La efervescencia en la amplia participación política institucional que caracterizó al año 1983 desbordó con su energía la vida cotidiana de los argentinos y difícilmente se vuelva a repetir en esa magnitud. Es que algo que debería haber sido tan normal como es una elección presidencial, fue el punto de confluencia de todas las expresiones ideológicas que habían sufrido la represión y persecución durante la larga noche de la dictadura cívico-militar.
El país llegaba sufriendo la consecuencia de 7 años de una política económica que, basada en manejos financieros mediante decreto, brindaba un espejismo a corto plazo donde la moneda argentina era más fuerte que el dólar, haciendo que tanto en Brasil, como en Miami, o en París, a los argentinos nos recibieran mejor que no sé qué.
Claro, es que había sido la primera incursión en la integración internacional, rompiendo con el “aislamiento” que nos había sometido el peronismo a lo largo de, hasta ese momento, veintiocho años, a pesar que habían gobernado once y además fraccionado con un intérvalo de 18 años. El fácil acceso de la clase media a los viajes internacionales hacía sentir que ya no se pertenecía a un país subdesarrollado, en estos lugares ni siquiera las propiedades estaban cotizadas en dólares, como ocurría por fin en Argentina a partir de 1977.
Otra muestra del ingreso al primer mundo era la confianza que se había “ganado” el país gracias a la sucesivas gestiones económicas de ministros que habían retornado para poner definitivamente al país en el camino de la integración, que se expresaba en un amplio acceso al crédito que permitía sostener ese espejismo y que poco a poco fue sumergiendo al país en el inicio de una deuda que condicionaría el futuro hasta nuestros días.
Alfonsín la Expectativa no Cumplida
Los crímenes de lesa humanidad sumados a la guerra de Malvinas desintegra definitivamente el poder militar pero no el empresarial que sigue manteniendo sus banderas económicas a pesar de todo. Después de años de persecución al peronismo, ese poder presentía que si triunfaba significaría, mayor presencia estatal, mayor distribución de la riqueza, mayor poder sindical y ante esa amenaza centraron sus expectativas en el candidato radical, considerándolo “el mal menor”.
Quizás esta preferencia del establiscment se debía para ellos a la posibilidad de diluir en democracia el poder sindical y hasta de comenzar las privatizaciones de empresas que estaban en órbita estatal a las que les atribuían todos los males de la economía. Las tapas de los diarios mostraban a los candidatos peronistas lleno de conflictos internos, a un Luder entre timorato y sometido al poder sindical y ridiculizando al candidato a gobernador por sus expresiones señalando su “deficiencia académica”.
Claro que resulta muy simplista atribuir lo antes descripto como las causas de la derrota del justicialismo pero lo cierto es que el 10 de diciembre de 1983 asume el nuevo presidente de la Argentina que se llamaba Raúl Ricardo Alfonsín, para el desconcierto de la dirigencia política y gremial justicialista que inmersos en una profunda desorientación, inició un camino “en busca de del tiempo perdido”.
La delicada situación que enfrentaba el nuevo mandatario, condicionada por la deuda externa recibida, requería de un fuerte e incondicional respaldo político. El ministro de economía designado no pertenecía al prototipo tecnócrata que había ocupado la cartera durante los últimos años. Bernardo Grinspun era un economista y militante radical que junto a Alfonsín y otros dirigentes crearon en el año 1972 el movimiento de Renovación y Cambio diferenciándose de la línea balbinista.
Siete años antes, en 1965 había participado en la elaboración de lo que se denominó Carta de Alta Gracia que luego diera lugar a la elaboración de la Teoría de la Dependencia que atribuía la vulnerabilidad de los países en desarrollo a la discriminatoria estructura del comercio internacional, este documento fue suscripto por 19 países.
Luego del primer año de gestión, Argentina tomó la decisión, ante el primer desconcierto del poder económico local, de no realizar pagos de los servicios de la deuda externa como también el de auditarla y propuso regionalizar el problema a través de la creación de un “Club de Deudores”,. Esto no tardó en recibir una tremenda presión de los acreedores, el FMI y EEUU que hizo naufragar el plan.
