaba ese1º de diciembre: “Caen en una ratonera los bandoleros Velázquez y Gauna”, para agregar que “les habían prometido un fabuloso atraco”, para llevarlos hacia el ocaso.
La maestra se llamaba Leonor Marinovich de Cejas y el cartero Ruperto Aguilar, ambos se habían ganado la confianza de los delincuentes y tras la promesa de un seguro robo los habían llevado hasta la emboscada policial. Aun hoy se recuerda el grito desgarrador de Velázquez al ser alcanzado por una descarga la metralleta en Machagai, mientras se tomaba de un árbol.
Poco tiempo después el lugar se convirtió en templo de veneración de los hacheros e indígenas de la zona, quizá matando sus angustias junto al espíritu de un “Robín Hood” vernáculo y posible. Las autoridades quemaron el árbol.
Hay un chamamé de Oscar Valles titulado “El Último Sapucay” que recuerda las andanzas de Velázquez. Este también fue prohibido.
En tanto, los delatores que prepararon la celada jamás cobraron un peso de la recompensa prometida. La maestra perdió su auto en la balacera infernal que ultimó a Velázquez, mientras que el cartero fue detenido en 1982 por comandar una banda que robaba ruedas de auxilio a los camioneros.
La Prensa – 22-11-93 – Roberto Caballero
El Porqué de “El Vengador”
En 1964, Velázquez regresó a las andanzas de la mano de otro bandolero conocido como Vicente Gauna. Precisamente su vuelta es en el poblado de Zapallar, donde habían matado a su hermano, y es allí donde secuestró a los hacendados Carlos y Gabino Zimerman, cobrando un jugoso rescate para luego regresar a la selva. A partir de esa acción se lo conocerá como “El vengador”.
Un año después la fama del dúo delictivo se extendía por todo el litoral, convirtiéndose en míticos delincuentes de afinada puntería y dialogo personal con los dioses del monte.
Los miembros de la Sociedad Rural chaqueña comenzaron a impacientarse, temían a la popularidad que estos individuos iban alcanzando Los estancieros prometieron jugosas recompensas “a toda persona que los entregue o suministre información concreta que permitan su detención”. Con pomposos afiches denunciaron, a su vez, que las hijas de los asaltados por el dúo eran sistemáticamente violadas. Luego se supo que en el prontuario policial no figura ninguna denuncia en ese sentido.
Con la presión de los hacendados, la policía inició una rápida caza de los hombres. Ochocientos policías bien pertrechados y con la ayuda de perros, al mando del jefe policial, capitán (RE) Aurelio Acuña, rastrillan las pajonales y montes. Velázquez embosca a la patrulla y mata a un agente policial llamado Juan Ramón Mieres, quedando luego a merced de las fuerzas del orden, completamente rodeado.
Nadie nunca supo cómo ni cuándo, pero lo cierto es que Velázquez y Gauna lograron fugar. Algunos atribuyen el hecho a la ayuda de los pobladores, otros a los dioses de la selva, pero lo concreto es que los “bandidos” escaparon hacia un futuro, plagado de infortunios y derrotas.
R.C.
El Último Sapukay
La muerte apago la risa
del sol que duerme ardiendo en el Chaco
porque Machagai se ha vuelto
un llanto triste de sangre y barro.
Ya no está Isidoro Velázquez
la brigada lo ha alcanzado
y junto a Vicente Gauna
ay, dos sueños sepultados.
Estribillo
Camino de Pampa Bandera
lo esperan en una emboscada
y en una descarga certera
ruge en la noche la metrallada.
Isidoro Velázquez ha muerto
enancao en un sapucay
pidiéndole rescate al viento
que lo vino a delatar,
pidiéndole rescate al viento
que lo vino a delatar.
La muerte apagó la risa
de los machetes en los quebrachos
la pólvora entre los huesos
se hizo ceniza en dos pechos bravos.
Sin una vela encendida
sin una flor a su lado,
sin una cruz en la tierra
ay, dos sueños sepultados.
Chamamé
Letra y Musica: Oscar Valles