El calificativo se instaló en el lenguaje cotidiano de los argentinos en el año 2005. Deriva del médico Eduardo Lorenzo “Borocotó”, quien desde el partido Propuesta Republicana, espacio liderado por quien sería el futuro Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, accedió a una banca de diputado nacional en las elecciones legislativas de 2005. Esto no amerita ocupar espacio en los medios de comunicación; pero el hombre pasó a ocupar las primeras planas de los diarios a partir de su sorpresivo pase – apenas dos semanas después de haber obtenido su banca con el electorado del PRO – a las filas del oficialismo representado por el Frente para la Victoria (FPV) que conducía el entonces presidente de la Nación, Néstor Kirchner. Mayúscula fue la sorpresa de los electores del PRO – un partido que representa tendencias conservadoras – cuando vieron en las pantallas de sus televisores a su flamante diputado, fotografiarse en la Casa Rosada junto al Primer Mandatario y de inmediato, sumarse a las huestes legislativas del kirchnerismo; un frente electoral cuyo eje es el peronismo, pero que está en las antípodas del pensamiento de Macri. La reacción de votantes, medios de comunicación y referentes políticos fue el repudio y la ironía. La calle y el típico humor porteño acuñaron enseguida un nuevo término: la “borocotización.”
El escándalo mantuvo durante semanas la figura de Borocotó en la picota. Propuesta Republicana y Compromiso para el Cambio, presentaron una demanda ante la jueza federal María Servinj de Cubría, acusando al diputado migrante de “estafa al pueblo” y “prevaricato de ideas”, entre otras imputaciones. No obstante, y como el cargo electivo en las cartas orgánicas de la mayoría de los partidos es del legislador y no de la agrupación que representa, el cuestionado Lorenzo Borocotó fue sobreseído por la justicia en al menos, tres instancias. Pese al fallo favorable que brindó al diputado, la Cámara Federal que falló en última instancia señaló su preocupación “por la reiteración de comportamientos públicos que impactan negativamente en el ánimo de la ciudadanía y que debilitan progresivamente la confianza en el sistema republicano.” Pero éstos cambios de bando no son patrimonio exclusivo de los tribunos del siglo XXI, ya que algunos respetables próceres cuyos nombres adornan plazas y calles de infinitas localidades argentinas, también en su momento le hicieron “pito catalán” a sus seguidores, y pasaron sin mayores explicaciones, a abrazar otras banderas y propuestas; aunque esas nuevas plataformas conllevaran la negación del proyecto que decían defender en su etapa anterior. Así ha sucedido históricamente con dirigentes que han emigrado a otras fuerzas no sólo con una banca, también con buena parte del partido, los afiliados y hasta con su sigla. Basta con recordar a los “socialistas independientes” que habiéndose formado en la cuna ideológica de Juan B. Justo y Alfredo Palacios, fueron parte de los elencos gobernantes de la Década Infame que llevaron al país a su nivel de entrega y miseria más profundo de cuanto se había vivido hasta entonces.
Otro ejemplo son los “peronistas” arrepentidos; tales los casos del contra almirante Isaac Rojas, quien después de haber sido honrado con distinciones por su lealtad durante el gobierno depuesto en septiembre de 1955, se volvió luego del golpe triunfante, uno de los más encarnizados perseguidores de los simpatizantes del general Juan D. Perón. Dichos personajes que en la picaresca política se los conoce como “panqueques” por su habilidad para darse vuelta saliendo indemnes de la voltereta, abundan mucho más que antes, en parte por la crisis de representatividad que afecta a la mayoría de las formaciones políticas desde la profunda crisis política e institucional – cuyo detonante fue la crisis financiera – de 2001.
El nivel de penetración y carga subliminal que los medios televisivos imponen hoy, sumado a una visión “marketinera” de la política, donde un individuo que “mide” bien tiene muchas más posibilidades de ser electo que aquellos que cuentan con un bagaje respetable de propuestas, facilitan la proliferación de los “borocotós.”
Referencias
Alberto Ensaya el Viejo Método de Borocotear
Más Brancaleone que nunca, la burbuja del gobierno disipa artillería. Vilma Ibarra lo puso a Alberto Fernández en el teléfono para que dialogase con el rionegrino Alberto Weretilneck, un «verde» con críticas y reclamos de modificaciones al proyecto oficial. No los logró en el dictamen de mayoría, y le prometieron mejorarlo en la reglamentación. El rionegrino cree que hay que limitar las posibilidades de que un aborto se haga hasta el final del embarazo, y que se amplíen las seguridades de la objeción de conciencia por parte de los médicos y las clínicas. Alberto lo invitó a su despacho, pero el senador, que conoce ese paño – el mismo que le impidió reelegir como gobernador, se negó al peregrinaje. Habrá recordado aquella travesía entre una legislatura y la Rosada, que terminó con la carrera de Eduardo Lorenzo «Borocotó». Se trataba de mejorar la suerte de Aníbal Ibarra, dañada por Cromagnon, y Alberto se adelantó a subirlo al gobierno de Néstor a cambio de un voto. Perdieron Borocotó – que aportó innovaciones semánticas en el léxico político como el verbo “borocotear” – y Aníbal
Por Ignacio Zuleta – “Entretelas de la Política” – Diario Clarín 27-12-20
Borocotó: «Siento un Profundo Asco por la Política»
En diálogo con radio La red, el cirujano infantil apuntó tanto a la dirigencia macrista como al ex jefe de Gabinete Alberto Fernández por la situación en la que quedó envuelto frente a la sociedad argentina: «Yo nunca había estado en el PRO ni en ningún lado y nunca me pasé (al kirchnerismo)», argumentó el profesional.
«Lo mío fue una canallada, cuando pasó el tiempo supe quiénes eran los canallas de un lado y de otro», aseveró, tras recordar que la dirigencia del PRO, en aquel escenario electoral, lo fue «a buscar para formar parte de una lista porque les servía; los políticos buscan siempre votos».
Borocotó continuó: «Me hicieron la historia que iba a manejar la parte de salud; mi hijo, médico, me hizo entrar. Me dijo: ‘vos a todos le decís que no’ y me metí. Grave error, para meterse en política hay que ser político desde los quince años».
«La peor gente que vi es en la política; pensé que estaba en la televisión, en el fútbol…no, está ahí, la política los reúne», advirtió e insistió: «Tengo un profundo asco» por la dirigencia. «Son unos h. de p», dijo hacia el final del reportaje.
La Prensa – 21-09-11