A pesar de disponer un fuerte control en las tarifas de los servicios públicos y llevar adelante el Plan Alimentario Nacional (PAN) no pudo evitar el derrumbe en las variables de la economía, a tal punto que a mediados del año 1985 el presidente Alfonsín anunció que se pondría en marcha una economía de guerra.
Esto dio inicio a lo que se llamó el Plan Austral pero ya a cargo del nuevo Ministro de Economía Juan Vital Sourruille, dicho programa económico incluía el cambio del signo monetario por lo que el peso pasó a adoptar el nombre del nuevo plan. La nueva moneda significó quitar tres ceros por lo cual lo equivalente hasta ese momento de 1000 pesos se convirtió en 1 austral y nuevamente la moneda argentina pasó a tener más valor que el dólar ya que la paridad inicial era 1 austral – 0,80 ctvs de dólar, de nuevo la fantasía.
La política hostil hacia los centros financieros internacionales tuvo un marcado giro hasta llegar a un acuerdo con el FMI en la negociación de la deuda y obtener un crédito de U$S 4.200 millones, para lo cual el gobierno asumió el compromiso de reducir drásticamente el déficit fiscal de 11% del PBI al 4%.
En un principio el programa logró frenar la inflación que había llegado a escalar al 1 % diario y logró un cierto crecimiento en la economía, pero el pago del servicio de la deuda impedía el equilibrio macroeconómico, ya que imponía una tremenda carga en el presupuesto que hacía imposible generar un superávit primario obligando al gobierno a contraer más deuda.
A dos años de su creación, el Plan Austral comenzó a dar muestra de debilitamiento y a deteriorar la confianza en el signo monetario devaluándose bruscamente con respecto al dólar lo que dio inicio a una inflación que llego a convertirse en incontrolable.
Luego de la renuncia de Sourouille en medio del caos económico, vuelve a asumir la cartera un hombre proveniente de la actividad política del radicalismo, Juan Carlos Pugliese quizás como muestra de un último sacrificio militante. El presidente Alfonsín adelantó el traspaso del poder.
Las decepcionadas expectativas de los grupos de poder para que el Estado definitivamente comience con un proceso de privatizaciones, derivó en una fuerte confrontación con el grupo Clarín como el actor más activo. El reclamo de este medio periodístico estaba centrado en que se modificara el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión que impedía a una empresa gráfica acceder a un emisora radial o televisiva y también para poder legalizar la compra que ya habían realizado de Radio Mitre a través de testaferros
La pésima relación que se generó con el poder mediático y su representación Adepa, que había ayudado indirectamente al triunfo de Alfonsín desgastando las candidaturas ´peronistas, terminó acelerando su dimisión al ver defraudadas las expectativas que habían puesto en él.
Menem, la Expectativa no Cumplida II
A pesar de la experiencia vivida, la candidatura de Carlos Saul Menem a la presidencia no despertaba en los sectores del poder ningún tipo de empatía en contraposición a la depositada por la mayoría del pueblo argentino. La imagen de “ caudillo revolucionario” que lo caracterizaba en su proselitismo profundizaba esas dos posturas.
Frente a la conflictiva situación social producto del cuadro hiperinflacionario que se había desatado, la esperanza riojana tomó una decisión que a muchos de sus votantes, sobre todo a los de su signo partidario, les produjo un superlativo desconcierto, implementó un programa económico producto de un acuerdo con el grupo empresarial Bunge y Born, que fue conocido como el plan BB para el que fue designado como ministro de economía para llevarlo a cabo a un alto ejecutivo de la firma llamado Miguel Roig.
Veinte días antes de asumir, el nuevo ministro comenzó a esbozar el plan económico en el cual se creaba una nueva moneda a la vez que se la devaluaba, se buscó atraer inversiones extranjeras flexibilizando las condiciones y prometiendo privatizar empresas de servicio a cargo del Estado, presentó la Ley de Emergencia Económica, anunció una suba de salarios a la par que negoció una tregua de precios con los grupos empresarios.
