A la vida no solo vale la pena vivirla, sino también vale la pena lucharla. Y nada mejor que este aporte literario que nos comparte el Dr. (HC) Javier Gort Lemus, de Cuba, acerca de la perseverancia y ésa mirada agradecida del prójimo.
Por Claudio Valerio
La vida está llena de cosas maravillosas… Esas pequeñas que forman parte de la vida, hacen que a la misma valga la pena vivirla, que vale la pena luchar por ella.
A nuestro alrededor la vida florece; sólo tenemos que prestar atención y fijarnos de esos pequeños fragmentos que hacen de nuestro día a día y que los mismos invaden nuestra cabeza como un fotograma al momento de irnos a dormir.
Dentro de los valores esenciales para la vida, el esfuerzo y la perseverancia son parte del aprendizaje que se puede tener en el diario vivir. Para el éxito en la vida es crucial la perseverancia; teniendo en cuenta esto último y que el éxito es algo subjetivo, con el trabajo duro, fe en dios y perseverancia, es posible vivir nuestros sueños.
A la vida no solo vale la pena vivirla, sino también vale la pena lucharla. Y nada mejor que este aporte literario que nos comparte el Dr. (HC) Javier Gort Lemus, de Cuba, acerca de la perseverancia y ésa mirada agradecida del prójimo.
«Perseverancia» (Fragmentos)…
Dr. HC Javier Gort Lemus
Está solo en el cuarto humilde que le sirve de refugio desde que se mudó a la ciudad. Paredes vacías sin un adorno, todo lo contrario a su mente que se le ha convertido en una vorágine de pensamientos encontrados, y muchos no por escribir lo que cotidianamente hacía en el pueblito donde vivió. Las ideas son atropelladas a veces, pero siempre con el martillar constante de su soledad, la precaria vida que lleva en el cuartucho miserable por el que paga un alquiler desmesurado, la vida dura y difícil de un escritor provinciano que hace esfuerzos ingentes por darse a conocer. Pero a todos los espacios a los que concurre con su obra le muestran un rostro frío, una sonrisa a medias, una indiferencia en la mirada, que el compara con una mueca. Trata pero no puede romper sus burbujas de escritores consagrados, creídos en una posición de altura.
No cesa de escribir, de tocar puertas donde presentar sus escritos, y pasa la mayor parte del año en ese batallar épico por darse a conocer. ¡Qué desilusión en su alma!¡Qué tristeza lo consume! La frustración y el desaliento, la soledad en la que vive, hacen presa de él. Todo lo que escribe en este tiempo está signado por el dolor y el desánimo de ver sus propósitos frustrados, muertos sin nacer. Conquistar a la ciudad con sus letras, ahora lo siente desmembrándose en pedazos, los ve caer como las hojas de los árboles que contempla a través del cristal de la ventana sucio y nublado por las tardes grises y frías del invierno.
Caen las hojas amarillas, ya sin vida y él se dice: «con esta hoja va mi prosa hacia el suelo. Mira corazón mío esa otra hoja que cae, con ella se van mis relatos hacia el olvido. Mira, mira aquella otra que arranca el viento, así voy cayendo yo en fragmentos hacia el olvido. Así van los propósitos de este humilde versador que no busca gloria, sino entendimiento para lo que escribo.
Y habla consigo mismo en su monólogo interior frente a la ventana, y se atormenta sin ser culpable por una ciudad cerrada que lo ignora.
Se ha convertido, o la vida lo ha obligado, eso piensa, en un ser solitario y apesadumbrado, la tristeza lo embarga de lado a lado de su alma. Y una idea martilla en su cerebro: abandonarlo todo y regresar a su tierra. La ciudad y su mundo literario es un propósito trazado que piensa ya no podrá vencer.
El periódico de hoy que ni siquiera ha leído, yace en el piso y allí muestra sus páginas abiertas. Lo recoge y con un gesto más de autómata que de interés, posa la mirada por los escritos y un anuncio pequeño, casi ahogado por las letras grandes de otras promociones…LITERART: espacio para libros y escritores…Rasga el trozo de papel con el anuncio y lo guarda en el bolsillo, y con una idea latiéndole recoge algunos manuscritos, los coloca en una carpeta y sale a la calle en busca de la dirección leída.
Camina sin pensar en tomar un taxi. La calle está fría y pocos transitan por ella. Sin embargo, tan pronto dobla en la esquina hacia la gran avenida, el tránsito se hace más profuso. Pregunta a una muchacha cargada con bolsas de regalos y esta, indicándole con un gesto de la cabeza, le dice: allí, en los altos de la tienda de antigüedades. Sube por una escalera aledaña a la tienda y en los altos se detiene frente a una puerta con un rótulo que dice: LITERART. Toca suave y una voz desde el interior dice: Adelante. Abre y de pronto una atmósfera cálida con olor a papel y libro impreso le da en el rostro como una caricia suave y tierna. Con palabras cortas y apenadas se identifica con la recepcionista. Esta a su vez le ofrece un comentario sobre qué es y a qué se dedica LiTERART. Deja en manos de la muchacha un manuscrito narrativo y saliendo a la calle regresa a su cuarto. Se acuesta en la cama y duerme varias horas. En la tarde se levanta y asomándose a la ventana, se entrega al ejercicio diario de contar las hojas que caen de los árboles. Con ellas vuelve a enumerar los pedazos de su vida que caen como las hojas a las sombras del olvido. De pronto escucha el timbre de la puerta y al abrirla, un muchacho le entrega una nota, y sin esperar respuesta, da la vuelta y baja apresuradamente las escaleras hacia la calle. Lee la nota: Estimado escritor, el espacio LITERART ha evaluado su manuscrito y lo considera un importante logro en la creación literaria. Le complacería mucho contar con su presencia esta noche a las 8 y 30, en el sitio que ocupamos en Avenida Ancha # 38, Altos. No puede pensar en nada más. Un martillazo le nubla los sentidos. Prepara algo ligero para comer, lo devora rápidamente y escoge al mismo tiempo la mejor ropa que guarda. Se cambia y parte para el lugar indicado, después de cerrar el cuarto con un portazo apresurado. Son las 7 y 50 de la noche. Ya en el lugar sobre la tienda de antigüedades al tocar y abrírsele la puerta, un grupo de rostros risueños lo recibe. Con la mente nublada por lo inesperado del recibimiento y las tantas manos que se apresuran a saludarlo, solo tiene oídos para escuchar las palabras que le martillan dulcemente en el cerebro «Sea usted bienvenido estimado escritor y poeta, este espacio también es suyo»