Necesitaba remontarlo. Alzó la vista y apuntó hacia el sol. Se sintió observado: un par de niños comenzaron a reír a carcajadas. El barrilete caía a tierra una y otra vez, al tiempo que Juan perseveraba en ajustarle los tiros. Una, dos, tres, veinte veces.
Un Cuento Para Renacer
Juan no tenía árbol de Navidad, tampoco casa, y menos que menos una familia típica; las fiestas como la vida eran una incertidumbre diaria. Ese día navideño salió de recorrida por el barrio, hurgueteando dentro de un contenedor de basura apareció ante su vista un barrilete colorido y en buenas condiciones. Lo miró con cierta desconfianza: alguien lo había tirado y lo supuso roto. Para su sorpresa, en apariencia, se notaba entero. Correteando se dirigió hacia la orilla del mar.
Necesitaba remontarlo. Alzó la vista y apuntó hacia el sol. Se sintió observado: un par de niños comenzaron a reír a carcajadas. El barrilete caía a tierra una y otra vez, al tiempo que Juan perseveraba en ajustarle los tiros. Una, dos, tres, veinte veces. Los niños, curiosos por naturaleza, se aproximaron a Juan. Necesitaban ver de cerca qué estaba haciendo. Él al ver que lo habían rodeado, sonrió a boca llena y lanzó su máxima.
«Sé que no llegaré al sol, pero para darle a algún rayo de luz es necesario soñar lejos.» Luego, remontó el barrilete a favor del viento y con lentitud comenzó a ascender dibujando zigzags en el aire. Cuando estuvo a mediana altura lo soltó y se sentó a verlo en ascenso, después de todo el sol parecía estar cerca ese día…
Del libro «Cuentos de Estación»- Ediciones Tahiel – 2016