Asumió el 9 de julio e inesperadamente falleció a los cinco días al sufrir un infarto el mismo día que se firmaría el acuerdo mencionado el que se concretó dos días después. Inmediatamente fue reemplazado por otro alto ejecutivo de la firma, Néstor Rapanelli quien pasado un poco menos de dos meses puso en funcionamiento la Ley de Reforma del Estado que habilitaba el proceso de privatizaciones de servicios públicos, consiguiendo destrabar de esta manera, créditos del Banco Mundial para afrontar el compromiso con la deuda externa.
Todo hacía suponer que la negociación con el grupo económico Bunge y Born había comenzado mucho antes de que Menem llegara al poder, pero fue la concreción de las privatizaciones lo que inició una nueva relación con los centros del poder económico que comenzaban a disipar sus dudas de que pudiera o quisiera cumplir con el compromiso de llevarlas a cabo. Es así que el 15 de septiembre Rapanelli firma la orden con el entonces Ministro de Obras y Servicios Públicos, José Dromi que ENCoTel, Ferrocarriles Argentinos y Yacimientos Carboníferos
Fiscales permanecerían cerradas a partir del 1 de enero del año siguiente para su posterior privatización.
Ese mismo mes Rapanelli anuncia el otorgamiento del FMI de un crédito Stand by de U$S 1.500 millones a la vez que Argentina se comprometía a destinar a lo largo del año siguiente U$S 3.500 millones al pago de intereses de la deuda externa. Si bien la firma de la orden de Rapanelli y Dromi fueron señales para los grupos económicos nacionales e internacionales no pudo evitar que nuevamente el país entrara en una espiral inflacionaria incontenible luego de una nueva devaluación, hasta finalizar ese año con un aumento de precios del 3079 por ciento.
Lógicamente esto dio por finalizada la “gestión Bunge & Born” teniendo además como consecuencia, producto de la devaluación y del compromiso con el pago de la deuda externa, igual desvalorización de las empresas a privatizar y es en este cuadro de situación que se hace cargo del Ministerio de Economía Antonio Erman Gonzalez para llevar a cabo la segunda parte del plan.
El nuevo funcionario era un hombre de confianza de Menem que ya había ocupado cargos públicos durante su gobernación en la Rioja y que aparte de tener la misión de concretar las privatizaciones traía debajo del brazo una propuesta que ocasionaría el primer schock en los depositantes del sistema bancario argentino y que suele relacionarse como antecedente del corralito, y fue lo que se dio en llamar el plan Bonex.
La elección de la fecha para el anuncio no fue la más acertada y muchos lo tomaron como un chiste de mal gusto, es porque el 28 de diciembre de 1989 los argentinos recibieron la noticia que los que poseían depósitos en plazos fijos se les daría a cambio el bonex que se convertían en bonos de la deuda externa a devolver en 10 años. Depósitos pactados a 7 días fueron canjeados por los nuevos bonos para ser cobrados en una década.
Otras medidas acompañaron la implementación del plan, todas orientadas al control del gasto del estado suspendiendo contrataciones y licitaciones y eliminando secretarías y subsecretarías, como así también buscar un importante superávit comercial eliminando el reembolso a los exportadores y suspendiendo los regímenes de promoción industrial. Ambos objetivos se alcanzaron pero como consecuencia se originó una profunda recesión y tampoco logró evitar que transcurrido un año se desatara otra hiperinflación.
La nueva debacle hace imponer viejas recetas, la reducción del aparato administrativo estatal no alcanzaba y tomaba cada vez más relevancia la famosa y poco feliz frase «Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado” del ministro de obras y servicios públicos, Roberto Dromi acelerando el proceso de privatizaciones.
La dimisión de Erman González trae a la escena nacional un personaje que será un actor gravitante en la realidad de país, resurrección mediante, hasta el final del siglo pasado, Domingo Cavallo. Su máxima creación denominada Plan de Convertibilidad, nos aseguraba a los argentinos que el espejismo que tanto gusta a una gran porción de la clase media, iba a estar asegurado mediante una Ley que llevaría igual nombre.
