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Cambios de Nombres de Calles
El tema es de vieja data. El gobernador Miguel De Salcedo y Sierralta, designa las calles porteñas en 1734 con nombres de santos
Cambios de Nombres de Calles

Algunas arterias como las avenidas Corrientes, Callao, Paseo Colón, Rivadavia, Santa Fe, Nueve de Julio y otras que por su carácter emblemático de la porteñidad, es impensable que alguien piense en cambiar sus nombres.

Cambios de Nombres de Calles
Los cambios de nombres de las calles en la Ciudad de Buenos Aires, como debe pasar en muchas otras ciudades de acuerdo a la normativa vigente en cada distrito ya que ese tema es potestad municipal, siempre trajo polémicas; entre los vecinos afectados y las autoridades comunales y no pocas veces, entre los mismos vecinos.

Las razones esgrimidas por los ediles o asociaciones civiles que impulsan esos cambios, tienen en general un carácter de homenaje. Quienes se oponen son mayoritariamente vecinos, que entre los principales argumentos sostienen que el cambio del nombre de la calle acarreará dificultades para recibir documentación y encomiendas entre otras razones, obligando al damnificado a comunicar ese cambio a los remitentes que pueden ser muchos.

Pero el tema es de vieja data. Se considera al gobernador Miguel De Salcedo y Sierralta, en ser el primero en designar las calles porteñas en 1734 con nombres de santos.

Después de las Invasiones Inglesas (1806 – 1807) y bajo el gobierno de Santiago de Liniers, se impusieron a varias calles nombres de quienes se destacaron en esas jornadas y también, la primera numeración de frentes. Pero luego de la Revolución de Mayo de 1810, algunas manos anónimas procedieron a destruir las placas de madera que identificaban las calles con apellidos realistas, aunque hubieran combatido contra el invasor inglés.

Recién en 1822 bajo el gobierno de Martín Rodríguez las calles de la ciudad comienzan a recordar a los héroes de la Guerra de Independencia, pero hubo que esperar hasta 1893, cuando Buenos Aires abandonaba su ropaje de Gran Aldea y había incorporado al perímetro urbano los partidos bonaerenses de Belgrano y Flores, para que se registrara una identificación masiva de calles. Un año después se ordena la numeración de domicilios por cuadra.

La Reina del Plata creció en todas las direcciones y junto con los nuevos barrios, urgió la necesidad de identificar sus calles. La ciudad de La Plata resolvió rápidamente la cuestión, designando sus calles y avenidas con números. Otro tanto hicieron muchos municipios del Conurbano Bonaerense, aunque en general sus arterias centrales llevan apellidos de próceres “infaltables” en la nomenclatura de cualquier localidad; y terminaron superponiendo nombres a los números originales.

A lo largo de los años se sostuvo la puja entre quienes intentan hacer prevalecer lo ya consagrado, en oposición a aquellos que consideran la identidad de las calles como un sitio de homenaje, abarcando ámbitos legislativos, entidades de bien público y vecinos. Refiriéndose a éste dilema el fallecido fundador y director del Museo de la Ciudad (CABA), arquitecto José María Peña, hace muchos años sostuvo lo siguiente: “Hay proyectos legislativos que pretenden cambiarles el nombre a calles y barrios y subdividirlos. Creo que es una lástima que no se mantengan los nombres originales, sobre todo porque nadie sabe qué quieren decir los actuales. Entonces lo que hay que hacer es enseñar, no cambiar, porque de esa manera vamos seguir ‘no siendo’ eternamente. Además, los nombres viejos son lindos porque no son nombres propios” (1).

Hay ejemplos de algunos de esos “clásicos” en la puja mencionada; uno de ellos es la actual Avenida Raúl Scalabrini Ortiz, que en 1974 reemplazó al histórico Canning y que a partir del golpe de Estado de 1976, le impusieron su antiguo nombre. Las idas y vueltas tuvieron un fuerte contenido ideológico, ya que George Canning fue canciller del Reino Unido y al final de su vida, primer ministro del imperio. El funcionario habría tenido importante injerencia en los enjuagues políticos en el Río de La Plata, después del fracaso de las aventuras militares británicas de los años 1806 – 1807. A su vez, Scalabrini Ortiz fue la negación de los intereses representados por Canning, ya que como ensayista denunció incansablemente la trama de dominación económica y política imperial en nuestro país y otros de la región. Es comprensible que el revanchismo dictatorial se ensañara también con la memoria de Scalabrini Ortiz.

En esa línea de confrontación se inscribe la calle Coronel Ramón Falcón al oeste de la ciudad. Falcón fue un jefe de policía asesinado por un militante anarquista llamado Simón Radowitzky en 1909, en represalia por una masacre de obreros ordenada meses atrás por el jefe policial, en la celebración del 1° de mayo en Plaza Lorea. Transcurrido más de un siglo del episodio, periódicamente manos anónimas tachan el nombre oficial de la calle e inscriben “Radowitzky”.

Calle Ramón Falcón al 3700 – CABA – 1990

Un caso similar pero sin intencionalidad política comprobable, ya que no hay sobreescrituras, pasó en 1995 con la calle Palestina cuyo flamante nombre reemplazó a Rawson en el barrio de Villa Crespo. En un tramo de varias cuadras, la palabra Palestina fue tapada con aerosol blanco, quedando visible sólo la aclaración “Ex Rawson”. Nadie se hizo cargo.

