¿Alguna vez pensamos por qué hay infinidad de versiones sobre el 17 de Octubre de 1945, cuando una multitud de trabajadores irrumpió en la vida política y en la historia de la Argentina para cambiar su rumbo de manera definitiva?
¿Cuántos y cuántas se atribuyeron la organización? ¿Eran miles, cientos de miles, millones los que marcharon? ¿Sólo en Buenos Aires? ¿Se levantaron los puentes? ¿Cruzaron el río? ¿Leteo o Rubicón?
Sin redes sociales ni celulares, sin teléfonos fijos, ¿qué percepción aguda, profunda, heroica hizo percibir al pueblo que nacía un líder que cambiaría sus vidas, las de sus hijos y nietos al terminar con las injusticias de la oligarquía y la explotación?
Hoy, a 75 años, ¿podemos, de forma nítida, establecer cuál fue la realidad, describir cómo se desarrollaron los acontecimientos? ¿Importa?
¿Alguna vez te preguntaste por qué sos peronista? No. Pero te interpelaron, seguro: “Usted que es universitario, rubio y de ojos celestes, cómo puede ser peronista?”, hasta increpándote “¿Cómo les hace eso a los universitarios rubios y de ojos celestes?”
Me pasó con Favaloro. Mi oficio de origen, la corrección. Por vinculaciones recónditas familiares pasaron por mis manos todos los libros del plomero cardíaco, que emprolijé hasta donde el texto me lo permitía. Un día, por mi lugar de trabajo a donde me alcanzaban los originales, dedujo que era peronista. ¡La desesperación de ese hombre! Debió temer que contaminara sus textos (bastante gorilas, por cierto) y emprendió la cruzada de enviarme libros que demonizaban el peronismo (Orgambide, Sebreli, entre otros) con cartas de su puño y letra, donde describía todos los clichés con los que se ha pretendido estigmatizar al peronismo, intentando catequizarme con el trillado argumento del blancor de mi piel y el ascenso social universitario. Acceso universitario gratuito alcanzado gracias a quién: a Perón. Mudanzas varias y exilios de toda laya extraviaron en el viento esas cartas entre Favaloro y yo.
Cierta vez el Colegio había ganado un campeonato de rugby, los de 6° año impidieron la entrada a la fábrica de próceres y nos quedamos cantando por ahí. El lunes siguiente una prestigiosa y anciana profesora de matemática nos hizo quedar después de hora a las mujeres: no era para retarnos por la rateada sino porque los cánticos deportivos se habían entonado al compás de la marcha peronista.
Reportaje a famoso radical, tanguero él, ya fallecido. Me cuenta cómo tiraban desde un balcón los cuadros de Perón y Evita en septiembre del 55 y bajaban a pisotearlos y rasgarlos. Termina la entrevista, pensativo me pide: “Suavizá un poco eso de los cuadros, puede haber algún peronista que lea la nota”. “Sí, yo por ejemplo”, le dije.
Otra de ser peronista. Uno sube a un taxi, o conoce a una persona, o entra en un negocio: “Estos negros que cortan las calles, dónde empieza el derecho de los demás, el peronismo los acostumbra a la vagancia, hace 75 años que arruinan el país”. ¿Por qué sobrentienden mi ideología?, ¿por qué ser antiperonista es el canon? Acaso yo me subo a un taxi y digo: “Los tacheros hijos de puta que les roban a los turistas son todos violadores de pobres chicas que laburan de noche”.
Ejemplos del ser que piensa que todos piensan como él. El gorila en este caso.
Lo sabemos: ser peronista es maravilloso. Un privilegio. El peronismo me ha permitido (y me permite) siempre saber de qué lado estoy. Por eso vive. Por eso se reinventa. Por eso las izquierdas y las derechas en su interior. Por eso es inexplicable. Porque no es un dogma. No se trata sólo de política: hay una ética, una estética y una poética del peronismo.
Un sentimiento. Un movimiento. Una razón de ser, de vivir, de pensar y de actuar. Con sus anomalías, como en todas las familias. Las leyes laborales. Las conquistas sociales. Las canchas. Los pibit@s cantando la marcha. Las hinchadas. Los cánticos. El rock. Las pintadas. Los choris en las movilizaciones. Los bombos. Las banderas…
¡Hay tantos argentinos que son peronistas, no lo saben y morirían si se enteraran…!
Como dijo alguien hace tiempo y el panorama no ha cambiado: “Peronistas somos todos”. Por lo menos una vez en la vida o durante el día o desde antes de nacer.