La misma nos garantizaba que la cotización con el dólar sería siempre inalterable, pase lo que pase, porque ahora al estar avalado por una ley solamente derogándola modificaría esa situación. Por supuesto primero hubo una conversión interna, que se expresó en que 10.000 australes pasaron a equivaler 1 peso por lo que si aplicamos el carácter transitivo tenía también el mismo valor que 1 dólar.
La historia volvía a repetirse, deme dos, todo por dos pesos, Buzios, Miami, etc. los paraísos perdidos volvían, y mientras tanto los productos argentinos poco a poco se iban encareciendo no solamente para sus ciudadanos. El permanente crecimiento de la deuda externa para sostener el plan, insumía cada vez más dólares con el agravante que a partir del año 1993 hasta el 2000 todos los saldos entre exportaciones e importaciones, ´único medio para conseguir dólares y destinarlos al pago de los intereses, fueron negativos, y como si esto fuera poco las “joyas de la abuela” ya ´no estaban más.
Percibiendo un conflicto a no muy largo plazo, comienza al promediar la mitad de la década una fuerte fuga de capitales hacia el exterior y las firmas extranjeras que habían adquirido las empresas estatales, que nos trataban como si perteneciéramos a la Comunidad Económica Europea , que mencionaban al Mingo como el economista de año y a Menem lo veían rubio y de ojos celestes, comenzaron a dejar de invertir y a llevar sus ganancias hacia sus casas matrices en formato dólar, y no había forma de convencerlos que era lo mismo que el peso.
Transcurridos tres años desde que asumiera y sin poder revertir la situación , compartiendo la misma percepción que los inversores, el “superministro” decidió también ausentarse de la vida ministerial, ya había perdido hasta el entusiasmo de pelearse con Menem por la autoría de padre de la criatura y finalmente presentó su renuncia el 27 de julio de 1996, dejándonos una tasa de desocupación del 17,3% y una deuda externa de 70.000 millones de dólares, un déficit fiscal de 40% en relación al PBI, pero manteniendo el espejismo.
Luego de su renuncia los nombres de Roberto Alemann y Miguel Angel Broda comenzaron a circular como posibles reemplazantes, pero ambos desistieron por lo que a instancia de una recomendación de Pedro Pou , llega al Ministerio Roque Fernández quien hasta ese momento era jefe de su promotor.
Obviamente el primer objetivo del nuevo ministro se centraba en la reducción del déficit heredado y para tal efecto contaba con una serie de medidas típicas de un fiel representante de los chicagos boys entre las cuales figuraban una modificación a la ley jubilatoria, aumentando la edad a las mujeres, lo que fue rechazada por el Congreso.
Pero sin duda el objetivo de Roque Fernández no quedó de lado a pesar del revés judicial, por lo que su acción se desplegó hasta lograr que la Corte Suprema mediante un fallo dejara sin efecto el 82% móvil para las jubilaciones y establecía que las únicas actualizaciones serían determinadas por el Congreso a través del Presupuesto Nacional. Para el ministro esta sentencia fue tan importante que llegó a compararla con la Reforma del Estado y la Ley de Convertibilidad.
Pese a esta medida y sumada a otras que buscaban una mayor recaudación para hacerle frente al desastroso déficit dejado por Cavallo, no pudieron evitar la crisis que se estaba viviendo y que se terminó de profundizar por la derrota en las elecciones de medio término de 1997. Desde el primer trimestre del siguiente año la economía se manifestaba con una fuerte caída del consumo, de las importaciones, de las reservas, agravada con una disminución en los precios de los comodities lo que acentuó aún más el saldo negativo de la balanza comercial. Todos los indicadores a lo largo del 98 mostraron signos en constante descenso.
