Después de saciar el hambre del cuerpo y alma, Dea Ram comprende que su tercer ojo le permitirá ver más lejos y mejor.
El Gato Perfecto
Los sentimientos, incluso de protección, los había traído desde mi planeta de nacimiento: la Tierra. Alrededor de ellos se desarrolló mi viaje a Marte, y claro que no iba a abandonar a mi felino terrestre. Lo que nunca supuse que la transformación de mi gato Merli sería tan contundente.
El nuevo ser portaba alas, eso estaba muy bien, la bondad suele ser alada. Tenía tres orejas, eso también era importante ya que se ampliaba su capacidad para escucharme en las noches en que las dimensiones se agolpan en medio de cráteres reflexivos.
Lo miré con detenimiento. Poco a poco su rostro se volvió arcaico y un cuerno azul dio lugar a otros. ¡Mi Merli era un tricornio! Excéntrica manera de ser mascota, todo hubiese sido sencillo de aceptar, excepto por los aros de fuego que envolvían su cuello. No me dio pavura, muy por el contrario, intuí que esos aros tendrían una razón de ser. Por momentos pensé que era su aura, por otros creí que estaba frente a un ser de Saturno. Decidí ponerle un nombre diferente, se llamaría Tricornio Saturnal. Se lo comuniqué en lengua de señas, y mi amada mascota alzó sus orejas para luego batir alas a mi alrededor. Si la aspiración de Tricornio era volar yo estaría siempre cerca para apoyarlo, aunque por un instante pensé que quizá era él quien deseaba que yo volara. Nunca había conversado con Merli sobre estas cosas, aunque recuerdo un día en que se coló en el balcón de mi casa en Tierra, trepó por la baranda y aspiró aire puro estirando su cuello como en posición de vuelo. Yo lo había entrado a la casa, los gatos en Tierra no vuelan, aunque están acostumbrados a andar a gran altura y temí por su vida. Cuando me vio preparando mis cosas para el viaje a Marte solo se estiró en mi cama a dormir. Luego, lo perdí de vista hasta ahora en que hace su aparición triunfal. El amor todo lo puede, así que no sé cómo se las arregló para seguirme, pero aquí está transformado en una criatura diversa. Yo confío en los sentimientos genuinos que posee. Solo sé que me llevara un tiempo conocerlo como quizá le suceda a él conmigo. En el planeta Tierra yo solo tenía dos ojos, y si bien me decían Dea no soy la misma Dea de hoy, tengo otras capacidades como seguramente han de tener Chaofair, Aristotelius y hasta el mismísimo Ansidorio.
Debo reconocer que cuando Ansidorio Real lo vio aparecer a Tricornio se quedó babeante. Lo hubiera comido de un bocado si Tricornio no hubiera hecho girar los anillos de fuego hasta casi enceguecerlo.
Estábamos en un gran cráter y debíamos salir de allí antes de que la noche nos engullera de un mordisco. Claro que con Tricornio cerca, ya no padeceríamos frío, era solo cuestión de entendimiento y que girara los anillos de fuego cuando se lo pidiera. Pero no todo es como lo pensamos, en determinado momento Tricornio Saturnal apagó su fuego y los aros se instalaron de un color azul gélido.
—¿Quién es este adefesio?—espetó Aristotelius.
—¡Es mi mascota!—le respondí con voz de fuego, grave y poderosa.
Esa simpleza me hizo saber que Tricornio podía asistirme con fidelidad cuando un dejo de enojo envolviera mi alma.
Texto de Ana Caliyuri
Ilustración: Obras pictóricas de Tadeo Zavaleta De la Barra