El ritual del fuego lo encontramos asociado a los orígenes Celtas («Alban Hermin»). Ellos encendían grandes hogueras con troncos que duraban toda la noche porque, de esa forma, pretendían extender la luz del Sol. Con el fuego celebraban el poder y la fuerza del Astro Rey y, de esa manera, vencer a la oscuridad a través de su luz y protección.
Esta ceremonia se fue extendiendo a otros pueblos del Norte de Europa y, con el tiempo, las grandes hogueras se fueron transformando en pequeños fuegos, en una forma más simple y práctica, como pequeños rituales con brasas, o bien antorchas. Sea la forma que sea, el elemento principal es el fuego; que, sea cual sea sus formas y maneras, es lo único que no puede faltar en el rito de asar carne.
Cuidar del fuego sagrado de nuestro lar, puede y debe ser un ritual que nos llene de serenidad y agradecimiento, pues como subraya la poetisa victoriana Emily Dickinson: “El hogar es algo sagrado; nada de duda ni de desconfianza puede cruzar su bendito portal”.
En la tradición romana, la celebración del fuego sagrado se hacía a través de Vesta, guardiana del hogar, heredera de la Gran Diosa Madre. Era la protectora del fuego y dentro de su templo sagrado resplandecía una llama vigilada en todo momento por sacerdotisas. Vesta es la versión romana de la diosa griega Hestia, cuyo nombre significa literalmente “hogar”.
Para la preparación del fuego en el ritual del asado, se tiene que comenzar preparando una pequeña candelada, o bien un pequeño brasero que, dependiendo de cuántas sean las personas que participarán de la ceremonia, irá tomando más importancia. Alrededor del fuego, acompañando al maestro de ceremonias, el asador, a una distancia respetable para que no se quemen, se irán ubicando los convidados, que platicarán con el primero, disponiéndose en forma de círculo alredededor de las llamas y el humo… Es increíble que través del fuego, nos liberemos de todo sufrimiento y negatividad, que nos sintamos protegidos, y que nuestras vidas ja se vean iluminadas con la fuerza protectora de la luz proveniente de las brasas. En ese momento mágico, se protegen todas las relaciones entre los que participan; se fortalecen todas las relaciones.
Para aquellos que amamos hacer asados invocamos habitualmente la presencia benéfica de esas fuerzas superiores en nuestras vidas. Activamos la magia cada vez que encendemos la llama del fuego sagrado en nuestras casas; es un gesto tan cotidiano como placentero, que lo hace especial.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
© Valerius