El aumento de la desocupación y la pobreza y en consecuencia el debilitamiento de las condiciones laborales, eran indicadores que distaban mucho de la prometida “Revolución Productiva” , muy lejos de las expectativas que habían llevado a Menem al gobierno.
Resurrección, Agonía y Muerte de la Criatura
El advenimiento de un nuevo año y sobre todo si coincide con un nuevo gobierno, siempre despierta una renovada esperanza. En sus spots de campaña el recién elegido Fernando de la Rua, se mostraba serio, honesto, y combatiendo la corrupción y como si fuera poco con una “tranquilizadora” frase : Conmigo 1 peso 1 dólar. Esto era música para los oídos de la clase media que recibían el mensaje de estabilidad de la economía y del peso pero que no por eso desistían en cambiarlo por dólar.
Ese empuje optimista que se había generado no tardó en frustarse ni bien iniciado el debut del 1999 al decidir el gobierno del Brasil devaluar bruscamente la moneda, noticia que al flamante ministro de economía José Luis Machinea seguramente le debió haber desdibujado la sonrisa y no era para menos sabía las consecuencias inmediatas. Como era previsible esto afectó la demanda de productos por parte del principal socio comercial, sobre todo lo relacionado con los manufactureros.
De esta manera el panorama del año en curso no vislumbraba un buen final, las exiguas posibilidades de generar dólares para hacer frente a los compromisos internacionales hizo entrar al país en una zona de peligrosa insolvencia, el término riesgo país comenzaba a popularizarse, y gravitaba como una espada de Damocles en el día a día de los argentinos.
La elección del nuevo ministro fue producto de una negociación entre las dos fuerzas aliadas en el gobierno, donde se impuso con apoyo del vicepresidente y el ex presidente Raul Alfonsín en detrimento de López Murphy a Machinea como expresión más progresista, pero nuevamente las medidas propuestas volvían a centrar la solución de la crisis en medidas como la reducción de salarios del personal estatal de entre el 12 y 15%, y la supresión de diversos organismos públicos.
Un escándalo desatado en el Congreso Nacional a causa de denuncias de soborno para la aprobación de la Ley de Reforma Laboral produce una severa crisis institucional que deriva en la renuncia del vicepresidente. Sin duda la decisión de Chacho Alvarez fue un fuerte debilitamiento al ya debilitado gobierno de De La Rua, pero el posterior apoyo de los organismos internacionales como el FMI, el BID y el Banco Mundial, como así también de un grupo de bancos privados y de España, habilitando un descomunal blindaje financiero a través de un préstamo de U$S 40.000 millones equilibró el desgaste de la crisis y abrió una nueva esperanza para solucionar el caos.
Curiosamente los depósitos en los plazos fijos aumentaban y la mayoría de ellos inmediatamente se dolarizaban. En función de encontrar una explicación, quizás los clientes tenían más confianza en la “seriedad” de los bancos que en los encargados de llevar adelante los destinos del país, es posible que tuvieran la seguridad que esa “institución” respondería responsablemente ya que como les habían asegurado para que ingresen al sistema financiero, estaban respaldados por sus respectivas casas matrices, y ante el apoyo recién dado al gobierno no podían dudar de la solidez de sistema bancario.
Por supuesto la habilitación del multimillonario blindaje estaba acompañado con algunas ya conocidas recetas: congelamiento del gasto público primario a nivel nacional y provincial, reducción del déficit fiscal, reforma del sistema previsional para elevar la edad jubilatoria de las mujeres.
Los resultados también ya eran conocidos, mayor recesión, aumento de la desocupación y la pobreza, y como es lógico, engrosamiento de la deuda, por lo que en marzo del 2001 Machinea presenta la renuncia, y es reemplazado el día 5 del mismo mes por Ricardo Lopez Murphy, un duro, apodado el Bulldog cuyos ladridos duraron exactamente 15 días.
Las propuestas de mayor ajuste por parte del ministro, a diferencia de Machinea no extrañaron a nadie, él mismo había construido ese concepto y parecía que le funconaba como una medalla, daba la sensación en cada aparición pública que sentía un cierto regocijo pensando que sus gruñidos eran de temer, sobre todo para los docentes y jubilados.
