El del bandoneón había dejado de hacerlo sonar y el instrumento se había recogido entre sus rodillas – como un gusano, iba a decir, pero eso se ha venido diciendo desde que el bandoneón imitó la forma del gusano- de modo que fue como muriéndose, desinflado como una voz.
Entonces el del bandoneón, sin mirarme, como si yo no fuese destinatario del mensaje que traía sino la habitación, lo que había en ella (un empapelado de diseño indescifrable- para mí al menos- una mesita de luz con una pata rota, una cama antigua con respaldo de bronce que cruje como un muerto, una estantería con la pava y el mate, un catecismo deshojado y nunca leído y ciento doce libros- los he contado- de autores desconocidos y, más aun, despreciables por haberse atrevido a tanto, son la enumeración azarosa de las cosas más o menos inútiles) dijo algo (el del bandoneón), una oración, un fragmento de algo que parecía tener más extensión que la del tiempo que había demorado en modularlo, una suerte de clave aparentemente orientada a desorientarme y a desorientarnos.
Dijo (a lo mejor, no recuerdo): soy su hermano; vengo a ayudarlo. O, soy el destino; quiero quedarme O, soy el esbozo de lo que usted será.
Orlando Barone – Pájaro de Fuego – Noviembre 1979
Fuelle: Masc. – Bandoneón – Generalmente en plural pulmón –
Tener los Fuelles Pinchados: Padece alguna enfermedad pulmonar (En ambos casos por alusión al español fuel: Instrumento para recoger aire y lanzarla con dirección determinada.)
Fueye: Masc. Variante gráfica más difundida de fuelle.
Que si no Fuera por el Fuelle y el Ronquido, Cualquiera Hubiera Jurado que Estaba Mortadela
En fin, seguí con la música y con los ojos ciegos bien abiertos, un poco por el tubo polínico, un poco por el estaminal, hasta que en un momento pude percibir una especie de respiración fuerte que parecía de animal y casi pierdo toda la macrófila que el julepe pero como a esta altura del partido ya nada me importaba, empuñé el cuchillito y enfrenté a la respiración, que cada vez era más intensa, y entonces casi me cago de la risa cuando el corazón bajó otra vez y pude ver que todo se trataba de la mamúa de un gordo respiratorio, que si no fuera por el fuelle y el ronquido, cualquiera hubiera jurado que estaba mortadela o, al menos, en la última espiguilla.
Villa Celina – Juan Diego Incardona – La Otra Orilla – 2008
Fueye
Cuando llegó, te oí reir
cuando se fue, lloró tu son
en tu teclado está, como escondida
hermano bandoneón toda mi vida.
Con tu viruta de emoción está encendida
la llama oscura de tu ausencia
y de mi amor.
Cuando llegó, te oí reir
cuando se fue, lloró tu sol.
Fueye, no andés goteando tristezas,
fueye, que tu rezongo me apena.
Vamos, no hay que perder la cabeza,
vamos, que ya sabemos muy bien
que no hay que hacer,
que ya se fue de nuestro lao
y que a los dos no has tirao
en el rincón de los recuerdos muertos.
Fueye, no andés goteando amargura
Vamos, hay que saber olvidar.
Cuando llegó, cristal de amor.
Cuando se fue, voz de rencor.
Guardé su ingratitud dentro‘e tu caja
y con tu manta azul le hice mortaja.
Esa es la historia del castillo de baraja
que levantamos a tu arrullo bandoneón.
Cuando llegó, cristal de amor.
Cuando se fue, voz de rencor.
Fueye, no andés goteando tristezas,
fueye, que tu rezongo me apena.
Vamos, no hay que perder la cabeza.
Vamos, si ya sabemos muy bien
que no hay que hacer,
que ya se fue de nuestro lao,
y que a los dos nos ha tirao
en el rincón de los recuerdos muertos.
Fueye, no andes goteando amargura.
Vamos, hay que saber olvidar.
Tango – 1942
Música: Charlo
Letra: Homero Manzi