Tango y Milonga
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“El Cantor de Buenos Aires”
“Los que nacen con condiciones después necesitan: suerte y ganas de seguir aprendiendo. El que cree que ya sabe todo, está listo”
“El Cantor de Buenos Aires”

¿Quién puede exigirle más a quien ya dio todo? Una vez Homero Expósito le dijo: «Mirá Polaco, lo que yo hago no vale nada». Goyeneche le respondió con furia: «¿Cómo que no vale nada? Yo a lo tuyo te lo pago con la vida».

El Polaco con Horacio Salgán y Raúl Lavie- La Maga – 23-09-92 – Foto María Marta Cremona

“El Cantor de Buenos Aires”
La música llega desde el escenario en penumbras, El, con su propia voz de sombra, ya contó la historia de Malena. Ahora se deshace para que comprendan por qué la vida es una herida absurda. De espaldas al público le habla a los bandoneones. Se acerca al que pulsa José Pepe Libertella y dice: cerrame el ventanal que quema el sol/ su lento caracol de sueños. Agachado, casi de rodillas, le confiesa al de Luis Stazo: no ves que vengo de un país /que está de olvido siempre gris/ tras el alcohol. Contagia su tensión al público. No canta, frasea. Sus palabras no llegan: penetran. De prepo. En la sala se percibe un halo místico que sólo corta la ovación del final, cuando el sacerdote de esa misa arrabalera le baja el telón a La Última Curda. Ahí termina el misterio y las luces muestran a pleno la figura desgastada de un hombre que a los 66 pirulos es un mito. La figura de Roberto, el Polaco, Goyeneche.

Lo Paga con la Vida
Dos horas antes, en su camarín, había suplicado: «No me hagas hablar mucho». Ni falta que hace. Lo que tiene que decir lo dice en el escenario. De repente, sin que nadie lo acuse se defiende con pasión: «No puedo dar más de lo que doy y la gente tiene el derecho de admitirlo o no». ¿Quién puede exigirle más a quien ya dio todo? Una vez Homero Expósito le dijo: «Mirá Polaco, lo que yo hago no vale nada». Goyeneche le respondió con furia: «¿Cómo que no vale nada? Yo a lo tuyo te lo pago con la vida»

¿Sabés que pasa? Estoy nervioso.» dijo para justificar su desgano en hablar. Y enseguida agregó: «Llevo cincuenta y dos años haciendo esto y me sigo poniendo nervioso cada vez que enfrento al público». Después como siempre, salió y mató, Jorge Gottling escribió al día siguiente en Clarín «Roberto Goyeneche es un cantor emblemático del tango. Su participación enciende luces no siempre explicables en lo simplemente auditivo Goyeneche es y será lo que fue”

Precisamente por ser un cantor emblemático lo buscó Claudio Segovia cuando llegó el desafío de mostrar por primera vez a su público, el argentino, un espectáculo que ya lleva casi diez años de suceso en el mundo. Allí, a metros del camarín del Polaco, explicó el creador de Tango Argentino: “Goyeneche es un emisario, en su voz se resume el contenido de una ciudad que se llama Buenos Aires. Eso se da muy pocas veces y únicamente en los artistas excepcionales.

Pienso en Aníbal Troilo, por ejemplo. Todo Tango argentino fue concebido como un gran homenaje a Troilo y Troilo y Goyeneche expresan el alma de Buenos Aires porque son hijos de los mismos dioses y tienen la hermandad de lo extraordinario y lo sublime. Son puros, son auténticos. Por eso también son universales”.

Grito de Asencio 3300 – Caba – Agosto – 2005 – Polaco Goyeneche

Primero Hay que Saber Sentir
A esa pureza y a esa autenticidad atribuye Segovia que la voz del Polaco haya emocionado, como lo hizo, a los públicos de Paris, de Roma, de Venecia y de Nueva York, cuando acompañó los comienzos de Tango argentino por el mundo. Goyeneche no se envanece de aquellos éxitos: “Yo siempre canté con los sentimientos a flor de piel. Sin sentimientos no puede existir nada, no se puede vivir. Es la única manera que tiene el hombre de mirarse hacia adentro.”

Acaso ahí radica el secreto de los grandes. Cuando el artista, el cantor en este caso logra expresar con su voz y sus gestos el drama, el dolor, la desesperación del poeta que escribió los versos, el público recibe ese mensaje con el fervor de los agradecidos, de los que sienten como propio al desgarramiento espiritual del autor.

Roberto Goyeneche es uno de esos privilegiados emisarios del alma de las grandes ciudades. Lo es desde hace veinticinco años, por lo menos. Primero transmitió su emoción cantando, ahora lo hace diciendo, contando. Héctor Chupita Stamponi, que solía acompañarlo desde el piano en las otrora inolvidables noches Caño 14 lo explicó con claridad: “Lo que ahora hace el Polaco más que cantar es contar la pequeña historia de un tema como lo hacía Louis Armstrong, por ejemplo. Es un poco actor, un poco cantor. A mí, personalmente, me interesa más el presente del Polaco. Siempre hubo buenos cantores con buena voz, con buen decir, pero nunca hubo un cantante que tuviera la virtud de contar lo que está cantando, hacer una gran historia con una buena dicción. Salvo Gardel, que cantaba y decía a la vez».

