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El Señor de los Charangos
En el libro de Jaime Torres el material no está pensado para el turista apresurado o para el viajero que no se reconoce en ningún paisaje
El Señor de los Charangos

Yo soy un laburante. Un argentino que toca el charango. Que cada día renueva sus esperanzas. Como tal, ahora iniciamos otra etapa. Comenzamos a interrogarnos sobre nosotros mismos y es bueno volver a darnos tiempo para la reflexión.

Jaime Torres Ecos y Sones de Nuestra Tierra, de Luis Sznaiberg.

Unos Fragmentos de “Jaime Torres. Ecos y Sones de Nuestra Tierra”
El libro publicado por Luis Sznaiberg se plantea, de la mano de un guía espiritual, y como tal gran contador de anécdotas, un viaje por la historia y la gente de un país llamado Argentina, que muchos argentinos no conocen. El material no está pensado para el turista apresurado o para el viajero que no se reconoce en ningún paisaje. He aquí algunos de los textuales del charanguista a lo largo de una obra más que interesante y comprometida.

1- Yo soy un laburante. Un argentino que toca el charango. Que cada día, como la mayoría, renueva sus esperanzas. Como tal, ahora iniciamos otra etapa. Comenzamos a interrogarnos sobre nosotros mismos y es bueno volver a darnos tiempo para la reflexión. Pero hagamos. Cada uno con lo mejor de si. Sepamos hacia dónde queremos ir, juntos, pero reconociendo nuestro punto de partida, sabiendo desde donde venimos. Eso también vale. Hay un trabajo realizado y mucho es lo que nos falta recorrer. No es casual la búsqueda. Lo que somos, de donde venimos. Nuestras mismas tradiciones nos proyectan hacia el futuro.

Es necesario no dejarnos tapar los ojos, que no nos encandilen las luces del “mercado”. Es nuestro deber intentar la búsqueda y esclarecer. Seguir adelante separando la paja del trigo: y no dejarnos confundir más. En esa medida habrá que recobrar nuestros verdaderos valores. Recuperar nuestras raíces y avanzar.

2-Comencé a tocar el charango cuando todavía no había cumplido los 5 años. En el ’43, desde Perú llegó a Buenos Aires una compañía que poco después se marchó a Estados Unidos. Se llamaba Ima Sumaj -que significa ¡Qué bueno, qué bello!- y que venía encabezando Moisés Vivanco. Su mujer era la cantante. Una cantante formidable. Su voz era asombrosa, un verdadero prodigio, y todos ellos cantaban como cantan en Cuzco, en la región andina del Perú: con esas voces agudas, atipladas, atildadas, realmente fantásticas. Y bien, entre ellos – estaban Antonio Pantoja, Hugo Echave, Reynoso -otro magnífico artista que integraba el conjunto junto a quien fue mi primer maestro Mauro Núñez, que no era peruano sino boliviano. De Sucre, como mi padre, que lo conocía y por eso lo fuimos a ver. De inmediato se entabló entre ellos una animada conversación, y al reconocimiento del paisano le siguió la visita de Mauro a nuestra casa. Con la de Mauro al conventillo, arribó entonces la Música: y con la aproximación de la música, llegó el charango a mi vida. Digamos, el descubrimiento de ese instrumento que para mí era desconocido. Mejor dicho: lo había sentido en el vientre de mí madre y en algún disco de pasta que mis padres tenían atesorado por allí; y que cada fin de semana, alrededor de un plato de picantes, aparecía entre esos sabores propios de allá. O sea que de alguna manera yo ya estaba familiarizado con esos sonidos tan singulares, a pesar de tener frente a mí otra realidad. La que imponía la ciudad de Buenos Aires en aquella época, desde el hogar donde empecé a jugar -de prestadito nomás con ese instrumento que me maravilló.

