Llamamos prelunfardismos a los términos que habiendo circulado en Buenos Aires con anterioridad al proceso de la inmigración en masa, se han establecido en el nivel de lengua lunfardo o, dicho más sencillamente, son tenidos habitualmente por vocablos lunfardos.
El lenguaje lunfardo y el lenguaje gauchesco no son creaciones de guitarreros analfabetos o de milongueros que firmaban con una cruz. Ni siquiera son creaciones de semi analfabetos. Los payadores, fueran campesinos o puebleros, rechazaban el lunfardo. Bettinotti condescendió alguna vez a ese léxico, pero, lo mismo que Carriego, en otra jurisdicción, lo hizo por broma. Si se recurre a la antología compilada por Clara Rey de Guido y Walter Guido, sobre 154 de los 643 folletos de la Biblioteca Criolla de Robert Lehmann Nitsche, y se intenta compilar con ella un diccionario lunfardo, el empeño será vano. Aquellos poetas populares, salvados del olvido por la antología citada, pobres de sintaxis, mendigos de rimas, carentes por lo general de oído poético, semi analfabetos, en suma, casi no emplearon términos lunfardos. Para compilar un diccionario lunfardo hay que hacer lo que hicieron, cada uno en su predio, Antonio Dellepiane y Juan Piaggio, es decir, anotar las palabras sueltas que escuchaban en boca del bajo pueblo o fichar con paciencia páginas y más páginas de escritores cultos, de verdaderos hombres de letras, que con las palabras sueltas que escuchaban no compilaron un diccionario sino que crearon un lenguaje.
Aquellos escritores no se atuvieron sólo a los términos inmigrados. Les sumaron otros, de producción casera, que venían de lejos en el habla popular de la campaña y de la ciudad. Ellos son los que llamamos prelunfardismos, es decir, términos que al margen de la lengua común fueron corrientes en el habla popular de Buenos Aires con anterioridad a la inmigración en masa. Si estamos señalando que el carácter inmigrado es un predicado esencial del lunfardo, no podemos llamar lunfardas a las palabras que no llegaron con la inmigración; por eso, a las que circulaban antes de que se produjera la inmigración, las llamamos prelunfardismos.
En la novelita El matadero de Esteban Echeverría, escrita en la dé- cada de 1840, pueden encontrarse algunos de esos términos: achurador (el que troza las reses), che (vocativo del pronombre tú), cajetilla (elegante), gringo (extranjero, principalmente el italiano), mancarrón (caballo viejo e inútil).
La acción de El matadero transcurre hacia 1833, en el matadero de la Convalescencia o del Alto, donde pululan gauchos y compadres. Aun- que el autor hace dialogar a sus personajes con perfecta sintaxis, el voseo, corriente entonces, está documentado por la flexión del imperativo sall (en lugar de sal). De acuerdo con el DRAE, vosear es «dar a uno el tratamiento de vos». Esta definición no es suficientemente clara, dado que nosotros denominamos voseo al reemplazo del pronombre tú, por el pronombre vos. No alcanza este nombre al tratamiento de dignidad, es decir el que corresponde al Papa, a los reyes, a los nobles. Nadie habría tratado de tú al rey sino de vos. Sólo un par de veces Don Quijote vosea a Sancho cuando le dice «vos, Sancho» y lo hace para demostrarle su enojo. Ya en el siglo XVII el pronombre vos se usaba en España como tratamiento a los inferiores. Esto está documentado en el Quijote, donde algunas dueñas (mujeres principales, cuando eran casadas) se quejan de que sus señoras a veces les den el vos. En otro pasaje se dice de alguien que era tan fanfarrón y pagado de sí mismo que daba del vos a sus iguales. Ese vos correspondiente al tratamiento dado a quienes eran considerados inferiores, llega a América, donde se les da a los negros y a los indios y, en algunas partes, como la Argentina, pasa al lenguaje común. El vos es una abreviación de vosotros. Por eso va unido, en la conjugación de los verbos a la segunda persona del plural. Así se dice vos salid que luego pasa a vos salí: vosotros disteis que se convierte en vos diste. etc.
