En nuestro país es indiscutible que el mayor volumen de elaboración lo lidera el alfajor Guaymallén, de bajo costo. En 2022 la empresa inauguró su nueva planta industrial que llevó su capacidad productiva a 25 millones diarios de unidades.
El Alfajor
Se cuenta que en el año 1851 se estableció en la ciudad de Santa Fe, un repostero llamado Hermenegildo Zuviría. Debido a su habitual delantal de trabajo blanco, sus vecinos lo apodaron “Merengo”; ya que lo asociaban a esa golosina de color blanco intenso. Pero Merengo entre sus exquisiteces, producía también alfajores. Serían dos tapas rellenas de dulce de leche, bañadas en merengue.
Pero la historia y la difusión de los alfajores en nuestro país, tendría un giro inesperado, debido a que en los altos del establecimiento se alquilaban cuartos, que fueron tomados por los convencionales que desde todo el país (menos Buenos Aires), asistieron a mediados de 1853 para deliberar y dar forma a la Constitucional Nacional.
Así fue que muchos convencionales conocieron la golosina de Merengo y se llevaron a sus respectivas provincias, el delicioso invento que desde entonces no cesó de popularizarse.
No obstante existían otros antecedentes en la Argentina, como el alfajor de tres capas y cubierto con azúcar, que desde 1851 elaboraba en el pueblo santafesino de Aracena, un tal Manuel Zampatti.
A su vez en la provincia de Córdoba el químico francés Augusto Chammás, en 1869 habría comenzado a fabricar el primer alfajor redondo, ya que los conocidos hasta entonces, tenían forma cuadrada o rectangular. Es también muy probable que más allá de los elaboradores reconocidos por la Historia, también existieron fabricaciones artesanales, como lo sugiere uno de los organizadores de la primera muestra sobre el alfajor argentino. “Como parte de nuestra cultura gastronómica, el alfajor es uno de los alimentos que transmiten nuestra identidad.
Trasciende con un éxito inigualable; primero con la venta ambulante a principios del siglo XIX, pasando luego a las pulperías y continuando por las confiterías y quioscos hacia 1940; hasta la actualidad, donde se consumen alrededor de seis millones de alfajores por día” (1).
El evento se realizó en el Museo de la Ciudad, (Defensa 187) dependiente de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, en julio de 2017. La muestra abarcó un recorrido histórico de la deliciosa golosina desde sus orígenes, e incluyó recetas y publicidades entre otros elementos.
En agosto de 2023 se llevó a cabo en instalaciones de la Sociedad Rural Argentina en Buenos Aires, el II Campeonato Mundial del Alfajor, en el que participaron diez países.
El vencedor fue un triple llamado “Quiero”, con maní y chocolate entre otros insumos, producido en la ciudad bonaerense de Campana. El año anterior el título lo obtuvo el alfajor marplatense “Milagros del Cielo”.
Alfajores Quiero de la Ciudad de Campana
Acerca del volumen económico y la importancia gastronómica del alfajor argentino, nos ilustran algunas cifras: “47,5 unidades consume un argentino por año, equivalente a 2,35 kg per cápita – 1.500 millones de pesos de venta diarios – 119% de crecimiento es lo que aumentó el mercado entre 2016 y 2022” (2).
En nuestro país es indiscutible que el mayor volumen de elaboración lo lidera el alfajor Guaymallén, de bajo costo. En 2022 la empresa inauguró su nueva planta industrial que llevó su capacidad productiva a 25 millones diarios de unidades.
Guaymallen – Leoplan – 15-05-63
No obstante, existe una amplia gama de marcas no menos populares: Jorgito, Capitán del Espacio, Havanna, Cachafaz, Tatín, Balcarce, Fantoche (considerado el primer triple moderno) y otros; cuyas calidades, sabores y precios varían de uno a otro.
A su vez, la composición varía según las provincias y regiones: por nombrar sólo algunos, tenemos cordobeses, santafesinos (con galleta salada), de maizena con suave coco rallado cubriendo el dulce y hasta tucumanos con miel de caña.
Los hay dobles, triples, de fruta, dulce de leche, membrillo, veganos, para diabéticos.
El término alfajor deriva del árabe “al hasú” que significa ‘el relleno’; con ese nombre arribó a España durante la conquista de la península ibérica por los árabes y e infinidad de variedades; sobre todo en el segmento artesanal.
Consistía en una golosina con base de pasta de nueces, almendras y miel. Las sucesivas derivaciones de la lengua y las migraciones, lo terminaron convirtiendo en “alfajor”. De mano de los españoles habría arribado a nuestro continente.
El alfajor un buen día arribó de tierras muy lejanas; aquí se aquerenció y se fue transformando al compás del crecimiento de nuestro pueblo, hasta adquirir identidad propia y competir con sus pares más sofisticados de otras latitudes, como lo prueban las competencias internacionales en las que participa y resulta victorioso.
1) BAE Negocios – Bs. As. 13-07-17.-
2) Diario La Nación – Bs.As. 26-08-23.-