Ecos del Combate de Obligado
La flota anglo francesa remontó luego el Paraná hasta alcanzar Corrientes y el Paraguay, pero no consiguió su objetivo, volviendo con los mercantes casi llenos y siendo hostigada permanentemente por la artillería móvil y la fusilería de las milicias locales. Pagaría caro después su atrevimiento en Acevedo, El Tonelero, San Lorenzo, la Angostura del Quebracho y nuevamente en la Vuelta de Obligado, más adelante.
«Al tronar glorias nativas el cañón de Obligado», cita José María Rosa a Francisco Aníbal Riú, su eco repercutiría en el mundo entero, empezando por los países vecinos.
«Triunfe la Confederación Argentina o acabe con honor, Rosas, a pesar del epíteto de déspota con que lo difaman, será reputado en la posteridad como el único jefe americano del Sur que ha resistido intrépido las violencias y agresiones de las dos naciones más poderosas del Viejo Mundo», decía «O Brado de Amazonas» (Río de Janeiro, el 13 de diciembre).
«Sean cuales fueren las faltas de este hombre extraordinario, nadie ve en él sino al ilustre defensor de la causa americana, el grande hombre de América, sea que triunfe o que sucumba», escribió «O Sentinella da Monarchia», Río de Janeiro, el 17 de diciembre.
El ex presidente de Chile y después senador, el general Pinto, escribió al embajador argentino en Santiago: «Todos los chilenos nos avergonzamos que haya en Chile dos periódicos que defiendan la legalidad de la traición a su país y Ud. sabe quiénes son sus redactores», refiriéndose al Mercurio y la Crónica de Chile, redactados por Alberdi y Sarmiento.
El historiador brasileño Pedro Calmon dijo: «Por el error extranjero, Rosas se convirtió en el mayor criollo sudamericano. Hacia él toda la América del Sud volvía su mirada conmovida. Si necesitaran una espada para combatir al intruso, lo convocarían a él, al Caballero de la Pampa. La estatura titánica del Dictador argentino proyectaba una sombra extensa en el continente: tras los navíos del bloqueo, tremolaba en el aire su poncho punzó, desafiando a las potestades del mundo».
Desde La Paz, el mandatario boliviano Ballivian, hasta entonces amigo de los unitarios y enemigo de Rosas, cambió de posición y se puso del lado del Restaurador. Ordenó a su representante en Buenos Aires, Manuel Rodríguez, felicitar a Rosas por Obligado. Antes el general boliviano Bernardo Trigo le hizo llegar una nota de protesta «con motivo de la desleal e injusta intervención anglo francesa en el Río de la Plata contra el derecho y los intereses de la América toda».
Desde Nápoles, San Martín escribió a Rosas en enero de 1846, al conocer el bloqueo anglo francés, ofreciendo sus servicios (tenía casi 68 años) «que, aunque reconozco serían inútiles, sin embargo demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y la Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honra y de su independencia».
Más tarde, al enterarse por Tomás Guido de la resistencia en el Paraná, le respondió el 10 de mayo: «Ya sabía de la acción de Obligado: ¡Qué iniquidad! De todos modos, los invasores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor, si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra Patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que -en mi opinión- es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España».
En su testamento, San Martín dispuso que «el sable que me acompañó en toda la guerra de la independencia de la América del Sur, le será entregado al Excmo. Señor General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trababan de humillarla».