¿El perfume cuenta? Seguramente no es eso, es el pelo enredado y vaporoso como una nube inflada sobre la cabeza, pensó la muchacha, mientras se miró de reojo en la vidriera. Puajjjjjj qué ojeras, se nota que no pegué un ojo en toda la noche.
Jaque Mate a la Lluvia
Me gusta caminar bajo la lluvia, le dijo a él, con tono profundo de culebrón. El muchacho la miró con ternura y luego la tomó de la mano, pensativo comenzó a patear charcos y continuó por el sendero embaldosado de la plaza sin decir una sola palabra.
Martín nunca había sido un pibe de mucho hablar, pero ya habían hecho más de quince cuadras en absoluto mutismo. Soledad comenzó a incomodarse, tal vez Martín ya no estaba enamorado de ella, o quizá él se había percatado del olor a leños mojados que emanaba de su ropa. Es que no es fácil permanecer en un centro de evacuados varios días y encima tener olor a rico perfume.
¿El perfume cuenta? Seguramente no es eso, es el pelo enredado y vaporoso como una nube inflada sobre la cabeza, pensó la muchacha, mientras se miró de reojo en la vidriera. Puajjjjjj qué ojeras, se nota que no pegué un ojo en toda la noche. Además estas botas de goma son dos números más grandes, las ampollas en los talones me están matando. Bueno, como sea hice bien en venir hasta la plaza del centro, al menos lo mejor del mundo está acá al lado mío. Pero, me preocupa su mudez. Se lo ve tan hermoso con esas botas inmensas y ese buzo color gris desteñido.
El pelo está un poco pajoso y eso lo hace más seductor aún. Seguro que me ve fea, yo me mando de una y le saco de mentira verdad.
— ¿Che Martín, te pasa algo?
— No, bah si, más o menos…
— Ya lo sabía, hay otra. Seguro que esa no tiene olor a ropa mojada, y que además debe ver por la Tv que nos quedamos sin nada, y seguro tiene la pilchita a mano para envolver a tipos como vos. Si me mirás a mí estoy hecha un desastre —dijo llorando—pero yo te amo y ella… no sé.
— ¿De qué hablás Sole? Yo no quería caminar con vos con estas botas ridículas haciendo ruido a explosión de chicle, además no digás boludeces que anoche estuvimos hasta tarde con la puta carpa que se desarma por todos lados, y mis hermanos de acá para allá. Perdimos todo
Sole… Estamos parando en la sala de estar de la estación, hasta que veamos qué hacer o a dónde ir.
— ¡Y entonces por qué no hablabas tarado!
— Porque me quedé pensando que al menos no te perdí a vos.
Del libro » Cuentos de Estación» 2016- Ediciones – Tahiel