Mezcladas con miles de leyendas estampadas en las paredes que expresan gritos de bronca, declaraciones de amor, denuncias políticas, amores y broncas futboleras, amores y lamentos rockeros , y todo lo que en un viaje turístico a cualquier parte del mundo se podría encontrar, aparecen, refrescando la memoria, como un sello distintivo, las pintadas con olor a tinta roja, con sabor a paredones de ladrillo feliz.
Prolijas y sobrias acentúan la historia del territorio en el que se encuentran, recreando letras de tangos, caricaturizando respetuosamente ilustres personajes y siluetas entrelazadas en un dos por cuatro.
Ellas reproducen meticulosamente el rostro de algún famoso cantor o una estrofa de algún tango, y permanecen grabadas por largo tiempo protegidas por un sutil respeto, sobreviviendo a otras que sucumben superponiéndose entre sí o a la brocha gorda del jefe municipal.
Paredones revestidos con cal de alguna fábrica en desuso, frentes de casas de vecinos cómplices, fachadas de bares donde habitan los duendes, muestran con la indiferencia que da lo natural, pintadas de estética tanguera.
Están también los murales faraónicos, que reviven como una epopeya, historias simples de vida ciudadana, de cuando los faroles callejeros eran receptores de silenciosos confidentes, o de los tumultuosos y desordenados bailongos en donde un guapo mira de lejos con su rostro endurecido por su amistad con la muerte.
Es que esta costumbre de tiempos remotos del ser humano sin fecha cierta de inicio, está presente en la necesidad de los habitantes porteños, como un deseo más de conservar activa la interrumpida historia de su cultura y costumbres; como un ayuda memoria para que sus habitantes, que transitan a lo largo de sus existencias melodías diferentes y danzas de luces psicodélicas, recuerden que en algún momento de la vida el tango los espera a la vuelta de la esquina; y como un testimonio para que desorientados turistas, sepan que el suelo que están pisando es el mismo donde Carlitos empezó su fama de zorzal y en donde el Diego hipnotizando a todos cerró su primer marcador, y si no saben de quienes hablamos, bueno, hay otros lugares para visitar como el valle de la Luna, por ejemplo, para que se sientan como en casa.
Por Gerardo Larison
Fotos de Pablo Rapetti