En ese clima exitista surge la idea de enfrentar al campeón del mundo de la categoría, el estadounidense Ike Williams. Entonces parte al país del norte acompañado por su manager Nicolás Preziosa
Pero la expectativa parece superar el ámbito deportivo. El peronismo gobernante ha impulsado la reforma constitucional que entre otras novedades, introduce el voto femenino, los derechos de la ancianidad y la niñez, la reelección por un período y la propiedad de la Nación sobre los recursos naturales. La oposición exacerba sus críticas al oficialismo y comienzan a percibirse los primeros indicios conspirativos. El país parece dividirse entre peronistas y “contreras”, como denominan aquellos a los opositores. Y además, está aún fresca la intromisión del ex embajador norteamericano en la Argentina Spruille Braden; devenido por esos años, en poderoso funcionario del Departamento de Estado yanqui.
En ese contexto, en el viaje del “Mono” a Norteamérica algunos creen ver cierto condimento político. No olvidemos que Gatica con el desenfado que lo caracteriza, no cesa de manifestar su identidad peronista; expresada desde el nombre de su hija y el madrinazgo de Evita, hasta la bata con el nombre de la pareja presidencial con la que sube al ring y la ostensible amistad de Perón y Evita. Como contrapartida, nuestro país sigue teniendo con los EE. UU. una relación por lo menos sinuosa, frágil; sostenida en una desconfianza mutua fogoneada por la oposición interna.
La colectividad pugilística argentina tiene la convicción de que Gatica vengará el agravio sufrido años antes por Luis Angel Firpo, cuando infrigió una clara derrota al estadounidense Jack Dempsey, y sin embargo el jurado concedió la victoria a éste último.
Hay esperanzas y simpatía en el viaje del “Mono”; hasta en muchos casos, de aquellos que no lo ven con buenos ojos cuando se desempeña en los cuadriláteros locales. Es como si una parte del honor nacional estuviera en juego en ese intercambio de golpes que ambas figuras prometen mostrar a la afición mundial.
Ya en la primera potencia del mundo, Gatica inicia su periplo desafiando a Terry Young, un púgil local al que el “Tigre” pone fuera de combate en el cuarto round. Esta rápida y fácil victoria, sube la confianza depositada en José María, pero también relaja la disciplina en el gimnasio que éste debería mantener, teniendo en cuenta la envergadura del rival que tiene por delante. Pasan los días y la situación de Gatica en New York es confusa; una vez más la realidad se mezcla con la leyenda y se habla de una mulata que no inocentemente distrae al “Mono” de sus obligaciones, que le habrían puesto “algo” en una bebida minutos antes del combate; que no entrenaba nunca y bebía demasiado. Pero lo único verificable es que se enfrenta con su manager Preziosa por la falta de dedicación y algunas versiones ven al entrenador dejando a Gatica solo días antes de la pelea; otras fuentes dicen que aquel acompañó al “Tigre” hasta el final pero luego viajaron separados por que no se hablaban.
La programación de ese encuentro no deja de tener sus lagunas, ya que Williams no ponía su título en juego. La única explicación es un tema de taquilla ya que ambas figuras enfrentadas, prometían una jugosa recaudación. La otra mirada es ¿por qué no? una explicación política. Pudo haberse estimulado ese combate desde algún sector gubernamental como una “mojada de oreja” al Imperio del norte, ya que una victoria sobre el campeón mundial de origen norteamericano, completaría el círculo de independencia y logros económicos, sociales, técnicos y culturales que nuestro país exhibía con orgullo y fundamento, por esos días.
Lo concreto es que el 5 de enero de 1951 se miden el ídolo argentino y el favorito estadounidense. En nuestro país, millones de compatriotas se “pegan” a las radios dispuestos a acompañar con el pensamiento y el corazón, cada trompada que aplicaría el hombre de Villa Mercedes; miles de “canillitas” y lustrabotas con un fervor desconocido, aprietan los puños como queriendo transmitirle su energía a “aquel” que alguna vez trepó a los tranvías voceando la “Crítica” como ellos o lustrando hasta la madrugada en los boliches del Bajo y que ahora, como en los cuentos de hadas, está por jugarse todo en ese país lejano apenas entrevisto en alguna película de “cow boys”.
