La Voz Aguda de los Cantantes Castrados
El concierto está por comenzar. Cientos de fanáticos furiosos se agitan en sus butacas o en el campo esperando que aparezca su ídolo. Cuando por fin sale el cantante el público irrumpe en un alarido de placer y corean su nombre.
¿Los Rolling Stones? ¿Shakira? Nada de eso: el concierto de algún castrado allá por los siglos diecisiete y dieciocho. Estos cantantes eran las estrellas de rock de la época, y hay reportes que afirman que dejaban llorando a su público, y sobre todo a la rama femenina de la audiencia. Como buenos stars, hacían megagiras por toda Europa, dando conciertos por las cortes y también en algunos auditorios más populares. Si bien no andaban demoliendo hoteles y tirando aparatos de televisión por las ventanas (sencillamente porque no los había), tenían el mismo eso de vida a puro lujo y a puro capricho (lo cual solía ser la comidilla de la prensa y de los chismes de la época).
Avanti castratori…Claro que la historia no tenía un comienzo nada feliz, sino bastante traumático: muchas familias pobres entregaban a sus hijos con voces melodiosas a la cirugía para que mantuvieran esa posibilidad de llegar a tonos increíblemente altos, pero con una potencia de voz netamente masculina. Y no es que fuera una operación muy dulce: los castratori, eran unas especies de tijeras de cortar arbustos que, bueno se imaginan el testo. La falta de la hormona masculina testosterona impide el desarrollo de caracteres sexuales secundarios, entre ellos, el engrosamiento de las cuerdas vocales, y así quedaban con la voz de los niños cantores de la lotería. Un hecho curioso es que una forma de disminuir los niveles endógenos de testosterona, mas allá de la ablación de los testículos, es tomar esteroides anabólicos, que son similares a esta hormona y, si bien producen un aumento de masa muscular, le hacen creer al cuerpo que hay testosterona dando vueltas, lo cual reduce la cantidad de hormona natural hasta en un 85 por ciento, lo que puede hacer disminuir el tamaño de los testículos y hasta hacer crecer las mamas. Así que cuidado con los patovicas.
Allá por los siglos XVII y XVIII la cirugía se hacía en niños de más de ocho años; solo en Italia llegaron a castrarse alrededor de 4.000 chicos en un solo año, para poder probar suerte como solistas y favoritos de algún compositor.
Los nombres de algunos de estos castrati (como Nicolini o Senesino) quedaron grabados en la historia, pero el más famoso de todos los tiempos fue el llamado Farinello (1705-1782), un nombre que adoptó en reconocimiento a los hermanos Farina, sus primeros mecenas. Farinelli cantó en todas las grandes capitales de Europa, y hasta se quedó durante años en España, cantándole las canciones de las buenas noches al rey Felipe V para curarlo de su melancolía.
La noticia es que los científicos del Centro de Estudios Farinelli en Bologna en el 2006 desenterraron los restos del cantante para investigar los cambios que se produjeron en su cuerpo. Las caricaturas de la época los muestran altos y lampiños (nuevamente, efectos de la falta de testosterona, que entre sus acciones está la de cerrar la zona de crecimiento de los huesos). Si bien los dibujos que quedan de Farinelli lo presentan como todo un caballero, otros artistas sugieren un crecimiento de los pechos y aumento de la concentración de grasa corporal. La idea es hacer mediciones del cráneo y de los huesos y, se hubiera preservado, de algunos otros tejidos farinellescos. Por el mismo precio, junto con los restos del cantante aparecieron los de su sobrina nieta Carlotta Pisani Broschi.
La práctica de la castración siguió en auge hasta bien avanzado el siglo XVIII: recién fue prohibida en 1870. El último de los castrati fue un cantante del coro de la Capilla Sixtina, un tal Alessandro Moreschi, que hasta dejó una grabación de su voz en 1902 (quienes la han oído afirman que se parece a un “Pavarotti aspirando helio”). Dicen que su público lo recibía al grito de ¡Eviva il coltello! (Viva el cuchillo)
Es cierto: uno podría pensar en que la castración es una barbaridad (de hecho estaba prohibida también en el siglo 18, pero la hacían pasar por un accidente de caballos o algo similar). Y lo es, sin duda. Los padres que sometían a sus hijos a estas operaciones debían estar bastante desesperados.
Nada que ver con mandar a los niños a castings y concursos televisivos de cantos y bailes.
Por Diego Golombeck – Debate – 03-08-06
La Historia de los Eunucos
Los casos más antiguos de castración humana que se ha registrado se remonta a la época de los sumerios y se ubica en la ciudad de Lagash durante la III dinastía de Ur entre los años 2120 y 2003 a. C.
Aquellos primeros eunucos tenían una baja consideración social a pesar de que algunos alcanzaron puestos de confianza política. Los sumerios observaron que la castración privaba al eunuco de toda aspiración a perpetuarse y le hacía ser una persona sin unión, lo cual facilitaba su gobierno.
Escribió el griego Jenofonte que Ciro el Grande disponía de una guardia personal de 300 eunucos en los que confiaba ciegamente. Para Ciro, solo los eunucos, privados de mujer e hijos, podían entregarse por entero a su persona. Su teoría estaba lejos de ser infalible.
Fue el caso del eunuco Bagoas que lo conoció cuando atacó a Persia y llegó a ser general de los ejércitos persas en tiempos de Artajerjes III. Acaparó tal poder que se dedicó a poner y quitar reyes, envenenando al monarca y luego a su hijo Arses.
Los griegos emplearon a eunucos como tutores de sus hijos, confiados en que no tratarían de seducir a sus retoños. Del griego eunouchos que significan guardianes del lecho, procede el término eunuco, aunque estos no participaron en las instituciones helenas.
Su presencia había llegado en buena medida a través de los sacerdotes eunucos del templo de Artemisa situado en la vecina ciudad de Éfeso, en Turquía y de los cultos frigios a la Diosa Madre, muy extendidos en las ciudades griegas de Asia Menor.
Roma conocía el uso lascivo que los persas daban a sus eunucos. Los preferidos para aquel placer eran los spadones, eunucos a los que solo se había extirpado los testículos y que agradaban tanto a hombres como a mujeres.
Los eunucos nunca estuvieron bien considerados en Roma, pero muchos de ellos alcanzaron puestos notables. El culto a la diosa Cibeles había llegado a Roma durante la II guerra púnica, cuando los sacerdote que eran conocidos como galli, se practicaban incisiones en brazos y labios mientras bailaban ritualmente, hasta alcanzar un clímax en el que algunos se mutilaban el sexo.
Edmundo Fayanás Escuer – 02-03-21 – www.nuevatribuna.es – Fragmento