3) Yo sueño con un nuevo Tantanakuy antes del próximo carnaval. Con que en la Casa podamos hacer una escuela d música regional y latinoamericana. Con un albergue que pueda alojar a todos los visitantes… así como sigo soñando con una orquesta de charangos. Sucede que hace muchos años, estando en lo que era la Unión Soviética y después de tocar una noche en Moscú, me invitaron al con- cierto que daba una orquesta de balalaikas Aquello fue algo hermosísimo. Me maravilló… ¿Ves?, le decía muy entusiasmado a mi mujer. eso que estás escuchando es lo que yo sueño un día con los charangos (…).

4) (Jaime Davalos) fue el más grande. Con él llegó el folclore de Salta a Buenos Aires; y desde aquí irradió con su brillo literario el canto popular del norte a toda Latinoamérica. Jamás escribió con un mimeógrafo al lado. Jaime es El Poeta de quien sólo se conoce, en parte, su obra excepcional. Como artista, fue un ser extraordinario. En persona, mi amigo del alma.

Mucho antes de conocerlo veneraba su poesía, por supuesto: a tal grado llegaba mi admiración que hasta me parecía lejana la posibilidad de estrechar su mano. Hasta que él «me conoció».

Lo digo así porque él ni reparaba en mi existencia, no sabía nada de mí, hasta que me ofreció su mano.

A partir de allí nació una amistad que no pudo derribar ni siquiera una muerte prematura, la suya, que hoy mismo me duele.

Mi hermano Jaime junto a mi padre, me acompañan a cualquier lugar donde estoy.

Están en mí. Y fue a partir de nuestro acercamiento mutuo, a principio de los ’60, que ya no nos separamos más. Empezamos a tratarnos con afecto; y en su caso a reconocer lo que ya no hacía, al tiempo que acompañaba mis búsquedas. Él fue quien me ayudó a abrir horizontes de pensamiento. Porque en realidad él no tenía idea quien era ese muchacho que con su charango ya empezaba a mostrarse y lucir su música en los escenarios del país.

De mi parte, comencé a adentrarme a la intimidad de un hombre que admiraba por su trabajo. Por su sensibilidad y su coherencia en el campo de lo social. Por su sensibilidad y su coherencia en el campo de lo social. Por su vuelo literario, por su bonhomía y su amor literario, por el profundo respeto que sentía y dedicó a la poesía popular. Años más tarde durante el Primer Latinoamericano de Salta, nuestra amistad quedó sellada (…)

5- Para evitar el estigma, hay gente que el estigma, hay gente que resigna sus convicciones; otros que, urgidos a disimular su origen, esconden una rica historia de vida sin currículum, de cara a lo que consideran requisitos indispensables para «triunfar en la vida». Hay personas que no transigen y otras que simulan hasta su propia identidad. Esa mediocridad de parecer y no ser. (…) Muchos de mis paisanos padecen esa afrenta y desvalorizados aún hoy, quedan entonces relegados a la intemperancia hostil del «dime cuánto tienes y te diré quién eres». ¿Acaso todo es vidriera de imagen y ya no nos queda tiempo para comprendernos?

6) Por otro lado, también es bueno que comencemos a rescatar lo que nos pertenece, Entonces está eso que se acostumbra a decir: que los hijos del pueblo, sobre todo «los negritos del interior». Hacemos todo mal y que los argentinos somos unos «perdedores” y qué se yo pero hay cosas que son nobles y son buenas y que se han producido desde aquí. Y fijate vos qué paradoja» Este mismo rescate se hace desde Buenos Aires, que es la que brinda las posibilidades para que se haga esto. Quizás por esta mixtura que tenemos, hermosa por otro lado, no sólo porque a algunos les hace feliz el hecho de ser tan blanquitos como sus abuelos europeos. Al respecto, yo siempre embromo que también en este aspecto nuestra contribución ha sido decisiva que a uno también se le ha dado por “mejorar la raza” y es por ello que se ha casado con una mujer blanca rubia y de ojos azules. Y efectivamente la hemos mejorado…porque nuestros hijos son todos morenos.