Ya de entrada el desafiante exhibió un claro contraste frente a un Williams sólido, sereno y bien plantado; en una rápida sucesión de golpes tan breves como los segundos que pretendían ordenar en el tiempo la pelea para poder retransmitirla al mundo, el peleador local derribó tres veces en el primer asalto a un Gatica tan desarmado como sorprendido. Ante la evidente desigualdad y la masacre que prometían los próximos rounds a costa del sudamericano, el árbitro, Señor Ray Miller detiene el combate otorgando la demoledora victoria al campeón del mundo. En el primer round se acabó todo. El apellido Gatica por primera vez, sonó a fiasco, dolor, tristeza; porque bronca siempre fueron muchos los que se la tuvieron. Pero conocían sus quilates, lo respetaban. Esto era diferente a los encuentros con Prada; al fin y al cabo otro argentino. Esto era distinto. La calle, las gradas vacías del Luna Park, el silencio en los bares, presagiaban que algo se había roto en Gatica; algo muy interno, más allá de los moretones y la humillación de haberse comportado como un “paquete” de aquellos que él había vapuleado por docenas.
De todos modos, vuelto a Buenos Aires y entrenando según su particular visión del tema, sigue peleando y obteniendo victorias, una zaga sólo interrumpida por alguna esporádica derrota. En 1953 vuelve a desafiar a su archirrival, Alfredo Prada; ésta vez por el título argentino de los medianos. Ya en el cuadrilátero, la lucha cobra algo del antiguo brillo que le otorgaban ambos púgiles, pero la superioridad de Prada es notoria. Al cabo de varios asaltos claramente desfavorables para Gatica, el campeón lo derriba obteniendo la victoria por nocaut. Ya no habría más desafíos ni una afición tensa y expectante esperando la definición Gatica – Prada. De todos modos, el saldo de esa larga rivalidad y calidad pareja durante años, termina como no podía ser de otra manera, en un empate para la Historia: se enfrentaron seis veces, hubo tres victorias para cada uno y otras tantas derrotas.
A partir de ese último combate con un grande, El “Mono” va espaciando sus encuentros y paralelamente, sus rivales son hombres desconocidos, boxeadores en ascenso, todo lo que Gatica puede conseguir a esa altura. Luego llegan las exhibiciones, las giras por clubes de mala muerte, la barranca abajo.
Mientras tanto, el país incrementa su temperatura política. Eva Perón había muerto en 1952, cuando Gatica todavía era una figura de primera línea. Luego, la atmósfera se enrarece; el gobierno enfrenta un serio conflicto con sectores de la jerarquía eclesiástica. Grupos minoritarios de la Fuerzas Armadas continúan conspirando y algunos partidos políticos de declarada fe democrática, están involucrados en esos movimientos subversivos. El país parece encaminarse a un desenlace dramático. Certificando ese clima, el 16 de junio de 1955 la aviación naval y algunas unidades de la Fuerza Aérea, bombardean la Casa Rosada, la Plaza de Mayo y sus alrededores. Paralelamente los rebeldes toman el Ministerio de Marina y desencadenan un feroz tiroteo sobre una multitud de obreros que convocados por la CGT, intentan recuperar el edificio y someter a los sediciosos. La intentona golpista es desbaratada pero el costo es muy alto: centenares de muertos y miles de heridos civiles, vehículos destruidos y edificios muy dañados. Los aviadores rebeldes luego de descargar sus últimas bombas sobre la ciudad, huyen a Montevideo donde encuentran asilo político, igual que sus cómplices civiles. La derrota no desalienta a los subversivos, ya que el 16 de septiembre del mismo año, un nuevo golpe, ésta vez triunfante, acaba con el gobierno peronista forzando el exilio de Perón a Paraguay. Un breve interinato presidido por el general Eduardo Lonardi, finaliza cuando la facción liderada por el general Aramburu y el almirante Rojas depone a