Grey Trace está buscando a quien asesinó a su esposa. Está escondido en la casa de quien sospecha es el culpable. Una voz en su cabeza le dice que espere el momento indicado para atacar, mientras tiene la ventaja estratégica de la sorpresa. No escucha voces imaginarias, es una inteligencia artificial que le fue implantada junto a un complejo sistema cibernético que le permitió volver a mover sus extremidades.
El “blanco” divisa a su invasor por el reflejo en un televisor apagado. Entonces ataca, porque sabe que lo fueron a buscar para asesinarlo. Grey escucha como el hombre afirma que es inocente mientras lo domina claramente. Grey termina en el suelo, mientras lo ahorcan. La voz en su cabeza le pide permiso para tomar control total del cuerpo. Grey se lo otorga.
La pelea, en menos de un segundo, cambia radicalmente. Grey ya no recibirá un solo golpe más, y el pequeño departamento se convertirá en un ring en donde los oponentes tienen una disparidad notable. Cada movimiento de Grey es preciso, no es exagerado, cada puñetazo impacta generando daño real. La violencia escala y el hombre se da cuenta que el final será la muerte de su oponente. Sus gestos de pánico se contradicen a la perfección con la ferocidad de su ataque. La escena termina de forma brutal, con Grey tomando el control de su cuerpo y vomitando lo poco que había en su estómago al ver lo que hizo.
“Upgrade” exhibe este nivel de violencia altamente creativa a lo largo de todo el metraje, y es una delicia visual de punta a punta. El director y guionista Leigh Whannell se pasó seis años de su vida desarrollando el concepto y el guion mientras transitaba un exitoso camino en el cine de terror, bajo la tutela de su amigo James Wan, con quienes crearon dos de las más exitosas sagas de terror: “El Juego del Miedo” e “Insidious”.
Tras su debut detrás de cámara con “Insidious 3”, el cineasta optó por volcarse a su proyecto de pasión, un largometraje en donde combinaría ciencia ficción y acción. La trama nos muestra al protagonista que queda tetrapléjico tras un atraco en donde recibe un disparo en el cuello, que daña su médula espinal. En el mismo incidente muere su esposa Asha. Desde que despierta, Grey sólo puede pensar en venganza, pero su inmovilidad parece ser un obstáculo insalvable.
Un cliente de su taller mecánico, el científico tecnológico Eron Keen, va a visitarlo con una propuesta de lo más atractiva. Un implante en su espalda dañada le daría la posibilidad de recuperar la movilidad. Es una tecnología experimental, que viene dotada de una inteligencia artificial llamada STEM, que lo ayudará en el proceso de adaptación.
Como en cualquier film de ciencia ficción que se precie, este tipo de milagros nunca son lo que parecen. El implante le permite no sólo mover sus extremidades, sino que le da un set de habilidades marciales y fuerza casi sobrehumana, siempre y cuando deje que STEM tome el control del cuerpo.
Grey comienza con su venganza, pero mantiene la fachada de tetrapléjico para cubrir su rastro de sangre. Es la coartada ideal. Nadie sabe que existe siquiera aquella tecnología, y pese a que su rastro genético aparece por todos lados en las escenas del crimen, la policía no puede encontrar una explicación racional.
Para evitar entrar en territorio de spoilers, lo mejor es ver esta maravilla llamada “Upgrade”, que no aburre ni un solo minuto.
Whannell consigue crear un largometraje ciberpunk con escenas de acción innovadoras, que no es poco decir en un mercado copado por franquicias de la talla de “Bourne”, “Misión: Imposible” o las producciones superheróicas. La influencia de James Wan en ciertos movimientos de cámara son evidentes, pero también son recursos válidos que suman a la narración. Por ejemplo, cuando Grey intenta luchar sin el control de la inteligencia artificial, la cámara es temblorosa, los encuadres casi erráticos. Se nota que hay una persona sosteniendo la cámara. Cuando STEM toma control, la cámara de golpe se estabiliza, sigue cada movimiento con elegancia y realza los movimientos pulidos, coreografiados a la perfección. Grey siempre está en el centro del cuadro. Es un uso brillante del aspecto técnico.
Nada de todo esto sería posible sin la brillante actuación de Logan Marshall-Green, quien entrenó para poder llevar adelante las escenas de peleas. No es un detalle menor porque el actor tiene que dar dos interpretaciones distintas. La obvia física, y la otra con su rostro, que debe transmitir no la ferocidad sino la perplejidad inicial cuando la inteligencia artificial está en control. Es una performance destacable, que le da veracidad a un relato de ciencia ficción que, por naturaleza, es bastante inverosímil.
El film se estrenó en el 2018, cuando la inteligencia artificial no había invadido la vida cotidiana de todos los usuarios de internet. “Upgrade”, cinco años más tarde, mantiene la relevancia en la era de la paranoia ciberpunk que estamos viviendo, en donde los genios de Silicon Valey y afines sacan comunicados semanales en donde anuncian los peligros de la nueva tecnología que ellos mismos lanzaron al mundo.
No todo es sombrío en esta película. Whannell aporta cuotas de humor más que bienvenidas para cortar con el drama y la acción sangrienta, cruda. Una vez más, el elenco lleva adelante un guion ingenioso con mucha soltura y oficio.
La película fue un éxito entre la audiencia y la crítica, pero no se convirtió en un tanque generador de dinero (o un universo cinematográfico, como está tan de moda ahora) y, como suele pasar con este tipo de productos, pasó al estatus de culto a gran velocidad. Méritos le sobran para que nuevos espectadores descubran esta maravilla de acción, que se siente como una brisa de aire fresco en un ecosistema superpoblado de largometrajes en donde la acción es la protagonista y los efectos hechos en computadora parecen reemplazar cada vez más a las acciones “reales” de los actores.
“Upgrade” se puede disfrutar en HBO MAX.