Cierto día, cuando asistía a una boda, a un niño de siete años le preguntaron cómo sería su matrimonio. Él solemnemente respondió: «Nunca me casaré. He vivido mucho tiempo con personas casadas».
¿Qué ejemplo hemos dado a nuestros hijos? ¿Qué estímulo ven en nosotros para sus vidas futuras? ¿Qué han aprendido de nosotros que podrán enseñar a sus hijos cuando ellos también estén casados?
A menudo lamentamos los caminos recorridos por nuestros hijos, sin reconocer que, en gran medida, es culpa nuestra. Cuando eran niños les enseñamos a pasar los días discutiendo, a fingir una honestidad/santidad que no estaba en nosotros, a superar los obstáculos de la vida con un «lo importante es ganar» y no dejar; algunas veces a mentir.
Nuestros hijos miran, todos los días, nuestro mal humor, nuestros gritos, nuestra ignorancia en casa. ¿Cómo serán sus vidas cuando sean adultos? Si se reflejan en nosotros, debemos de darle un ejemplo de amor, fe, comprensión, paciencia, una vida obediente y feliz. Si es así, seguramente estarán preparados para ser, con gran felicidad, unas personas de bien.
Procuremos que si a nuestros hijos se les preguntara, «¿Cómo será su boda?» que digan sin vacilar: «Será como mi padre y mi madre».
“Padres, no provoquen el enojo de sus hijos, por el contrario, con amor críenlos en el amor, la disciplina y amonestación”.
Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, envío un abrazo y mi deseo que Dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas; y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
** Valerius **