éste tildado de “blando” con los peronistas. De esa manera se inicia la segunda etapa de la denominada Revolución Libertadora, desencadenando una brutal represión sobre personas, organizaciones y cualquier manifestación que oliera a justicialismo. Muchos artistas peronistas se exilian, van a parar a la cárcel o integran las listas negras que les impide trabajar. Gatica no es ajeno a ésa fiebre revanchista y la Federación Argentina de Box con un pretexto menor le retira la licencia impidiéndole pelear como profesional. No obstante muchos clubes resisten sordamente la medida dictatorial y permiten al “Mono” seguir librando sus modestos combates. Así es que a menos de un mes del levantamiento presidido por el General Valle y que fuera castigado con una serie de fusilamientos, Gatica libra su último combate en el Lomas Park de la ciudad de Lomas de Zamora, en el conurbano bonaerense. Cuando ya había noqueado a su ocasional rival en el cuarto round, se lo llevan detenido por “violar la prohibición de boxear” como profesional, pero todo el mundo sabe que esa detención arbitraria, es otra manifestación más del revanchismo en el poder.
Así transcurre sus años posteriores a la descalificación como boxeador profesional; en una lenta decadencia donde se exhibe más como una curiosidad que como el campeón sin título que había sido. En agosto de 1957 es convocado por el empresario del catch Martín Karadagián. En el estadio de Boca Juniors Gatica y el luchador ofrecen un espectáculo de entretenimiento más cercano a lo circense que al deporte. El “mono” sufre una lesión en una pierna y la escasa atención prestada al problema, lo obligará a renguear el resto de su vida. Vuelve a formar pareja; ésta vez con Rita Armellino, una italiana que le brindará dos nuevas hijas. Viviendo a los saltos, en una pobreza total, se afinca en un barrio de Avellaneda. Su antiguo contrincante, Alfredo Prada le ofrece trabajo en una cantina llamada “Nocaut” en la que él tenía parte de la explotación. Gatica allí debido a su fama, era el principal motivo de atracción. También se habría desempeñado en un rol parecido, en un comercio parecido propiedad del cantor Alberto Morán. Pero una vez más la política vuelve a cruzarse en la vida del “Mono.” Debido a una relación personal que unía a Prada con el gobernador bonaerense Oscar Alende, éste decide ayudar a Gatica y su familia facilitándole una vivienda en La Plata y sendos empleos para él y su esposa.
Al comenzar los años sesenta, Gatica es sólo un recuerdo en el gran público y el comentario obligado en la mesa de café o en los programas radiales y revistas especializadas, cuando se refieren al box nacional. Pero son otros los nombres que ocupan la atención de los medios de comunicación y emocionan a los aficionados.
Así transcurre el legendario “Mono” sus días; entre necesidades domésticas no resueltas y el pasado de gloria que todavía alienta en la dignidad y orgullo con que sobrelleva su situación. El domingo 10 de noviembre de 1963, Gatica habría decidido acompañar a un amigo que vendía muñequitos, a la cancha de Independiente. Apenas finalizado el primer tiempo, el “Mono” se retira y allí, se bifurcan los detalles de lo sucedido. Algunas versiones insisten en que era el “Mono” quien vendía los mentados muñecos; otros sostienen la teoría del amigo. Otros comentan que Gatica estaría alcoholizado y al querer abordar un colectivo en marcha de la línea 295, pierde pie y va a parar abajo del vehículo, siendo pasado por encima por las ruedas traseras. Otra visión del accidente, atribuye a la renguera crónica del “Mono” la dificultad para hacer pie en el estribo del colectivo; el resultado es un Gatica gravemente herido trasladado al cercano Hospital Rawson en Constitución, ya que el hecho ocurrió en las cercanías del viejo puente Pueyrredón. Dos días más tarde fallece.