También en El amor de la estanciera, sainete de la década de 1790, pueden encontrarse che (vocativo de pronombre tú), viola (guitarra), jaquetón (fanfarrón). En otra pieza, El detalle de la acción de Maipú, c. 1820, puede encontrarse vichar, deformación del portugués vigiar, espiar En Bodas de Chivico y Pancha, c. 1826, vuelve a aparecer che y se encuentra fajar, con el mismo significado que tiene en germanía, esto es, azotar.
Una breve lista de prelunfardismos puede ser la siguiente:
Cajetilla (De la germanía): Petimetre.
Camote (Del náhuatl, lengua mexicana, también llamada azteca): Enamoramiento.
Chucho (Del quéchua): Miedo.
Chumbo (Del portugués): Proyectil de arma de fuego.
Descangayado (Del portugués): Quebrantado, roto.
Formar (Por traslación de significado): Pagar.
Flete (Por traslación de significado): Caballo.
Fulo (Del portugués del Brasil): Enojado.
Jabón (Por traslación de significado): Miedo. Julepe (Por traslación de significado): Miedo.
Malevo (Por síncopa de malévolo): Maleante, maligno, matón.
Marimba (Afronegrismo): Golpiza.
Mora (Por metáfora): Bala.
Morlaco (Origen incierto): Peso, unidad monetaria.
Naco (Portugués): Peso, unidad monetario.
Pierna (Por metáfora): Persona dispuesta a cooperar, persona avispada.
Pedo (Del arcaísmo embebdarse): Embriaguez
Pucho (Del quechua): Residuo, colilla.
Quilombo (Afronegrismo): Lupanar.
Taita (Arcaísmo español): Hombre audaz y valeroso.
Tamango (Portugués): Bota de potro, botín, zapato
Taura (Del español tahur): Hombre audaz y valeroso.
Tipa (Del quechua): Cárcel.
Vichar (Del portugués): Observar con disimulo.
Viola (Del portugués): Guitarra.
Yapa (Del quechua): Adehala.
No deben confundirse con prelunfardismos algunos términos que preferimos llamar paralunfardismos, porque pertenecen al lenguaje social y aún al lenguaje literario, que popularmente son interpretados como lunfardos y suelen aparecer en trabajos dedicados al tema. No son demasiados. Chambergo, es voz castellana derivada del apellido del general Schomberg, que se oye mucho en el lenguaje popular de Buenos Aires. También a algunos les suena lunfarda la palabra retrechera, que es impecablemente castiza. En 1590 ya se llamaba en Lima garúa a la niebla húmeda y espesa y a la llovizna que solía acompañar a ese fenómeno.
Nadie duda ya de que garúa es el mismo vocablo canario garuja, que significa llovizna. Queda todavía por aclarar el término lunatismo, que ciertas personas les parece lunfardo porque no lo hallan en el diccionario y sí en cambio en un bello tango de Cadícamo: «Y hoy la llevo en mi negro lunatismo como un grotesco fantasma de mí mismo». No es un lunfardismo, sino una creación de Cadícamo, inventada a partir del adjetivo lunático, que en el mejor castellano se aplica a quien padece locura no continua sino por intervalos.
Estas y probablemente otras palabras han sido introducidas por el tango y la literatura popular en el nivel del habla lunfardesca y allí se han afianzado paralelamente con las voces lunfardas.
Curso Básico de Lunfardo – José Gobello – Marcelo H. Olivieri – Incluye el Lunfardo del Tercer Milenio – Academia Porteña del Lunfardo – 2004
Bibliografía Básica
Academia Porteña del Lunfardo.
El libro de los 30 años, Buenos Aires, 1992. Capítulo pertinente.
Lectura Obligatoria
Echeverría, Esteban. El Matadero.