Imbuido en ese perfil de extrema dureza, desarrolló una serie de medidas destinadas a reducir en 1.962 millones de pesos/dólares los gastos de la administración pública que para lo cual se declaró la emergencia jubilatoria, anular las pensiones, despedir 40.000 empleados públicos, recorte del 5% en la educación, y después de una fuerte protesta social , tuvo De la Rua, con su carácter también” firme y estricto” solicitarle la renuncia y agradecerle por los servicios prestados.
Es entonces, como si fuese una novela de ciencia ficción, reaparece en la escena nacional, Domingo Felipe Cavallo, para autoproclamarse el verdadero padre de la criatura, el único que la conocía porque la había engendrado en su mente y la había acompañado en sus primeros años, le había enseñado a caminar y por lo tanto él sabía qué remedios necesitaba .
Por supuesto su debut no podía ser de otra manera que inyectar una fuerte dosis de espectacularidad y de optimismo, para cuya finalidad prometió un crecimiento del 5% anual mediante un programa, que en esta oportunidad, dio en llamar “Planes de Competitividad”, pero que a diferencia de otra época ya no gozaba de la confianza del mercado ni de los organismos internacionales de crédito, aunque si de los ciudadanos depositantes que ante el retorno del inventor del plan habían renovado su creencia en la “estabilidad” y por consiguiente en la “igualdad” del valor del peso con el dólar.
Para el ministro esto último era sumamente importante, como para cualquier ministro de esa cartera, pero sabía que para el éxito de su gestión sin el apoyo de la banca internacional ningún plan suyo hubiera tenido éxito, por lo que no tardó en imprimir un brusco giro a fin de recuperar la relación. Para tal motivo presentó en sociedad el plan denominado “Déficit Cero” y de esta manera se puso en marcha nuevamente en el país un plan de ajuste.
A pesar de las nuevas medidas que afectaban la administración pública, como también la aplicación de un impuesto a las operaciones bancarias no variaba la consideración de Argentina en las calificadoras como Standard & Pool que la ubicaba entre las de peor riesgo crediticio del mundo, a lo que se agregaba la desconfianza entre la propia fuerza que sostenían a de la Rua, sobre todo de la línea Alfonsinistas.
Producto de la crisis económica y la incertidumbre, el creciente malestar se iba extendiendo cada vez más a lo largo y a lo ancho del país y se expresaba con piquetes, manifestaciones e incipientes cacerolas. El anuncio de Cavallo en noviembre del 2001, junto a la entonces ministra de trabajo, Patricia Bullrich de un recorte del 13 % en las jubilaciones y el mismo porcentaje sobre los salarios estatales recrudecieron las protestas sociales.
A finales de ese mismo mes la economía había ingresado en una inestabilidad tal que comienza a producir una constante fuga de capitales y de los primeros depósitos bancarios, lo que provocó la inmediata respuesta de Cavallo ordenando el congelamiento de todos los fondos del sistema bancario con una medida que se dio en llamar “corralito”.
Ante la debacle previsible, el FMI endureció su posición negándole U$S 1.260 millones correspondientes al Blindaje, aduciendo que no se había cumplido la promesa de déficit cero y viendo el desangre que se producía en las reservas, previó que el destino de ese dinero se evaporaría en un instante. Ante la situación incontrolable que se había creado y frente a la postura del Fondo, el Ministro Cavallo presentó su renuncia dando por cerrado un siniestro círculo al sepultar su propia criatura que acababa de cumplir 10 años. Al poco tiempo lo hizo el presidente.
Una descontrolada población se había volcado a las calles en diferentes puntos del país reclamando justicia por diferentes motivos: trabajo, salarios justos y devolución de depósitos. Todo eso se unía en un solo canto: “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. Con el tiempo, luego de sucesivas convulsiones y renovaciones políticas, cambiaría la situación, como también se fue dividiendo aquel canto y sobrevino la grieta, pero eso es otra historia