“Duhalde Presidente – Ortega Vice”. Proclama la pintada de trazo grueso en el paredón de Hipólito Yrigoyen y Virrey Cevallos, en plena Capital Federal. Firma la Juventud Peronista.
La leyenda estampada durante la campaña presidencial de 1999 no habría llamado la atención si no fuera porque tapo un mural alusivo al fotógrafo José Luis Cabezas asesinado en 1997.
El trabajo artístico llevaba la firma del Frente Grande, adversario político del justicialismo.
“Es que no respetan los códigos del militante”, afirmo a un diario Roberto Samau, secretario de Cultura de ese sector político.
Solidarizándose con estas manifestaciones Hernán Corach, dirigente juvenil del peronismo capitalino e hijo del entonces Ministro del Interior, se sincero: “cuando hay una pintada de un adversario político lo primero que uno hace es taparla. Pero tratándose un mural de José Luis Cabezas creo que habría que respetarlo. La verdad es que no sabia que lo habían tapado”. También la madre y la hermana del fotógrafo se quejaron por esa actitud.
Es cierto que en la “guerra de las pintadas” que se desata en toda campaña electoral, los murales suelen respetarse por su valor artístico o simplemente por el trabajo y el gasto invertido.
También es real que una vez alterado el mural aunque sea parcialmente dejan de respetarlo y rápidamente es devorado por la cal y los pinceles que proclaman siglas y candidatos.
Tal vez otras pinturas tapadas no habrían generado nada mas allá que la molestia de sus autores. Pero él “caso Cabezas” seguía latente.
El fotógrafo fue asesinado en Pinamar y luego quemado dentro del automóvil que alquilaba para trabajar en Enero de 1997. Descartado el intento de robo como móvil del crimen, la investigación se orienta a un castigo u otro tipo de motivación ligada al trabajo de cabezas.
El entonces gobernador Duhalde ofrece una recompensa de cien mil pesos que triplica a los pocos días.
Los gremios de prensa se movilizan y aumentan la presión sobre el Gobernador para que se esclarezca el crimen. A medida que avanzan las pesquisas la causa se enreda. Delincuentes comunes, policías y empresarios aparecen involucrados. El FBI norteamericano se suma a la investigación sin aportar nuevos elementos. Se acusa al empresario Alfredo Yabrán y a sus custodios porque Cabezas le habría sacado fotos a aquel sin ser autorizado. El bajo perfil era una obsesión del poderoso empresario telepostal, pero a raíz de aparecer vinculado al asesinato del fotógrafo, su intimidad desapareció.
Sospechado de ejercer un manejo mafioso del negocio postal, fue citado por legisladores e investigadas sus actividades económicas. Buscado por la policía, se suicido en la provincia de Entre Ríos en junio de 1998.
Los autores intelectuales de la muerte de Cabezas nunca fueron encontrados.