De Pensamientos y Otras Sendas
Tricornio Saturnal, el gato terrestre transformado, buceó en las emociones de Dea Ram,y con paciencia comenzó a convencerla para alejarse de los abismos en los que se encontraba tras mantener esa conversación impropia con el dios menor Tantra.
—Dea, es hora de que te vayas de ese inframundo, Tantra no podrá con nosotros si no le damos entidad —me dijo Ansidorio con voz grave y por vez primera no tuvo deseos de comer.
—La entidad se la está dando los que aquí habitan: los Baktron, transformados en basura cósmica, los Clark su ejército de robots, e incluso la sirena Bairoleidi con el pez Koi podrían estar de acuerdo con él.—respondió Dea con un alto grado de convicción.
Tricornio Saturnal hizo girar los aros de fuego que envolvían su cuello para iluminar los pensamientos de Dea Ram. Solo en Marte era posible aclarar los pensamientos para que se regeneraran de manera tal de ver el futuro, y de ese modo, buscar otras sendas.
Dea Ram cerró su ojo, y la amada mascota alzó sus orejas para luego batir alas a mi alrededor.
Volví a mí, a mi esencia, no me gusta que un tercero cuente esta historia, yo la cuento como memoria y sé que el tal Tantra quiere contarla a su modo y en tercera persona, para convencernos de quedarnos allí. Por un instante me dí cuenta de que Tricornio deseaba que yo volase, Pero, no me iría de allí sin Ansidorio, sin Chaofair y sin Aristotelius, ellos eran mi reaseguro de recordarme como ser humano. Comencé a pergeñar un plan, o varios. Las opciones eran diversas como las sendas de la existencia: ir en busca del inmortal Gilgamesh para sumarlo a nuestra probable expedición por el cosmos y contar con su vasta experiencia en viajes a la eternidad, o ir en busca de los Baktron para alzarnos contra Tantra y convivir fuera del mundo de los abismos cuyo reinado era absolutamente regido por ese colérico dios menor, o intentar regresar a Tierra desde otro portal temporal y regresar el reloj del tiempo a un milenio atrás y ver si nos adaptábamos. Después de todo, éramos terráqueos en fuga.
Texto: Ana Caliyuri
Ilustraciones: Tadeo Zavaleta de la Barra