Y así continuó la sucesión de reemplazos, a lo largo y ancho de la geografía porteña: Avenida del Trabajo en Mataderos mutó a Eva Perón; en Saavedra, Ricardo Balbín sustituyó a Avenida del Tejar; al tramo céntrico de Cangallo se lo rebautizó como Teniente General Juan D. Perón y sigue una nomenclatura renovada tan extensa, que quien pasó mucho tiempo sin recorrer la ciudad puede desorientarse.

No obstante, en 1998 según ley número 83 de la flamante Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), se obliga a realizar audiencias públicas, presentar el Proyecto y dejar pasar como mínimo diez años desde el suceso que se pretende recordar o del fallecimiento de la persona que amerite el reconocimiento, entre otras condiciones.

Otra curiosidad es que sobre 2186 calles nominadas, sólo unas pocas decenas recuerdan a mujeres. Tal “olvido” se intentó subsanar al imponer la identidad de mujeres destacadas de nuestra Historia, a las nuevas calles del último barrio con que cuenta Buenos Aires: Puerto Madero. Allí conviven Mariquita Sánchez de Thompson, Azucena Villaflor, Juana Manso, Victoria Ocampo y demás personalidades en algunos casos olvidadas.

v. Juana Manso y Mariquita Sanchez de Thompson

Más allá de la danza de nombres cambiantes, algunas arterias como las avenidas Corrientes, Callao, Paseo Colón, Rivadavia, Santa Fe, Nueve de Julio y otras que por su carácter emblemático de la porteñidad, es impensable que alguien piense en cambiar sus nombres.

Parafraseando a Don Jorge Luis Borges, podemos alegar que son “… tan eternas como el aire y el agua” (2).

1) Publimetro – Buenos Aires – 05-03-2001.-
2) Borges Jorge Luis – Fundación Mítica de Buenos Aires – Obras Completas – Editorial
Emecé – Buenos Aires – 1974.-

Testimonios:

Sarmiento le Mandaba Rosas
El cambio de nombre de las calles reabrió la polémica Sarmiento vs. Rosas. Sin embargo, el primer maestro admiraba al Restaurador.

Rosas era un republicano que ponía en juego todos los artificios del sistema popular representativo. Era la expresión de la voluntad del pueblo, tal como demuestran las Actas de Elección, Nuca aspiró a ser monarca. “Esto no lo escribió un rosista, sino el mismísimo Sarmiento en el “Bosquejo de biografía de Dalmacio Vélez Sarfield”, en 1875, a un año de haber finalizado su periodo presidencial.

La polémica sobre la nomenclatura de la avenida Sarmiento está provocando  el revanchismo de sarmientos anti- rosistas, que desconocen esta opinión de Sarmiento sobre el gobernador; María Esther de Miguel, María Sáenz Quesada, García Hamilton, Feliz Luna, Tomas Eloy Martínez, Beatriz  Sarlo, Juan José Sebreli, entre otros muchos, pusieron el grito en el cielo y atacaron la figura del Restaurador. Horacio Sanguinetti, el inefable rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, lo  llamó “deseducador”, ignorando que Rosas fundó 17 colegios en la ciudad.

A 126 años de la muerte del caudillo, todavía no se aplacó el odio visceral hacia el hombre que defendió en la Vuelta de Obligado nuestra soberanía contra la intervención anglo- francesa y a quien San Martin llegó su sable en reconocimiento.

Alberdi lo visitó, arrepentido, en el exilio. Urquiza, el vencedor de Caseros, le enviaba una pensión de 1.000 patacones, para paliar en alguna medida su precaria situación económica. Hasta el propio Borges en un momento de inusitada lucidez lo llamó “nuestro único barón”.

“Ni el polvo de tus huesos la América tendrá”, escribió José Mármol. Como lo vaticinó el autor de Amalia, los restos del gobernador tuvieron que esperar más de un siglo para volver a su patria y, para mayor escarnio, en la ciudad unitaria se le niega una calle con su nombre.

Los nombres de las calles de Buenos Aires son una prueba más del revanchismo unitario contra el partido federal. La calle más larga de la ciudad lleva el nombre del presidente unitario Bernardino Rivadavia, que contrajo en forma fraudulenta el empréstito con la Banca Baring, que Rosas se negó a pagar.

La avenida que delimita la frontera donde “se termina el país”, por obra y gracia del centralismo porteño, tiene el nombre del “manco” Paz, jefe de las tropas unitarias. En cambio, el caudillo de la vereda de enfrente, Facundo Quiroga, no tiene calle propia: era federal.

El nombre de la avenida Caseros celebra la victoria de Urquiza sobre Rosas, que selló el destino nacional y el triunfo del proyecto unitario.

La plaza Lavalle y la calle que lleva su nombre ocupa lo que fue el solar de los Dorrego. L a estatura de “la espalda sin cabeza”, como bautizó Echeverría a Lavalle a raíz del fusilamiento de su adversario político Dorrego, tuvo que ser emplazada en lo alto de una columna, a varios metros del suelo, porque le arrojaban sangre. El monumento a Dorrego está “escondido”, arrinconado, frente al Banco Hipotecario. “La historia la escriben los vencedores”, dijo Urquiza. Y también ellos deciden a quien recordar y a quien borrar del mapa de la ciudad.

LA POLEMICA

El proyecto de bautizar con el nombre de Juan Manuel de Rosas a tres cuadras de la avenida Sarmiento provocó el repudio airado de historiadores, escritores y diversos personajes de la cultura. El proyecto lo presentó el legislador justicialista Mario O’ Donnel.

El Guardián – 10 de Abril de 2003

Aclaración: Todavía se sigue esperando que una calle lleve su nombre.

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