Tal vez, una de las definiciones más brillantes de la vida y la muerte de José María “Mono” Gatica es el título con que el periodista Emilio Petcoff encabeza la nota alusiva:
“Ultimo desplante de Gatica; se murió.”
Entonces, el país volvió a acordarse del “Mono.”. Sus restos fueron velados en el local de la Federación Argentina de Box, ya que el Luna Park estaba siendo utilizado por un espectáculo programado con anterioridad. Sus restos fueron trasladados al cementerio de Avellaneda, acompañados por una multitud que en algunos tramos, entonaba la marcha Los Muchachos Peronistas, como tributo póstumo al ídolo que no rehuyó la definición política.
Cuando la fosa se tragó a Gatica, comenzó a fortalecerse la leyenda que había comenzado a tomar forma cuando el “Mono” todavía habitaba el mundo de los vivos. Revistas, radio, televisión, libros alegóricos impresos de apuro; el mercado editorial por pocos días, se inundó de publicaciones dedicadas al ídolo. Pero no era necesario tanto despliegue evocativo, ya que el díscolo “Mono” estaba desde mucho antes, incorporado a la memoria colectiva.
Su trayectoria profesional justifica por sí sola, tanta admiración: sobre 95 combates librados, ganó 85; casi todos por nocaut. Empató 2, perdió 7 y una pelea no tuvo decisión. Su avasallante estilo y potencial, de haber estado acompañado por entrenamiento sistemático y disciplinado, no habría tenido techo y tal vez, quien hubiera besado la lona esa infausta noche neoyorquina, sería Ike Williams en lugar del “Mono.”
Pero la Historia se caracteriza por el rigor de los hechos y no por la especulación de lo que pudo ser. Para la afición argentina Gatica fue lo que fue; y no es poco. Además del recuerdo, el ídolo es reconocido en obras deportivas construidas en distintas épocas y lugares; como el Polideportivo José María Gatica de Avellaneda o su similar en la Villa Mercedes natal, inaugurado en 1975.
Como el arte no podía privarse del Gatica personaje, ahí está la magnifica creación cinematográfica de Leonardo Favio: Gatica El Mono. Estrenada en 1992, sus 136 minutos son, además de un sentido homenaje al ídolo, un fresco histórico que permite comprender al “Mono”, y su proyección más allá de lo meramente deportivo.
La poesía a su vez, aportó lo suyo mediante la obra de Alfredo Carlino, quien le tributó al “Mono”, uno de los poemas más bellos y dolorosos que se recuerden.
José María Gatica; El “Mono”, El “Tigre” o como se lo prefiera recordar, tiene ganado con justicia su lugar en la memoria de nuestro pueblo. Como otros grandes del box, Carlos Monzón, Víctor Galíndez, Horacio Acavallo; quienes cargan en su haber una vida ganada a las “piñas”, porque ese fue su oficio, así trascendieron y fueron amados o despreciados según el lugar en que se paró cada uno para mirarlos.
Es mucho lo que puede decirse a favor y en contra de Gatica; lo que nadie puede alegar es que pasó desapercibido por la vida.
por Ángel Pizzorno
Leonardo Favio dijo una vez que uno muere cuando desaparece de la memoria de la gente. Todos los que aún sin haberlo conocido lo consideramos un amigo, llevamos la responsabilidad de que su vida y su obra, su mundo singular, fantástico y popular sigan existiendo como cuando él estaba vivo. El que supo hacer un canto de la amistad merece ese tributo de todo amigo.
Y empezar hoy en esa tarea de hacer sobrevivir el mundo del amigo, una escena memorable del film Gatica:
Gatica: ¿Me querés?
Ruso: ¿Acaso no sabés?
Gatica: Decime si me querés.
Ruso: Sí, José, te quiero.