El 25 de octubre se celebra el Día Mundial de las Pastas. La fecha fue establecida para recordar que en esa fecha del año 1995, se recuerda el Primer Congreso Mundial de Pastas, realizado en Roma. La Ciudad Eterna fue elegida como sede anfitriona, debido a que Italia está considerada la primera productora internacional de pastas.
Si bien ese ‘país está fuertemente asociado a la extensa variedad de platos que surgen de las combinaciones que los componen, sus orígenes serían muy anteriores a la versión itálica y también, es probable que con distintos nombres e insumos comenzaran a elaborarse en diversos puntos del planeta, con los ingredientes que se tuvieran a mano.
Algunas investigaciones ubican “fideos” en el segundo milenio (A.C.) en la Antigua Persia; la actual República Islámica de Irán. El plato en cuestión es conocido como “ash reshteh”, parecido a una sopa, y continúa siendo una alimentación popular en ese país y otros de la región.
A su vez, a finales del siglo I (A.C.) en Roma, se consumía una variedad de lasagna sin salsa de tomates pero con otros ingredientes, con un diseño básico similar al que conocemos en la actualidad; intercalando relleno de carnes varias con láminas de pasta.
Recién en la Edad Media en Europa se conoce el sistema de secado, que consistía en el sencillo trámite de colgar las tiras de pasta en sogas, como si se tratara de ropa. Esas producciones podían ser para satisfacer necesidades domésticas, o tratarse de verdaderas fábricas de pastas, que luego se vendían en gran parte de la península.
Pese a estar muy difundida la creencia que fue el veneciano Marco Polo quien introdujo los fideos en Italia en el siglo XIII luego de uno de sus viajes a Oriente, “descubriéndolos” en China, lo cierto es que el producto ya era conocido en Europa desde mucho tiempo antes.
No obstante, es probable que en el país asiático tuvieran un desarrollo paralelo al de otras regiones, pero con diferencias importantes en su elaboración, por ejemplo, el uso de harina de arroz y habas; insumos utilizados en China para producir pastas desde hacía muchos siglos y se estima que desde dos mil años antes de Cristo, en la región conocida como Quinghai (Tibet), ya se consumía un alimento similar a los fideos cuya base eran las semillas de mijo.
Pero acerca de la popularidad de las pastas en la Europa de la Modernidad, habla el hecho de que en 1571 en las ciudades de Roma y Palermo, se funda la Corporazione Delli Vermicellari, sociedad que agrupaba a los maestros fideeros; pese a que una versión no comprobada, habla de la existencia de vermicelli desde el siglo XIII en la ciudad de Pisa; la de la célebre torre inclinada. Paralelamente, también en el país surgen los mastri lasagnari, especialistas en lasagna y acompañando la diversidad de pastas, en el pueblo de Gragnano en la Campania italiana, región de Nápoles, se popularizan los especialistas en maccaroni.
Promediando el siglo XVII, Nápoles ya es la “Capital” de los fideos itálicos.
Se cuenta que se acostumbraba comerlos “al paso”, como si se tratara de un choripán en cualquier ciudad argentina, pero antes que se generalizara el uso de salsa de tomate, se aderezaba con queso duro. Recién en el siglo XIX el “tuco” se habría incorporado a las pastas, convirtiéndose en un maridaje inseparable. De la misma época datan las primeras oleadas masivas de inmigración italiana a nuestro país; y desde entonces, es impensable pensar en una mesa argentina, de restaurante o familiar, que no contemple en sus menúes alguna pasta de la enorme y exquisita variedad de la oferta local.
Pero volviendo a los especialistas, se considera al noble italiano Ippolito Cavalcanti el precursor técnico, al explicar detalladamente en un tratado publicado en 1837, cómo cocinar pastas con salsa pommadore, entre otras recetas.
Si bien a ésta parte del continente como se ha dicho, la divulgación masiva de las pastas llega de la mano de aquella inmigración, en Norte América la habrían introducido los ingleses durante la conquista, después de conocerlas en Italia. Como luego sucedería en nuestro sur, en EE.UU. la inmigración peninsular es la que aporta más adelante, la variedad y sabor de la típica cocina italiana.
Tallarines, espaguetis, vermicelli, fuccili o “fusiles” como le llaman algunos por el parecido fonético, o los ñoquis, de profundo arraigo nacional, los macarrone, los soperos y la familia de las pastas rellenas más conocidas, como ravioles, panzottis, tortelletis y las lasagnas, entre otros.
Cada variedad con la cuota de creatividad que le aplica el fabricante o la ama de casa, como los fideos rellenos o saborizados con espinaca, morrones, de harina integral o cuanto se le ocurra a quien lo elabora.
Este alimento que básicamente se compone de harina de cereales y otros ingredientes, en la era de la alimentación programada por razones atendibles de salud, en nuestro país y en el mundo, sigue siendo una de las comidas preferidas. Prueba de ello, es el informe producido por la Unione Italiana Food del año 2022: la península itálica exportó entonces 2,4 millones de toneladas de pastas con un muy buen pronóstico para 2023. A su vez, en todo el planeta se elaboraron en el mismo período, 17 millones de toneladas de ese producto, lo que habla de la universalidad de este apreciado alimento.
En nuestro país a finales del mismo año, se estimaba que los argentinos consumíamos once kilos promedio de pastas anuales y por persona.
Acerca de la excelencia de la tradición de nuestras pastas secas o frescas, éstas cifras son elocuentes