El habla coloquial argentina es rica en frases hechas. Muchas de factura propia, otras incorporadas a nuestro lenguaje, a partir de los múltiples aportes de las distintas culturas que forman nuestra identidad. El lenguaje porteño en particular, es creativo e irónico.
Imaginativo y certero en la chanza. Muy gráfico a la hora de describir situaciones y personajes. Tal vez por esa característica, hizo suya una frase ajena que todavía en el siglo XXI sigue siendo de uso frecuente entre los adultos, pero también es comprendida por los más jóvenes: mostrar la hilacha.
Significa quedar expuesto en la verdadera condición. Un modismo contundente, porque quien “muestra la hilacha” pierde credibilidad, se le deja de tener confianza. Es un gesto, una frase o actitud que nos revela una persona distinta y de menor valía, a la que uno creyó conocer. “Es un fayuto”, se decía. “Es un careta”, se dice hoy. O directamente un falso. El sentido es el mismo, más allá de la geografía y el tiempo.Y la evidencia suele aparecer de golpe, es involuntaria. Por eso sorprende y duele, porque no se espera. Pero en circunstancias extraordinarias, una “fayuteada” puede ser fatal, si el que muestra la hilacha es un enemigo encubierto. El tango Dandy, de Roberto Fugazot, Agustín Irusta y Lucas Demare, brinda un retrato perfecto del que mostró la hilacha:
“En el barrio
se comentan fulerías…”
Y sigue la sentencia inapelable:
“Cuando sepan
que sólo sos confidente
tus amigos del café
te piantarán.”
Fuera de la poesía tanguera, el mundo real abunda en ejemplos de los que muestran la hilacha. En la Argentina desde 1966 hasta 1973, la militancia política pese a ser un derecho constitucional estaba prohibida. Por tal motivo, entre quienes no se resignaban a ese estado de cosas se encontraban importantes sectores populares, sobre todo juveniles. Por razones obvias, las medidas de seguridad tenían un rol importante. En torno a esa cuestión se generó una verdadera cultura integrada por frases, actitudes y modismos encriptados. La preocupación por el riesgo de sufrir infiltraciones, eran constantes en la mayoría de las agrupaciones políticas ilegalizadas. En algunos casos se debatía en torno a cómo detectar un confidente infiltrado. “No puede fingir siempre”, se decía. “En algún momento la ideología lo traicionará”, era el comentario entre ingenuo y confiado. La esperanza se basaba en el papel cuasi mágico de la ideología. El infiltrado en algún momento, por debilidad ideológica muestra la hilacha. Múltiples ejemplos demostraron que ese concepto era errado.
Y como pasó antes no hay por qué creer que hoy o mañana, no seguirán pululando entre sus semejantes los que muestran la hilacha. En los lugares de trabajo, entre amigos, en la familia, en los conocidos… siempre hay uno (o una), que tarde o temprano puede mostrar la hilacha; con su secuela de rupturas, decepciones o daños materiales.
La frase se habría originado en España a finales del siglo XV, durante el reinado de Fernando e Isabel. Los monarcas mediante el llamado Edicto de Granada ordenaron la expulsión de sus dominios de los judíos que no se convirtieran al cristianismo. Muchos decidieron quedarse y públicamente abandonaron la fe, pero en su fuero íntimo mantuvieron sus creencias. Para pasar desapercibidos habrían ocultado los signos visibles de su religiosidad, entre ellos una suerte de hilos blancos que contrastan con la ropa negra de rigor. Es parte del Talit Katan, una prenda que tiene en sus cuatro esquinas, nudos que representan la ley de Dios. Quienes desconocían el sentido ritual de aquellos “hilos” blancos, es probable que los confundieran con hilachas. Sus portadores en muchos casos para evitar dificultades, se cree que han optado por ocultar bajo la ropa de calle esos símbolos. Quizá por descuido, algunos habrán “mostrado la hilaza” que sería la frase original, exponiéndose involuntariamente a represalias y discriminaciones. Al pasar al habla argentina y a otras regiones hispano parlantes, la hilaza se transformó en hilacha, como también se dice en España; conservando en nuestros días el sentido de poner a alguien en evidencia.
Testimonio
“Acá el amigo de Froca junto con el novio de la escandinava se han hecho merecedores de los dos primeros carnets de nuestra iglesia tanguera recientemente fundada.-
Un Rataplán satisfecho, vaya uno a saber con qué objetivo, me clavo una mirada entre sarcástica y mefistofélica.- El Froca, en su mundo sonreía como si recién hubiera llegado de una función de teatro de revistas.- Yo me paré y me fui.- El plan “Pulpo” comenzaba a mostrar hilachas definitivamente peligrosas”
Luis Longhi – El Pulpo o la Muerte del Tango-Editorial Abrazos-2012