7- Tanto nos cuesta conocernos los argentinos a nosotros mismos, a partir de re-cono- cimiento de nuestros valores, que cuando queremos hacer gala de ellos caemos en la caricatura vacía, la subestimación despectiva del otro, en la pedantería más absurda. Como decir «shi, shomo lo má mejores. shomo». Es una expresión tan desagradable como la de aquellos brasileños que se presentan como «os mais grande di mundo», con esa carga de inferioridad que traen implícitas frases tan desafortunadas como esas.

Pero también existe la contra-cara de esa manera rutilante de sobresalir en nada que merezca ser resaltado como mérito de virtud: muchos argentinos se levantan bien temprano para trabajar y le hacen frente a las dificultades. Muchos maestros continúan dando lo mejor de sí a millones de chicos y jóvenes de todas las edades. Muchos científicos se siguen rompiendo el coco y estudiando mucho, investigando cosas nuevas para hallar respuestas a los interrogantes que plantea la posibilidad de vivir todos mejor Mucha gente de campo sigue metiéndole duro con sus tareas cotidianas, con esperanza y esfuerzo Muchos artistas son conscientes de su responsabilidad social y no traicionan a su pueblo. Muchos argentinos, por millones, dan de sí todo y cada uno en lo suyo, hacen mucho para que todos podamos salir adelante Y eso vale.

8) Estando en Singapur vino a felicitarme el Presidente. Él estaba muy cerca del escenario y durante toda la función yo veía que movía sus manos al ritmo que imponía el charango. Entonces tuvo la deferencia de venir a saludarme y cuando le pregunté si le gustó nuestra música, el me dio muy entusiasmado: “Si, es muy bella…Me ha recordado mucho a alguna música que por allí, y hace referencia a Carmen Miranda. Mirá vos qué bárbaro: lo nuestro le había resultado ¡tan exótico! Esto ocurre. ¡Tienen un gran conocimiento sobre nosotros!”

Y también nosotros de ellos. “Usted va a tocar a Bangkok, Kuala Lumpur. Yakarta, Singapur”, me explicaron. Buenos ¿sabe qué hice? ¡Tuve que ir derechito a ver los mapas! Esa gira fue en el noventa y pico. Yo había estado antes por Japón, pero del Asia Pacifico no conocía un pepino. Ahora puedo asegurar que volví maravillado, y colmado de satisfacciones.

La cuestión es, ¿Qué conocemos, sino en forma incipente, de ese mundo maravilloso de oriente o de tantos otros lugares y continentes? Digamos que en los últimos años ellos conocen un poquito más de nosotros, pero así y todo, casi nada. Sin embargo tenemos mucho para dar. Todos, unos a otros. Esa sería una verdadera globalización: que todos, en todo el mundo, pudiéramos apreciar las distintas manifestaciones artísticas de todos los demás pueblos.
Fuente – 5 Sentidos – Una Revista de Cultura – Dirección Carlos Polimeni

“Manos de Dios”

En un bosque de puertas,
la salida nos piensa,
la raíz nos desnuda,
la creciente nos ama.
Qué dolor tan famoso,
la comida y la cama!
Qué ataduras del cielo,
mi guitarra y sus trenzas!

Con tu niebla peluda
se me alegra la fama
de silencio que tengo;
esas rosas intensas.
Prostitutas floridas,
que ofrecieron la ofensa
de su alma caliente,
como cándidas damas.

Una oscura saliva de palabras,
evoca nuestra mínima vida,
la humedad de los tantos,
el ardor infinito que
en diez cuerdas te toca
las enseñanzas che,
Jaime ese angélico fango
que bendice tus manos,
manos nuestras v locas
que Dios quiere por suyas,
si tocas el charango.

Horacio Ferrer
Poeta

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