La cultura es un fenómeno paradojal: como bien de uso es inútil, ya que siendo de un modo podría ser de otro e incluso no ser, e invalorable ya que sólo la cultura nos deviene humanidad.
Cada producción es un gesto que podría ser hecho de otras miles de maneras o no ser realizado.
Existe porque alguien ejerció la irreductible libertad de volver obra a ese gesto y ser humanidad de esa manera y no de otra. He ahí su paradoja irreductible.
Y como las decisiones libres son abundantes, carecen de valor; por lo menos en términos económicos ya que sólo lo escaso tiene precio.
Luego ese gesto se convierte en clave de identidad para un cierto grupo y hasta cierto punto incomprensible para el resto de la humanidad.
La potencia radical del hecho cultural se basa en esta posibilidad de ser y no ser a un tiempo; de ser producto de la irreductible libertad de ser humanidad de un cierto modo.
Una condición paradójica que atraviesa todo hacer cultural hasta la exasperación. Y que, en un extremo, determina toda la organización del hacer cultural incluidas, naturalmente, las formas profesionales de ese hacer.
Superar esta paradojo supone, entre otros aspectos, comprender la complejidad de las cadenas de valor involucradas en la producción cultural.
Una generalización posible nos permite listar los diferentes momentos de esa cadena de valor dejando claro que, salvo cuestiones obvias como que el “disfrute de la experiencia” no puede estar antes de la “creación o imaginación” del bien o servicio cultural, el orden de exposición no supone un orden cerrado o fijo de prelación. Y que en el proceso de producción de una experiencia cultural los detonantes pueden estar en cualquier orden.
Bien puede ocurrir que, por una u otra razón, dispongamos de una determinada instalación o que a partir de una demanda específica se desate un cierto proceso creativo. Aclarado esto veamos los momentos de esa cadena de valor:
1- Demandas:
Hablamos de «demandas» en términos de mercado, de personas dispuestas a pagar un precio por nuestro proyecto. Y también en términos de demandas sociales de expresión, de acceso y de participación. En un caso hablamos de variables económicas en el otro hablamos de ciudadanía cultural y derechos sociales. Y siempre de construcción de sentido.
Vale la pena decir, aunque no lo profundicemos, que la demanda es la única variable que no puede asegurarse a la hora de proyectar cultura. Y que su estimación es, por consecuencia, la acción más compleja que debe tomar la administración de proyecto.
La historia de la producción cultural está llena de fracasos exitosos: producciones que inicialmente fueron totalmente rechazadas por los públicos a los que estaban dirigidas y que, con el correr del tiempo, terminaron fundando nuevos paradigmas artísticos o culturales. Vincent van Gogh, por ejemplo, es un caso extremo de fracaso exitoso.
Por tanto las decisiones sobre esa demanda que no podemos conocer con exactitud no pueden fundarse exclusivamente en consideraciones económicas sino que son una decisión de política cultural sobre la que habremos de volver.
Allí las tres pantallas – forma integral de vida, institucionalidad cultural y cultura en tanto recurso – se funden en estrategia de vida que, para Kusch, es el sentido último de la cultura.
2- Creación o imaginación del bien o servicio cultural:
Aquí vamos a hablar de creatividad como una capacidad que todas las personas pueden aprender y desarrollar y no como un don misterioso que sólo algunos pueden tener. Los componentes de este proceso, siguiendo un apunte de cátedra de Santillán Güemes, son: el talento creativo sea individual o colectivo; el proceso creativo que reconoce distintas etapas: preparación / incubación / iluminación / evaluación / elaboración o verificación; el producto que puede ser tangible o intangible; el campo, es decir la disciplina, sus sub-campos, etcétera; el ámbito, es decir las personas e instituciones que van a juzgar nuestro trabajo. La crítica, el público, la academia, etcétera.
La creatividad pone en juego la capacidad de imaginar un obrar cuyo valor simbólico sea superior a su valor de uso.
Y, siguiendo a Gardnerii, las habilidades del talento creativo para incorporar las reglas del ámbito: saber, en el acto mismo de imaginar, cuales serán las facilidades y obstáculos que habrán de oponer los custodios del campo.
3- La producción propiamente dicha:
involucra aspectos tales como las instalaciones, la caja, la técnica, el capital humano, etcétera. Una enumeración esquemática que varía mucho según el tipo de actividad que estemos planificando.
4- Logística de la producción cultural:
definimos logística como «la sincronización de recursos, materiales y energías en el tiempo y el espacio»; involucra aspectos tales como el “prestigio” necesario para posicionar nuestra propuesta, el stock de elementos de todo tipo que debamos usar, el control de gastos de operación y un meticuloso análisis del contexto donde se desarrollará nuestra propuesta. Es particularmente sensible a lo que luego llamaremos “dominio”.
5- Comunicación y administración de audiencias:
En tiempos digitales comunicar es crear comunidad en torno al proyecto. Para esto es clave el trabajo en las redes sociales. Se trata de establecer estrategias multiplataformas.
Pensando además en tres fases; la de descubrimiento, es el momento previo a la experiencia cuando necesitamos que el público «descubra» nuestro proyecto y, que en la medida de las posibilidades, participe de su diseño e instalación; la fase de la experiencia en sí, diagramando acciones de comunicación a realizar durante el disfrute mismo de la experiencia; y la fase de compartir: que nuestra producción cultural se viralice en las redes sociales es el objetivo de esta etapa para lo cual deberemos facilitar, en la fase de experimentación, formas de registro e interacción tan participativas como sea posible.
6- Distribución:
nuestra producción debe llegar a su público, por ejemplo un libro o un registro musical o el público debe llegar hasta ella como en una puesta teatral, una exposición, etcétera.
La especificidad de la producción, la ubicación de la instalación elegida, la duración de la experiencia. En fin, todo lo referido a la ecuación espacio / tiempo debe ser resuelta de modo de facilitar la interacción entre el público y la producción cultural.
7- Disfrute de la experiencia:
cuidar al detalle la comodidad del público, sea espectador, participante o ambas a la vez; cuestiones tales como la calidad del sonido, la iluminación, la climatización del espacio, etcétera.
8- Dominios:
la producción cultural puede ser realizada desde el estado, el sector privado, diferentes espacios de economía social o una cierta combinación de ellos. En cada caso supone un régimen legal y administrativo diferente que determinará, en buena medida, las posibilidades y limitaciones a la propuesta original. Desconocer las particularidades de cada cual puede llevarnos a cometer errores, en un extremo, fatales.
De allí que lo vinculemos a lo que hemos llamado “logística de la cultura”; es decir el momento en que planeamos la sincronización de todos los elementos.
Un esquema sencillo que nos permite tener una visión completa de la producción cultural y que, naturalmente, debe adaptarse a las diversas lógicas involucradas en cada producción específica.
Seguirlo meticulosamente nos ayudará a preparar presupuestos, estimar recursos e ingresos necesarios así como a formular indicadores de desempeño para controlar el desarrollo de la producción.
Debemos decir que hay una variable que no hemos mencionado específicamente porque atraviesa toda la cadena de valor hasta el extremo de hacerla sustentable o no: la tecnología.
Analizar cada proyecto cultural y aún las principales actividades propias de esta disciplina nos permitirá asegurar la sustentabilidad de los mismos en el tiempo y el espacio.
Por Fernando de Sá Souza
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