Un Predestinado
«El Polaco es el Polaco. Está más allá del bien y del mal», es la reflexión de Raúl Lavié, la otra voz masculina de Tango argentino. Y agrega: «Yo lo escucho con una sonrisa». Sólo los mitos alcanzan la dimensión que Lavié le atribuye a Goyeneche. Hipólito Jesús Paz, abogado, político, a veces periodista y tanguero, siempre tuvo el mérito de predecirlo en un artículo que escribió para la revista Confirmado en setiembre de 1968. «Tarde o temprano ganará la calle y se hará.

Para bien o para mal, un mito para todos. Por lo pronto todos lo en- tienden y le creen, tal vez porque reconocen en él a un hombre que ha sufrido hambre, injusticia y olvido. Tal vez porque se ve, en ese hombre, sobre todo a un destino.»

Hoy Goyeneche disfruta del cariño de la gente que lo hace su ídolo. Puede toser o carraspear. Puede que también le falte el aire para alargar uno de los fraseos tan suyos, pero las fibras íntimas de cualquier porteño vibran hasta cuando él canta los silencios. El Polaco canta y dice y a nadie le importa con qué voz lo hace porque la suya sale del alma para reconstruir, a través de las letras que reinventa, una parte de la historia personal de cada uno

Astor Piazzolla dijo de Goyeneche, hace mucho más de veinte años: «El Polaco es único e irremplazable. Es un producto de una maduración humana y artística que no le debe nada al plagio, a las copias. Aquí no hay más que dos grandes cantores de tangos que son él y Edmundo Rivero. Rivero es más bien un payador: en cambio Goyeneche es real y típicamente ciudadano. Es decir, su timbre, el color de su voz reflejan maneras de ser y de sentir del habitante de una gran ciudad». Esa gran ciudad se llama Buenos Aires. En esa ciudad, no importa si después de la última curda o con su voz de sombra Roberto Goyeneche, el Polaco.es ídolo y será mito. Así lo quiere el público que lo hizo su cantor, el cantor de Buenos Aires.

Roberto Goyeneche – Panorama – 18-03-69

“El que Cree que ya Sabe Todo, Está Listo”
«¿Cómo se hace un cantor de tango? En el vientre de la madre. ¿Dónde querés que se haga?» Roberto Goyeneche no admite discrepancias: cantor se nace. «Y los tangos se maman…» Raúl Lavié comparte con el Polaco el camarín del Gran Rex durante las presentaciones del espectáculo Tango argentino, habla de las raíces, del entorno, del amor por la música. Todo eso se le dio de sobra a Goyeneche porque su padre fue un autor de gran- des éxitos, su tío un gran pianista y el entorno un barrio tanguero: Saavedra. Y en ese barrio el corazón que forman el cruce de las calles Iberá y Superí con la Avenida del Tejar. De ese barrio no salió nunca el Polaco aunque hoy viva en la avenida Melián.

Su formación fue vocacional. Nunca pisó una academia. «Mi madre Mariaelena – ponelo así, todo junto, pide – era fanática de Gardel. Ponía sus discos y yo hacía el dúo. Después aprendí escuchando, siempre se aprende. El que cree que ya sabe todo, está listo. Yo soy de los que vinieron después del cuarenta porque nací en el 26, así que cuando empezó el 40 tenía 14 años. En 1947 gané un concurso de cantores en un club del barrio, el Federal Argentino. Me llevé a casa una copa de plata y un contrato para cantar en la orquesta de Raúl Kaplún. Ahí empezó todo. Después vinieron Horacio Salgan y Aníbal Troilo hasta que un día el Gordo me dijo con su gran generosidad: ‘Vos ya estás para cosas más grandes: andate o te echo’. Eso fue en 1964. Pichuco fue también el primero en decir que yo cantaba hasta los puntos y las comas. Eso más que una cuestión de estilo es de respeto al autor. Igual que cuando corto las palabras ¿cómo voy a juntar dos vocales?»

Los golpes sobre el piso -patadas- también son de siempre. «¿Por qué? Porque canto con todo, lo siento así. Ahora no es nada, al principio, cuando cantaba en los boliches hasta se caían las botellas de las estanterías.» Para un cantante también es fundamental la correcta elección del repertorio. «A mí nunca me gustaron los tangos groseros, jamás los canté. Yo escucho, leo, estudio y después elijo los temas. ¿Vos querés saber cómo se hace un cantor de tangos? ¡Y qué se yo! Es nato. Si no, yo hubiera hecho cantor a mi hijo que no tiene oído ni para escuchar el timbre de la puerta de calle. Eso sí, los que nacen con condiciones después necesitan dos cosas: suerte y ganas de seguir aprendiendo. Siempre. Aunque en algún momento se las pillen que las saben todas.»

La Maga – 23-09-92 -Por Eduardo Rafael

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